jueves, 16 de abril de 2015

EL SAPO Y EL SURI -- CUENTO POPULAR ARGENTINO


por  Susana  C.  Otero (adaptaciones)



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El Sapo y el Suri
Sapo : batracio anfibio del orden de los anuros, de cuerpo rechoncho, ojos saltones, extremidades cortas y piel verde, lleno de verrugas.
Ñandú:  (Rhea americana) originario de América meridional.
Otros nombres: Ñandú-guasú (guaraní), Choique o Chuequé (indios pampa), Surí (calchaquí). A los polluelos se los denomina Charas, charitos y charabones.  
Ave corredora a la que se le hace imposible volar, semejante al avestruz africano, aunque de menor tamaño.
Existen en Argentina muchas historias como éstas que ya paso a relatarles.

Dicen que dicen.........
...que en un hermoso valle de Salta, muy cerca de la Cordillera de Los Andes, vivían un Ñandú, (al que todos en el noroeste conocen como Suri) y un Sapo.
   Cierto día, bajó el Suri con su habitual elegancia para beber agua de una charca al píe de los cerros, también dicen que siempre se llegaba hasta el mismo lugar porque se divertía peleando a un Sapo que vivía en las orillas.
   Las continuas peleas se habían hecho famosas en toda la región y nadie podía explicarse porque el Suri se empeñaba en compartir aquel lugar.
   Desde lejos, cuando el Suri se acercaba a la charca a beber, provocaba al Sapo. Pero el Sapo no se amedrentaba.
   Solía el Suri hacerse el importante, exagerando su altura, alardeando de sus esbeltas patas y de lo veloz que era para la carrera.
   El pequeño Sapo, que era realmente feo, hasta repugnante, no se daba por enterado y si bien solo podía ejecutar pequeños saltos, conocía bien sus propias habilidades y no desconocía, que aunque ligero el Suri era un bicho tonto, sí, el más tonto que vivía en el valle. El Sapo consideraba al Suri nulo en astucia.
   Aquella era una mañana esplendorosa y el Suri estaba acercándose despreocupadamente, con aire de importancia y un poco maliciosamente, a beber hasta la charca.
   El Suri pisaba con fuerza y con cara de inocente aplastó la casa del Sapo, éste de un enorme y certero salto evitó que el pajarraco lo pisara.
   Entonces, enojado lo increpó preguntándole: - ¿no ve usted por dónde camina don Suri?.
   El Suri, entre risueño y mal intencionado, con voz socarrona le pidió perdón, aludiendo que como era tan insignificante no lo había visto.
   El degradado Sapo, refunfuñando acomodó como pudo algunas pajitas y hojas que cubrían su casa.
   El Suri arremetió nuevamente y queriendo avergonzar al Sapo le dijo: -¡ no se enoje don Sapito!-, agregando,- es usted tan insignificante, tan pequeño que es difícil tenerlo en cuenta, además por su color es fácil confundirlo con el pasto.-  
   El batracio no se dio por enterado, pero cierta idea venía dándole vuelta en su pequeña cabecita de sapo. Por eso, le dijo al bicharraco que lo que menos le importaba era ser rápido. 
   El Suri entre divertido y altanero acotó: me parece que usted se agranda demasiado, cuando solo puede ganarle a una ciega lombriz -.        
   El Sapo, al ver que el tontuelo animal había picado el anzuelo, replicó: ¿ y si le gano a usted en una competen cia, seguirá pensando lo mismo? - . El Suri, entre divertido y jocoso, estiró su largo cuello y enarcando una ceja, en tono despreciativo, lo dio por hecho.
   A la mañana siguiente, se presentaron los dos, el Sapo puso las condiciones señalando una senda que conocía al dedillo y su oponente convencido de su superioridad, lo dejó hacer.
   Como es de imaginar, el Sapo quería cerrarle la boca al Suri y se preguntaba si la suya sería una buena idea.
   Entre divertido y confiado, el Sapo había reunido a todos los otros sapos de la charca para que lo ayudaran y todos accedieron formándose en fila, escondiéndose debajo de la maleza para no ser vistos por el Suri, al cual nadie quería. 
   Habiéndose saludado, los dos discutieron un rato cual sería la meta, eligieron una enorme piedra. Luego, el Suri dio la señal de largada, después de contar hasta tres.
   El Sapo largó segundo, mirando de reojo a su oponente, iba el enorme Suri que de tanto en tanto reía confiado.
   Ya habían hecho un buen trecho, cuando al volver la vista atrás, el Suri no pudo divisar al Sapo; superada la mitad del camino, de repente vio que el Sapo iba delante suyo. ¡ No lo podía creer !, por más que batió y batió las alas estirando su largo cuello, aquel Sapo parecía no cansarse con la competencia.    El Suri por más que se esforzaba no podía alcanzarlo.
   Lo que el Suri no sabía era que, los otros sapos estaban haciendo una carrera de postas y  no se daba cuenta porque no podía distinguir un sapo de otro. Confundido y ridículamente cansado llegó a la meta, el Sapo lo esperaba riéndose, sentado sobre la piedra y por supuesto, festejando la victoria.
   De pronto, se interrumpió el jolgorio y el Suri dando un salto le propuso una nueva apuesta, por la revancha.
   - ¿Qué tal don Sapito, si me da la revancha? -      
   - Lo que usted diga don Suri, a sus órdenes. -  
   El pajarraco comprendió que ahora el que se burlaba de él, era el Sapo, pero sin inmutarse y convencido que pronto se revertiría esa situación, lo dejó pasar.
   -¡ Ta bién ! -dijo el Sapo ¿y que apuesta? - , agregó.
   - A ver quien ve salir primero el sol -, dijo el Suri.
   Convencido que no era nada fácil la apuesta, el Sapo se volvió a reunir con sus amigos para planear la estrategia.
   Al día siguiente se reunieron los oponentes en el lugar pactado.
   - ¿Y ahora que va a apostar don Sapito?-  preguntó el Suri a los saltos.
   - No se usted, pero para mí es suficiente si se refiere a mi persona como don Sapo ó señor Sapo, como debió haber sido desde un principio -, argumentó el Sapo.
   - Que así sea - , dijo el Suri.
   - ¿Y cual es su apuesta?- . - Nada don Sapito, por la revancha nomás.
   - ¡Ya es hora don Sapito, ya va a salir el sol ! -, y el Suri se dio vuelta en dirección al este, que es por donde el sol sale todos los días.
   El pequeño Sapo se había trepado a una piedra para ver mejor los picos nevados de la Cordillera de Los Andes.
   -Ya es tiempo don Sapito - ,  exclamó el Suri.
   De repente el Sapo gritó: - ¡Ahí está!, ¡ya lo ví, ya lo ví! -.
   El  Suri se dio vuelta sin entender, que si bien el sol no se asomaba por el horizonte, ya iluminaba los nevados picos de la imponente cordillera.
   El Suri, por segunda vez, se dio cuenta de su derrota.

   Así es que el Suri se trenza todos los días en alguna apuesta, que algún insignificante sapo le gana.

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