jueves, 25 de junio de 2015

COYUNTURA II


Escribimos Mariano Fraschini y Nicolás Tereschuk  -- Artepolitica

Cerraron las listas y:
  • Cristina define el mecanismo de sucesión y el mecanismo de sucesión define a Cristina. La Presidenta ha iniciado el descenso sobre el aeropuerto de un triunfo del Frente para la Victoria. Se dispone a lograr algo jamás realizado por un jefe de Estado peronista: colocarle la banda y entregarle el bastón de mando a un “otro” peronista también ungido por el voto popular (diferente al caso del traspaso de Kirchner a Cristina). Ese legado puede convertirse en un nuevo hito en esta democracia que puso en el sillón de Rivadavia dos veces a no-peronistas, terminó con la cuestión militar, puso fin a hipótesis de conflicto bélico con sus vecinos, juzgó crímenes de lesa humanidad, aguantó crisis institucionales sin salirse de la letra constitucional, consagró nuevos derechos políticos, económicos y sociales.
  • Cristina no supo, no quiso o no pudo entregarle el mando a un “propio”. Nuestra hipótesis ya es conocida: ese “traspaso” no es simple de lograr en esta Sudamérica del “giro a la izquierda”. Bien mirados, los traspasos de este tipo han tenido lugar cruzando dos coordenadas. Por una lado, se registraron en los países de mayor nivel de “formalidad institucional” de la región. En Chile, Ricardo Lagos le entregó el gobierno a Michelle Bachelet (en el marco de hegemonía de la Concertación). En Uruguay, Tabaré Vázquez le pasó el poder a Pepe Mujica. Y en Brasil Lula Da Silva a Dilma Rousseff. Todos esos hechos ocurrieron en el pico de bonanza económica de la región (Chile 2006, Uruguay y Brasil 2010). En ese período puede ubicarse también el muy especial traspaso de 2007 de Néstor a Cristina. En el contexto actual, la situaci´no parece diferente. La Concertación chilena tuvo que volver a recurrir a Bachelet y no tiene una figura de recambio. Brasil tampoco la tiene más allá de Lula, y Uruguay volvió a recurrir a Tabaré. No hay “nuevos”. No hay “Dilmas”. De más está decir que tampoco parece haberlos en Bolivia, Ecuador o Venezuela, países que comparten con la Argentina un bajo nivel de institucionalidad “formal” (las reglas son más lábiles o no se aplican tal como lo marca la fría letra). En Venezuela, Hugo Chávez debió ungir de apuro a Maduro ante la inminencia de su desaparición física. En Bolivia, Evo Morales forzó la interpretación constitucional y fue por un nuevo periodo barriendo electoralmente a una oposición pobrísima y dividida. En Ecuador, luego de las derrotas en las regionales en las principales ciudades durante este año, Rafael Correa amaga con reformar la constitución e ir por un nuevo mandato. Repetimos: “No hay Dilmas” en este contexto de avanzada neoconservadora en la región.
  • Cristina es peronista y el peronismo actúa como peronismo. Se dobla pero no se rompe. El líder del peronismo no “dicta” sus deseos, por más que a veces necesite irradiar esa imagen. Se trata de una relación de ida y vuelta, dialéctica con dirigentes locales, territoriales, vecinales. Perón no hacía lo que quería, a lo sumo conseguía -según sus propias expresiones- el 50 por ciento de lo que deseaba -lo que más le interesaba lograr-. Si ningún gobernador, si ningún intendente quería internas ¿por qué habría de haberlas?. Por otra parte: ¿Cristina quería Scioli como su candidato? Sabemos que no era su primera (y tal vez tampoco su segunda) preferencia. Pero el ADN del peronismo se constituye con el verbo ganar. Cristina es peronista. Ergo: la presidenta quiere por sobre todo ganar. (Parece a esta altura una verdad de Perogrullo, pero se ve que no para todos: los hombres de negocios más importantes del país, escribió el diario La Nación, recién se dieron cuenta con el ingreso de Carlos Zannini a la fórmula presidencial de que “no hay dudas de que, contra lo que algunos venían especulando, (Cristina) apunta a ganar en octubre”). Ese es su primer objetivo, y el dispositivo que construyó en esta instancia responde a su propósito original. Desde allí que importa poco desentrañar cuánto quería esto o aquello Cristina. Los líderes responden y juegan en la coyuntura con las cartas que tienen en la mano, no con las que les gustaría tener.”La única verdad es la realidad” dijeron por ahí. Puede gustar más o menos, parecer más lindo o menos. Pero es una lógica archiconocida que no debería sorprender, ya que forma parte de la genética movimientista del PJ. Qué gracioso resulta, entonces, escuchar algunos decir que “Cristina no es peronista”, ¿no?
  • El affaire Randazzo afeó y desemprolijó el cierre de listas del oficialismo. Cristina se puso en un lugar en que alguien podía decirle que “no” y el ministro dijo “no”. ¿Consideró el funcionario que el segundo cargo electivo del país en importancia era un extraño “castigo”? ¿Se encontró sin salidas discursivas luego de que la presencia de Carlos Zannini en el binomio con Scioli clausurara la idea de un pleno al “sale o sale” (cualquier candidato “es” el candidato del establishment) que venía sosteniendo el ministro? ¿Pesó el exceso de ímpetu y cierto desdén por cuestiones tradicionales de la política que evidenció, por ejemplo, en la entrevista que dio a este blog, mostrándose más partidario de la “gestión” que de confraternizar con sus pares del peronismo, dijo que no mostraría a su familia, se mostró molesto con preguntas sobre su fama de “solitario” en las lides de la política? El aplauso opositor del día siguiente a la renuncia debería hacer reflexionar al ministro más “financiado” por la gestión presidencial en el último año de mandato. Siguiendo con la línea de la viñeta precedente se invirtió el “Primero la Patria, luego el Movimiento, por último los hombres”.
  • En este blog hemos sido partidarios, en general, de expresar la diversidad del oficialismo en elecciones primarias. Hemos expresado nuestros reparos con la trayectoria de Scioli. Nos hemos preguntado si no sintetiza una “caprilización oficialista” en el sentido de  plantear “dosis justas de continuidad y ruptura”. Ampliemos todavía más el foco. Scioli llega a ser el candidato del oficialismo a partir de su decisión de no encarar la estrategia de ruptura de Sergio Massa en 2013. Estrategia que tenía muchas posibilidades de éxito: los presidentes, hacia el final de su mandato, no mantienen en la Argentina la centralidad que mantiene Cristina, ni la capacidad de influencia sobre su partido. CFK logra algo inédito, Scioli opta por una vía inédita. Ambos se encuentran en un mismo lugar. El oficialismo expresa su “diversidad” en la fórmula y en la boleta completa ¿Aplausos y ovación?
  • Las posibilidades de la oposición son a esta altura escasas. Con una economía estable y un PJ unido, esta Constitución está armada para un triunfo de un partido con un piso electoral alto, como es el peronismo. Punto. Si pasa “algo grave”, escribiremos una “Coyuntura III”. Por ahora, no ocurre. Macri decidió capitalizar su fórmula con una candidata derrotada hace dos meses por el propio líder del PRO. Asimismo, la escasa inserción territorial de su Partido, que se traduce en la ausencia de gobernadores propios, evidencia que el objetivo principal de esta fuerza es pelear desde la pureza partidaria con el objetivo de incrementar la presencia de ediles propios en senadores y diputados. En cuanto a Massa, su objetivo de construir el “peronismo de la victoria” por afuera de las estructuras partidarias, colisionó con el ejercicio del poder de CFK en el último año que logró domar la inflación, poner en caja, haciendo política desde el Banco Central, los múltiples intentos de desestabilización económica- financiera. Luego de la estabilización de los índices económicos, el Gobierno marcó el camino del retorno a los intendentes massista apostando a un “quiero ganar” poco atado a consignas ideológicas como que es  la historia del peronismo -la historia de los intendentes, se podría ampliar-. Massa no hizo nada “mal”. Fue e lo más “seguro”. Lo más “seguro” era “fin de ciclo y pato rengo”. No ocurrió.
  • En cuanto al armado de las listas legislativas, lo más interesante no fue para nada lo que marcaron los medios tradicionales en cuanto a la inclusión de dirigentes de La Cámpora en lugares importantes de las nóminas. Lo más destacable fue cómo se conformó la totalidad de las nóminas, con relativo pacifismo entre las distintas vertientes del oficialismo. De hecho, con la aparición de una lista más, al Parlasur, se vio cómo muchos partidos de la oposición a veces tienen el problema de no saber “con quién llenar” los espacios. Y eso mientras que el FPV esa lista, justamente, le sirve para colocar a varios que si no ya no sabría cómo hacer ingresar entre sus candidatos. Listas de la escasez listas de la abundancia.
  • ¿Qué pasará después del 10 de diciembre? En política nunca hay nada cerrado. Todo es contingente. ¿Puede el actual oficialismo convertirse en un “Frente Amplio para la Victoria”, como nos preguntábamos en esta nota de 2013? ¿Puede pendular pero sólo un poco, como pendula el Frente Amplio de Tabaré a Pepe, pero no más? ¿Puede pendular un poco el peronismo pero no tanto, recorriendo una distancia muchísimo más acotada que la que va de Kirchner a Menem? La pregunta es más profunda. ¿Puede nuestro país encontrar una vía especial de “institucionalización”, de “políticas de Estado” donde primen los retoques pero no los cambios bruscos? ¿Y la sociedad qué quiere? ¿Quiere eso? ¿O apenas dice que quiere eso? ¿Y eso sale muy caro? ¿Y cómo lo pagará? ¿Y quién lo pagará? Lo sabremos más adelante. Pero no tanto.

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