miércoles, 5 de agosto de 2015

LAS MEJORES COSAS DE LA VIDA NO SON COSAS

A UN AÑO DE LA APARICIÓN DE IGNACIO GUIDO -- del face de Roberto Baradel 
A un año de la feliz aparición del nieto de Estela de Carlotto, ratificamos el compromiso con la causa de Abuelas de Plaza de Mayo, y de muchos militantes por la búsqueda de los nietos apropiados por la dictadura, y continuamos difundiendo la campaña por el derecho a la Identidad.
Guido era el nombre que le puso su madre, Laura, quien lo dio a luz mientras estaba en cautiverio en el centro clandestino "La Cacha" y luego fue asesinada. Era una estudiante de Historia que militaba en la Juventud Universitaria Peronista y su secuestro estuvo precedido por el de su padre en agosto de ese mismo año.
Guido nació el 26 de junio de 1978 en el Hospital Militar y fue bautizado con el mismo nombre que su abuelo. Laura Carlotto fue asesinada el 25 de agosto de 1978 y nunca más se supo nada de su hijo, hasta el año pasado, cuando el joven se presentó voluntariamente en la sede de Abuelas ante la sospecha sobre su identidad.
Hoy, el nieto de Estela -que siempre se identificó como Ignacio Hurban-, se hace llamar Ignacio Montoya Carlotto, tiene 37 años, está casado, vive en Olavarría y es músico, y es una persona comprometida.
Los compañeros de la CTA , y especialmente de CTA Olavarría reconocemos este histórico momento, que abre a la luz, los oscuros crímenes que la dictadura sembró también en ese territorio, puesto que el hallazgo de la verdadera identidad de Ignacio / Guido Montoya Carlotto se produjo a días del inicio del juicio por delitos de lesa humanidad en centro clandestino de detención tortura y muerte de Monte Peloni.
La lucha por la Memoria y la Justicia no es en vano, y tiene aristas de dolor, pero también de mística, reparación y alegría como la que producen los encuentros de los ya 117 nietos recuperados.
Palabras de Ignacio / Guido, en las redes sociales:
Hace un año de hoy recibía una llamada de un número desconocido y de un momento a otro el frente de mi casa se me llenó de gente. Intuí que algo o todo de lo que había hasta ahí no sería igual de ahí en más, Hasta ese entonces era dueño de una franca y apacible vida que se veía materializada en unos afectos buenos que supieron acompañarme con la valentía de gladiadores y el amor de los mejores amores. Comenzó ese 5 de agosto de 2014, un viaje con olor a aventura y sueños de final
feliz, abrazos muchos llantos, preguntas, respuestas y más respuestas que preguntas. Me encontré en el abrazo de las Abuelas, el apretujón de los tíos, y la cara de sorpresa de los muchos primos, con la alegría reflejada en lágrimas de una larga vida de búsqueda, al fin con el premio del abrazo final. A la vuelta de este gran y muy largo año, me vuelvo a encontrar con algo que escribí hace mucho –seguramente leído de algún otro lado- que sabia pero ahora lo sé con el definitivo valor de la experiencia: “Las mejores cosas de la vida no son cosas”

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