lunes, 7 de agosto de 2017

LOS BROTES VERDES FRITOS DEL 2017:

 la economía de Macri no remonta, apenas rebota.


En los últimos meses, el Gobierno y el sistema de medios oficialistas comenzaron a machacar con el esperado inicio de la "recuperación económica". Mientras Durán Barba, con buen tino, recomienda no hablar de la economía, es decir, de la realidad que viven millones de argentinos, se suceden los titulares de los diarios sobre una supuesta recuperación con epicentro en la construcción y en la industria.
En 2015, según las estadísticas revisadas por el INDEC de Macri, la economía creció 2,6%. En 2016 prometieron una inflación de 20% y un tímido crecimiento de 1%. Pero la inflación fue más del doble llegando a 42% y la economía cayó en picada, un -2,2%. Después del desplome de 2016, es habitual que por cuestiones meramente estadísticas, se produzca en 2017 un “rebote”, que parece mayor cuando se lo compara con los penosos indicadores del año pasado. El optimismo del gobierno y del periodismo oficialista se basa en comparar Macri 2017 contra Macri 2016. Pero lo cierto es que todos los valores son muchos peores que los del país que recibió el gobierno a fines de 2015.

Podemos vivir peor: a casi dos años de gobierno de Macri, la actividad económica no supera los niveles que alcanzó en 2015. Y el consumo masivo sigue cayendo.


Todas las series se ubican por debajo de los máximos de 2015. Es decir, van casi dos años de macrismo y todo está peor.
Los sectores productores de bienes siguen por debajo de los niveles de 2015, incluso para las “estrellas” de este 2017 que son el sector agropecuario y la construcción. Según los datos del indicador de actividad de INDEC (EMAE) a mayo, la actividad en el agro está -5,6% debajo de su nivel en el mismo mes de 2015 y la construcción -4,1%.  La industria -4,5% y -8% contra su pico en noviembre de 2015. Un verdadero derrumbe.
Y, algo fundamental, el consumo masivo sigue sin repuntar. Sencillamente porque la política económica de Macri consistió en reducir el poder de compra de los salarios, de las jubilaciones, las asignaciones y los ingresos de PYMEs, comerciantes, profesionales y clase media. Así no hay plata que alcance.
No sólo el consumo está muy por debajo de 2015, sino que sigue cayendo mes a mes. Lo reconoce el INDEC: las ventas en supermercados cayeron -2,5% anual en mayo mientras que las ventas de centros de compras (shoppings) cayeron -4,3% anual.
También lo muestra CAME, que informó una caída en las cantidades vendidas de -1,4% en junio. Para Scentia, con datos a junio, el total de ventas en súper y supermercados chinos cae -4,3% y los alimentos tienen un retroceso del -o,6%. Para Kantar World Panel el consumo cayó cerca del -3% en junio.
Estás son caídas anuales, es decir, comparan el nivel de consumo de hoy con el que había en mayo/junio de 2016, cuando ya las ventas habían caído cerca de un -10%, producto de la devaluación y el tarifazo.
El consumo acumula una caída del 20% desde diciembre 2015. Es lo que se escucha de los comerciantes y PYMEs, a los que las venta les cayeron, según el rubro, la ubicación y el tamaño, entre un 20 y un 50%.

Sobre llovido, mojado: las ventas caen y Macri produce una avalancha importadora.


A la caída del consumo local se suma la apertura de las importaciones impulsada por el gobierno, que ya liquidó a sectores enteros de la industria como en el caso de las computadoras portátiles y otros, como calzados, textiles y marroquinería van por el mismo camino.
Lo cierto es que lo poco que se consume, es cada vez más de origen importado. 2016 fue el primer año desde 1975 en que crecieron las importaciones en cantidades mientras caía la actividad: desafiaron todas las leyes de la economía. En general, cuando hay recesión, las importaciones caen porque hay menos demanda. Con Macri, no es así: le saca trabajo a los argentinos para dárselo a los productores de afuera.
En la industria, a nivel sectorial, continúa y se profundiza la apertura de las importaciones en los sectores sensibles, sobre los ya elevados montos del primer semestre de 2016. Algunos ejemplos: se importaron 15 millones de pares de calzado, un 27% más. Entraron 19.360 toneladas de indumentaria terminada. Llegaron casi 40.000 lavarropas, un 358% más que en el primer semestre de 2016. Además, comenzaron a ingresar numerosos alimentos y bebidas. Esto explica la crisis de varias economías regionales.
En el sector automotriz, las ventas se incrementaron en los últimos meses, como siempre ocurre cuando hay expectativas de devaluación porque el valor de los autos se mueve con el dólar. Subieron las ventas, pero lo que asombra es la penetración de vehículos importados. Las ventas nacionales aumentaron 2% en junio, después de caer -7% en mayo, -17% en abril, -32% en marzo. Las ventas de vehículos importados aumentaron mucho más: 42% en junio, 58% en mayo, y 42% en 2016. La participación de los autos importados tuvo su récord en febrero de 2017 (72%), y en el segundo trimestre promedió el 70%. En lo que va del 2017, se importaron más de 314.000 autos terminados.
Después de la devaluación y la quita de retenciones de finales de 2015, las ventas de maquinaria agrícola nacional crecieron 8% en 2017. Pero las importadas crecieron muchísimo más: 68%. La participación nacional pasó del 85% en 2015 al 63% en menos de dos años. Aun en los sectores que crecen se observa el proceso de desindustrialización y extranjerización.
Pero no a todos los sectores primarios les fue bien. El sector lácteo está en crisis: la producción cayó un 10% y el consumo de leche por habitante un 25% en 2016, la caída más pronunciada desde 2001. Las economías regionales están arruinadas. A la caída del consumo interno se le suma que el país en el último año y medio empezó a importar vinos, limones, maíz, papas, batatas, frutas (como la uva de mesa y la banana), zanahorias, etc. 

Aumento electoral de la obra pública y situación de la construcción


Con respecto a la construcción, en 2016, el gasto de capital del Estado en términos reales retrocedió a su nivel más bajo en cinco años. En año electoral, el gasto aumentó, pero esto no es suficiente: la inversión del Estado Nacional en los primeros seis meses de 2017 cayó un -27% en términos reales respecto del mismo periodo de 2015.


La industria en caída libre


A la industria nacional la azotó una verdadera "tormenta perfecta", por los cuatro costados: caída de las ventas, tarifazo, encarecimiento del crédito y apertura de las importaciones. Por eso, la industria continúa estancada, pese a crecer un 6,6% en junio de 2017 interanual: en los primeros 6 meses de 2017 no creció nada respecto al mismo período de 2016. Si bien en el mes de junio crecen 11 de los 12 bloques (salvo el sector textil), la llamada “recuperación” es tibia y lenta y se da sólo en determinados sectores. Es un tímido rebote. Veamos.
En el primer semestre de 2017, de los 12 bloques industriales que mide el INDEC, la mayor parte (7 bloques) mostraron caídas acumuladas, después de caer a pique en 2016. Se destacan la refinación de petróleo (-2,2%), edición e impresión (-4,9%), papel y cartón (-4,0%), tabaco (-7,9%) y textil e indumentaria (-14,6%). Un octavo bloque se mantuvo prácticamente estancado: productos de caucho y plástico (+0,1%), mientras que en 2016 cayó -1,5%. 
Por último, sólo 4 bloques crecieron en el primer semestre de 2017 respecto al mismo período de 2016. Son aquellos relacionados con los grandes sectores agropecuarios, autos y la construcción. Pero ninguno de estos 4 bloques logró superar los niveles de 2015. Es decir, cayeron en 2016 y el rebote de 2017 no alcanzó para recuperar lo perdido. Todos están abajo de 2015, incluso los que crecieron ahora. Este tibio rebote es lo que el gobierno quiere mostrar como falsos brotes verdes en la industria.
En resumen, la industria cayó en 2016 un -4,6% anual, como consecuencia de la política económica del macrismo: destrucción del mercado interno, apertura importadora y tarifazo. Hubo meses del año pasado donde cayó -6,4%, -7,9% y hasta -8,0%. Durante 2016 se batió un verdadero récord de desindustrialización: TODOS los bloques (12 en total) relevados cayeron respecto a 2015. Y en lo que va de 2017 NINGUNO recuperó lo perdido.

Los que más perdieron: los trabajadores. Se destruye empleo privado y de calidad. Lo único que crece es el empleo precario.


En total se perdieron 82 mil empleos registrados en el sector privado en los primeros 7 meses del gobierno de Macri. Durante los siguientes 12 meses, apenas se recuperaron 36 mil. En el neto, 45 mil trabajadores perdieron su empleo y la “recuperación” no los alcanzó. Solo el empleo público creció en el acumulado desde diciembre 2015, derribando el mito de que venían a hacer un Estado más eficiente: lo que más aumentó es la cantidad de CEOS y funcionarios con altas remuneraciones.


A nivel sectorial, el caso más grave es, justamente, el de la industria, atacada por la caída del mercado interno y la apertura comercial, que ocupa al 20% de los trabajadores registrados en el sector privado. El saldo del macrismo a abril de 2017 son 58 mil empleos industriales destruidos. A pesar del impulso electoral de la obra pública, en la construcción todavía falta recuperar 11 mil empleos.
Mientras tanto, el gobierno insiste con la tergiversación estadística: el macrismo empezó a contar a los nuevos monotributistas como si fueran nuevos empleados. En el mejor de los casos, se trata del registro de un puesto de trabajo ya existente: alguien que empezó a pagar monotributo o bien alguien que perdió su trabajo formal y no le quedó otra opción que transformarse en monotributista. Además, el monotributo se paga mensualmente incluso si no se factura. Y Macri lo cuenta como un empleado. En general, se trata de precarización. Sin ART, sin vacaciones, sin aguinaldo, sin convenio. Son 70 mil nuevos monotributistas y 36 mil monotributistas sociales desde que asumió Macri. Se precariza el empleo, como en los noventa.


Esta recesión no fue gratis. No sólo hay menos empleo. La devaluación y el tarifazo se traducen en ingresos robados a los más vulnerables. En términos de poder de compra, se perdió el equivalente a dos meses de asignación por cada hijo, niño, niña o adolescente. Y los jubilados perdieron el equivalente a dos meses de jubilación mínima por cada jubilado. 


El supuesto “crecimiento”, además, no es sostenible: se basa en deuda externa.


Este modelo no solo destruye la producción nacional, sino que hipoteca el futuro de todos los argentinos, ya que su aparente “estabilidad” se basa en un masivo ingreso de deuda externa. La apertura y la devaluación de 2015 con la que inició su política económica el macrismo, fracasó con el prometido boom de exportaciones y la añorada lluvia de inversiones.
Desde que asumió Cambiemos el gobierno liquidó USD 44.200 millones en el Mercado de Cambios, provenientes de la deuda externa. Las reservas del BCRA sólo crecieron la mitad de ese monto. El resto, fue a financiar la fuga privada de grandes capitales en el marco de la bicicleta financiera.
Esto es grave. A la caída del consumo local se suma la apertura de las importaciones y el magro desempeño de las exportaciones. Los recientes datos de comercio exterior muestran que el déficit comercial del primer semestre de 2017 fue de USD -2.613 millones de USD, EL MAYOR DÉFICIT PARA UN PRIMER SEMESTRE DESDE 1994.


El Gobierno prepara un ajuste monetario y fiscal para 2018.


Aunque los consultores y bancos de inversión estiman que en 2018 se mantendrá un ritmo de crecimiento cercano a 3%, no existe ninguna evidencia que permita sostener esta postura.
El programa de metas de déficit que fijó el Ministerio de Hacienda pone fecha de vencimiento al veranito de la construcción, que además está impulsando a los pocos sectores industriales que crecen. Para cumplir sus metas fiscales de 2017 y 2018, el gobierno seguramente recortará la obra pública. Como con eso no va a alcanzar, se espera un ajuste en el gasto previsional y en seguridad social. Después de las elecciones se viene un recorte superior del gasto público. 
Por otro lado, la visible inconsistencia entre las metas de inflación y la efectiva dinámica de los precios tiende a profundizarse, en un marco de creciente incertidumbre cambiaria y nuevas devaluaciones. Seguramente, el gobierno profundice el ajuste monetario con tasas altísimas de interés (entre 25% y 30%), que lejos de garantizar la baja de la inflación, solo alimentan al negocio financiero, con una mayor recesión e inestabilidad.
En conclusión: después de la caída de 2016, lo que se observa es un leve y esperable rebote estadístico heterogéneo, regresivo e insostenible. Para peor, las políticas de ajuste fiscal y monetario que ya anunció que va a instrumentar el Gobierno, seguramente inducirán una nueva caída en 2018. Si Macri no cambia la política económica las cosas no van a mejorar, sino que van a ir peor. 

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