CLAVES DE LECTURA
En los primeros meses del año, la actividad continúa arrojando resultados mixtos. A pesar de haber alcanzado un piso a mediados del año pasado, la economía no consigue repuntar decididamente. El consumo no termina de reaccionar frente a los nuevos embates inflacionarios, mientras que la inversión solo crece en algunos sectores puntuales.
A esta altura del año queda claro que el “sesgo antinflacionario” del BCRA no será suficiente para cumplir con las metas de inflación, teniendo en cuenta que los principales impulsores del nivel de precios serán, en el corto plazo, factores de oferta (tarifas). En este escenario, el gobierno podría apostar a una mayor apertura de las importaciones para disciplinar precios, un instrumento que ya comenzó a generar conflictos en el plano laboral y empresarial.
El mercado de trabajo, además de estar estancado, arroja novedades preocupantes. En efecto, empiezan a observarse señales de que la economía ha ingresado en una nueva fase de aumento en la informalidad laboral, lo cual está íntimamente relacionado con la pérdida de puestos de trabajo en el sector industrial, producto de la caída del consumo y la apertura de las importaciones.
En tanto, el gobierno ya parece haber activado el modo electoral en el plano fiscal, aunque sigue esforzándose por mostrar una disminución del déficit, luego de las sucesivas reducciones de impuestos del año pasado. Esto se implementa no solo a través de acciones concretas, como la suba de tarifas, sino también mediante un nuevo “maquillaje” de las cuentas públicas, el segundo que se aplica desde que el gobierno asumió a fines de 2015.
La necesidad de cerrar la brecha fiscal hace que las autoridades sigan emitiendo importantes volúmenes de deuda, lo cual contribuyó a que la apreciación cambiaria siga en pie (a pesar de los riesgos que implica en una economía con libre movilidad de capitales), actuando de este modo como ancla nominal. |
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