Irina Henríquez Vergara: A riesgo de caer...
SÓLO UN DESTINO POSEO
A Lucía Estrada
Sólo un destino poseo.
(Y la sospecha
de que resbala de mis manos
y será absurdo reclamar)
Sólo una contracción espiritual
ante un espejo que nada dice.
(Y la certidumbre
de que la araña existe
a pesar de su belleza inútil)
Unas manos precursoras,
unos ojos temerosos de la noche
y unas cuantas vidas aplazadas
tan sólo poseo.
Ahora ocurre del día
la mitad de su planetaria vida.
Hora meridiana para dejar reposar el dolor en lo alto de un árbol.
Ocurre la hora vital del día cuando la noche
abandona a mis ojos y a este cuerpo que no me pertenece.
¿A quién, entonces?
Todos los dioses lloran en el trasfondo de mi jardín,
lágrimas caen sobre las hojas, el tallo se estremece y bajo su sombra,
sobre la tierra, la flor caída.
No la pises. Es mi cuerpo.
VÉRTIGO DE LA TARDE
I
¿Y esa esfera de fuego, cómo es que nos reduce a su eterno llegar y esconderse?
Esta condición de observadores de un todo
que no permite ascender a su fuego milenario,
concibe en mí la virtud del ave del río, del deseo de todos los vuelos de mi carne.
II
Me extingo. Me vuelvo a encender. Es el conjuro del viento en las alargadas ramas de la tarde.
Un murciélago adorna la nostalgia del trópico poco después de haber doblado las campanas.
Pero no es suficiente. No me pierdo en la música, en las voces, en los ríos de palabras. No me olvido de la noche…
que ya llega.
III
Ahora cierro los ojos, dispongo mi cuerpo y me torno en fruto que espera.
LA HORA DE LAS CAMPANAS
La tarde se fuga entre los pinos
y la vanagloria de quienes
gimen de rodillas en el templo
para glorificar al sol que se coagula en noche.
Es la hora de los purgatorios.
Por un instante arrojo
esta máscara vulnerada
y los cuchillos de la oscuridad
difuminan mis párpados
y mi cuerpo adquiere la virtud
de los creados en la noche antigua.
Es la sal de todos los mares
ardiendo en mi garganta.
Aguardo cada día esta hora
para venerar la eterna mirada de la luna
sobre un río de ojos vivos y muertas almas,
para celebrar este rito
hasta en la sombra de mis huesos.
LA NEGACION DE LA LOCURA
Cae sin tregua la lluvia.
Una lluvia áspera de invierno del Trópico.
Burbujas en apariencia inútiles se mojan en la intemperie.
Dentro de una estoy yo,
seca de agua empapada de miedo.
Alrededor de esta burbuja,
los sueños del pasado reanudan la noticia
de mi lucidez temprana:
ratas del bosque
puerco espinos de agua
aves monstruosas regresan a roer la piedra del destino
que he escogido para esta vida.
Entonces de regreso a mis visiones
me doy cuenta de que este bosque
por el cual he transitado tiene orejas y ojos
que lanzan miradas de hambre sobre mí,
y a través de la burbuja
un sapo me es arrojado al pecho desnudo
para que el grito condensado de todas las noches anteriores
me despierte
seca de lluvia
ahogada en un poema.
A RIESGO DE CAER
“Yo estoy vigilante para hablar de lo que veo
a través de la ventana”
Orietta Lozano.
Se han agolpado todas las aves
en el verde manto de la tierra que atisbo por la ventana.
He confundido a peces voladores y golondrinas,
y desde que las aguas visten el color del pasto
me es imposible diferenciar tierra y lago
si sobre ambos piedras y nenúfares arden como la flor del día.
Comprobarán mis pies que la tierra es tierra
y que el agua es agua,
porque de ambas ascienden árboles inmensos sin procurarme sombra.
O seré ave a riesgo de caer.
O seré mujer a riesgo de volar
de flotar
de caminar sobre las aguas
o morir ahogada.
Entonces arderá en mí lo vegetal y desestabilizará el color de la materia.
Porque preciso locamente
palpar la savia de los bosques y los campos
olvidar la ventana y hundirme para siempre
bajo el verde manto de estas aguas.
*Poeta colombiana. Los poemas pertenecen a su libro A riesgo de caer.
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