9 de julio: de San Martín a Macri (segunda parte)
Segunda de la serie de tres entregas a 200 años de la independencia argentina
3. La primera independencia declarada en territorio de lo que hoy es la Argentina
Artigas, padre fundador del partido popular y del federalismo en estas tierras asume que su causa es la americana y no sólo la rioplatense y, mucho menos, la uruguaya, que no se consideraba a sí misma más que como la Banda Oriental del Río de la Plata. Por eso es tan falso cuando historiadores liberales a ambas orillas del Plata lo presentan como un libertador uruguayo tanto como cuando lo hacen como un argentino. Cuando Montevideo, todavía a las órdenes del virrey Francisco Javier de Elío, era uno de los bastiones contra la Revolución de Mayo, Artigas en Mercedes, donde había establecido su cuartel general, lanza su proclama a los orientales: “Tiemblen esos tiranos por haber excitado nuestro enojo, sin advertir que los americanos del sur están dispuestos a defender su patria y a morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio”. La patria para Artigas es, sin duda, América del Sur.
Sin embargo, ese patriota oriental será una y otra vez traicionado por los gobiernos de Buenos Aires. La primera vez, en octubre de 1811, cuando el Triunvirato llegó a un acuerdo con el virrey Elío, poniendo fin al sitio de Montevideo, con la excusa de que los portugueses habían invadido por primera vez la Banda Oriental pero con el objetivo de sacarse de encima al mismísimo Artigas.
El liderazgo indiscutido de Artigas sobre la Banda Oriental nacerá a partir de la redota o éxodo popular de Montevideo. Esa heroica caminata de más de 500 km con más de 15.000 personas templó la fibra del pueblo oriental. Con la redota, Artigas había interpretado el corazón del pueblo oriental que no quería abandonar las armas para continuar la lucha contra los colonialistas de Elío hasta desalojarlo y, a la vez, hacer frente a los invasores portugueses.
“El liderazgo indiscutido de Artigas sobre la Banda Oriental nacerá a partir de la redota o éxodo popular de Montevideo”
Consideramos que la impronta de Artigas, que configura su amenazante peligrosidad, era que su poder se sustentaba sobre las clases oprimidas del movimiento nacional. Don José compartía las prácticas, los entretenimientos y las formas de vida de esos gauchos, despreciados por los hombres de levita de las ciudades capitales. Artigas se entendía también en el lenguaje de aquellos jinetes rudos de pocas palabras y muchas veces mechadas de guaraní, idioma que según cuentan manejaba perfectamente el Protector de los Pueblos Libres.
Cuando la situación del director supremo se hace insostenible y Alvear renuncia, se nombra director supremo a Rondeau (que estaba al frente del Ejército del Norte), siendo Álvarez Thomas director sustituto.
Son realmente los tiempos del pináculo de la hegemonía de Artigas en el Río de la Plata. Álvarez Thomas, se presenta como un aliado del federalismo artiguista. De hecho, adoptó muchas medidas que lo congraciaban con Artigas y los caudillos provinciales, parándose claramente como un acérrimo opositor al gobierno anterior de Alvear. Sin embargo, es posible dudar de sus buenas intenciones de ese sujeto como lo hace Galasso.
Álvarez Thomas arma una comisión que le propone al Protector: “Buenos Aires reconoce la independencia de la Banda Oriental del Uruguay, renunciando a los derechos que por el anterior régimen le pertenecían”. Era lo mismo que había propuesto Alvear, dejando el Paraná como límite oriental del hinterland de Buenos Aires. Eso sí que era no comprender a Artigas. Buenos Aires volvía a equivocarse en el trato con los caudillos. “La Banda Oriental -postulaba Artigas en esa negociación- entra en el rol para formar el Estado denominado ‘Provincias Unidas del Río de la Plata”.
El fracaso de la misión negociadora precipitó los acontecimientos y obligó al Protector a una rápida respuesta respecto del futuro de sus relaciones con el gobierno porteño. En abril, Artigas empieza a preparar el Congreso de Oriente.
“El Congreso de Oriente, celebrado en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, Entre Ríos, ha sido uno de los eventos más ninguneados por los historiadores”
Es el odio de la historia oficial y particularmente de Bartolomé Mitre contra Artigas lo que hizo desaparecer de nuestra historia a este importante congreso que reunió a representantes de la mayoría de las provincias de lo que hoy constituye la República Argentina. El Congreso de la Confederación de los Pueblos Libres cayó de ex profeso en el olvido por los historiadores liberales en esa magnífica sabiduría con que fue organizada la ignorancia del país, parafraseando a Scalabrini Ortiz.
El Congreso de Oriente, celebrado en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, Entre Ríos, ha sido uno de los eventos más ninguneados por los historiadores. En la historiografía oficial se lo desconoce por la falta de formalidad del congreso. En realidad se lo ha menospreciado porque se apartó de los modelos institucionales europeos que la historia oficial ha legitimado. Generalmente lo que se hace es ignorarlo como si no hubiera existido.
“Este Congreso de Oriente será la última vez en la historia de los argentinos, en que los indios, los olvidados y siempre explotados habitantes del continente nuevo, al igual que los hombres del color que fuesen, elegirán sus diputados, y serán ellos mismos autoridades legítimas, entendiendo a la Confederación de los Pueblos Libres como su propia patria” dice el historiador misionero Salvador Cabral.
El contenido del Congreso de Oriente no se ornamentó de pompa, ni tampoco fue conforme a la forma de las grandes sesiones adornadas con floridos discursos de señores biempensantes con formación europea, como era de estilo en aquellos tiempos. No hacía falta discutir demasiado para tomar las decisiones expresadas por Artigas, como síntesis del poder político constituido en la Liga de los Pueblos Libres y como su Protector: la declaración de independencia, la organización del Estado federal, más la creación de un gobierno interno. El congreso sólo homologó lo que ya se venía discutiendo y era la parte sustancial del mandato de sus congresales. Independencia y federalismo fueron sus conclusiones fundantes.
“El Congreso de Tucumán abrió sus sesiones el 24 de marzo de 1816. A efectos de desarrollar sus debates se alquiló una casona colonial, propiedad de Francisca Bazán de Laguna, cercana a la plaza principal, que quedará en la historia como la Casa de Tucumán”
El gran problema para el reconocimiento historiográfico del Congreso de Oriente es que sus actas se perdieron, no quedando constancia documental de sus debates. No obstante, el testimonio oral de algunos de los participantes permite reconstruir el contenido de sus deliberaciones.
La clave, no tanto del Congreso de Oriente, sino de la viabilidad del mismo como fuerza de estructuración hegemónica de la futura nación, era la participación de la provincia de Córdoba, por su ubicación estratégica. En efecto, por Córdoba pasaban los caminos que comunicaban a Buenos Aires con el resto de las provincias del norte. Si Córdoba se hubiera jugado por permanecer junto a Artigas y le hubiera dado la espalda al Directorio, podría haber significado un giro drástico en los acontecimientos históricos de la futura Argentina. Sin Córdoba es muy posible que la convocatoria al Congreso de Tucumán hubiera fracasado. Córdoba con su política ambigua fue la única provincia que participó en los dos congresos.
4. Circunstancias de la convocatoria a Tucumán
Una vez en el poder, Álvarez Thomas reproduce la política porteñista contra la que se había levantado en Fontezuela, acabando rápidamente con la luz de esperanza que había encendido. Pero su obra de gobierno más trascendente fue la convocatoria a un Congreso Constituyente en la ciudad de San Miguel de Tucumán.
La situación no podía ser peor. En Europa una restauración conservadora luego de la caída de Napoleón se juntaba en el Congreso de Viena. Al mismo tiempo que se constituye el Congreso de Tucumán, se va consolidando un gran ejército colonialista en el Alto Perú al mando de José de la Serna, que amenazaba con bajar en cualquier momento. Pensemos que Tucumán quedaba a menos de unos centenares de kilómetros de dónde estaba asentado ese ejército reaccionario. Al mismo tiempo y aprovechando la ocasión, los portugueses invaden nuevamente la Banda Oriental, aunque con un guiño de Buenos Aires (que con esta traición encuentra por enésima vez la oportunidad de librarse de Artigas).
Estas son las condiciones francamente adversas en la que se reunió el Congreso convocado en Tucumán. Así van llegando los congresales, después de viajar, los que vienen de zonas lejanas por más de tres meses en carretas de bueyes o, los privilegiados que pueden costarlas, treinta días en galeras de cuatro caballos. Los diputados fueron elegidos, a razón de uno por cada cinco mil habitantes de ciudades y villas.
“La declaración de la independencia, votada por el congreso el 9 de julio de 1816, debe ser vista en perspectiva de una acción política que comienza con las revoluciones políticas estalladas frente a la acefalía del gobierno español”
El Congreso de Tucumán abrió sus sesiones el 24 de marzo de 1816. A efectos de desarrollar sus debates se alquiló una casona colonial, propiedad de Francisca Bazán de Laguna, cercana a la plaza principal, que quedará en la historia como la “Casa de Tucumán”. Allí se reunieron treinta y tres congresales de los cuales dieciocho eran doctores en leyes, once eran sacerdotes y cuatro militares. Tuvieron representación catorce provincias, tres de las cuales pertenecientes a la actual Bolivia, el resto de Argentina. Córdoba también estuvo presente, siendo la única que participó de los dos congresos, el de Arroyo de la China y el de Tucumán. Con la particularidad de que José Antonio Cabrera fue diputado en ambos. Las provincias bajo la influencia de Artigas no fueron siquiera invitadas.
La declaración de la independencia, votada por el congreso el 9 de julio de 1816, debe ser vista en perspectiva de una acción política que comienza con las revoluciones políticas estalladas frente a la acefalía del gobierno español. Sin embargo, la ruptura de esa lógica revolucionaria con base en la libertad (antiabsolutista) y la soberanía (reversión en el pueblo de la misma) hasta llegar a una revolución nacional que tiene en la idea de patria americana o sudamericana su base conceptual, en realidad se origina en la violencia con que los realistas reaccionaron ante el hecho revolucionario y juntista americano, lo cual a su vez fue la base para que las fuerzas colonialistas entendieran que había que defender las posesiones coloniales del imperio español a capa y espada.
(continuará)
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