viernes, 31 de enero de 2020

EL LENTO GENOCIDIO WICHI... -- I


Aqui, Pelota de Trapo. Agencia de Noticias.


Por Silvana Melo
(APe).- Son siete los niños wichí que no llegaron a vivir dos años y que se
 murieron de hambre y de sed en este enero. El agronegocio desmontó, en los
 últimos diez años, 1.200.000 hectáreas. Y desalojó a cien mil mujeres, hombres
 y niños que vivían, comían y se curaban bajo su techo frondoso. La frontera 
agropecuaria se empuja y se corre e irrumpen la soja y la transgénesis donde
 estaba el monte. Un pueblo entero entre los árboles queda desnudo e inerme. 
Y se va muriendo, poco a poco. Con decenas de niños en la frontera de la vida y
 de la muerte. Ante la dimensión de la catástrofe, los médicos Medardo Avila
 (lo adelantó en esta Agencia), Carlos Trotta y Emilio Iosa elevaron el pedido a
Médicos Sin Fronteras para instalar una misión humanitaria en un territorio donde 
la presencia del estado elige a quiénes abandona.
Dice el cacique Modesto Rojas que los muertos son nueve. Seguro que tiene
 razón. Nadie habla con ellos. Dicen las autoridades que hay otros siete muy graves.
 Dice el cacique Modesto Rojas que son más de veinte los niños que tienen la vida 
colgando de un hilito, como una llama que se sopla y se va. Y seguro que tiene razón.
Nadie habla con los caciques. “Vino Arroyo y no quiso hablar con nosotros”, dice. 
Apenas habían muerto tres cuando el Ministro de Desarrollo Social pasó por Salta
 y, de la mano del Gobernador, paseó por donde lo llevaron. Lejos de lo terrible.
 Con las tarjetas alimentarias como panacea. Para un pueblo en extinción, puesto 
a morirse lo antes posible para usarles la escasa tierra en la que todavía dejan 
caer sus huesos por las noches.

Dice el médico Rodolfo Franco, desde las comunidades Misión Chaqueña y Carboncito, a APe: “en mi comunidad no ha muerto ninguno, las dos pertenecen a Embarcación, departamento San Martín. Son Hollywood mis comunidades porque todavía tienen monte para poder enfrentar el hambre. Las del norte son castastróficas”.

En 2009 el diario Crítica publicaba una investigación sobre los vínculos
 de la familia y de los funcionarios del entonces gobernador de Salta , 
Juan Manuel Urtubey, con las empresas del desmonte en esa provincia. 
Urtubey gobernó 12 años. Y la semana pasada se fue a vivir a España.

“Vengo advirtiéndolo desde hace años. He avisado al hospital que hay mucha 
desnutrición. Pero es un plan premeditado: se trata de sacarles la tierra y para
 eso primero los tienen que matar; es feo matarlos a balazos. Entonces lo hacen 
con hambre, con mala educación, con mala salud”. La Organización Mundial de la
Salud, dice Franco a esta Agencia, “sostiene que es necesario un médico cada 
600 personas. Yo atiendo dos pueblos con 4000 y 2000. A veces mandan algún
refuerzo esporádicamente, pero vienen apurados y se van apurados. Yo estoy 
atendiendo sin parar y los dos ganamos lo mismo obviamente. Los sueldos
 están muy relegados”.
Dice Octorina Zamora, líder wichi. “¿Tengo la culpa de morirme de hambre
cuando me sacaron mi hábitat, me sacaron el monte? En Salta que no haya casi
 algarrobos, que es alimento principal. Cuando yo era chica no había chicos
 desnutridos. Entonces ¿qué culpa? Donde había algarrobos no hay nada”.
 Le habían dicho que el problema era cultural. Que los wichí se llevaban los
 enfermos y los escondían en el monte. ¿Qué monte?.
Mientras los ex gobernadores se marchan a Europa y los ex presidentes presiden
 fundaciones del fútbol mundial, desde hace diez años los niños muertos se pueden
 contar de a racimos, como decía Alberto Morlachetti. Y anotarlos en las listas de
 los crímenes sociales más crueles, con culpables concretos, con nombres, 
rostros e historias.

De enero a junio de 2011 murieron
 trece niños en Embarcación, Pichanal y 
Tartagal. De desnutrición y de
enfermedades parientes del hambre
en la Salta que Urtubey había
 heredado de Juan Carlos Romero.
 En 2016 se fue un niño por mes 
en el norte terrible, en la Salta y el 
Chaco que comparten el desmonte y 
el desprecio. El último en Rivadavia,
 una de las parcelas más castigadas 
de la provincia de los urtubeyes que
 partieron buscando nuevos horizontes. 
El verano de 2017 se devoró a 21 niños 
 en Santa Victoria Este, ahí donde la
 Salta se acaba, como cayéndose en 
Paraguay. Doce bebés en ese verano

 brutal de Santa Victoria Este nacieron
 muertos porque sus madres languidecían de hambre y de sed. Cercadas por el 
abandono y la desidia.
2020 amanece con otro racimo de niños que se mueren. Mientras el ex gobernador 
se va y el ex presidente asume en la Fundación FIFA. Ambos responsables de abrir
 las puertas al exterminio. Ambos responsables, al menos, de no evitarlo.
Mientras se apunta el pánico hacia el coronavirus de la China los niños se mueren
 de hambre y de sed en el verano feroz sin árboles ni agua del chaco salteño
 desmontado, desguazado y expoliado.
“Salieron a prohibir la palabra desnutrición al principio, pero no se pudo
 –sostiene Rodolfo Franco a APe-. Siempre la restringen en los certificados de 
defunción, no hay que poner síndrome febril, hay que poner otra causa” pero 
“yo tengo 69 años y 43 de médico y hablo de desnutrición, deshidratación,
 porque al no poder tener agua para sembrar, cosechar y regar plantas, no pueden
 hacer nada. La tierra es muy fértil, pero sin agua no hay nada”. Para el médico 
“forma parte del plan de genocidio. Las balas son caras. Hay que matarlos con
 cuchillos, como decía un general de la campaña del desierto”.
Modesto Rojas, cacique, habla de “una mujer que murió en Santa María por
 dar a luz. Fallecieron ella y el bebé”. Para el conteo oficial ya serían siete los
niños muertos. Para el de Modesto, casi una decena.
Santa Victoria Este tiene un secretario de relaciones Institucionales de origen 
diaguita calchaquí, Antonio César Villa. El intendente es wichí. "Lo que más se 
dificulta es el acceso al agua. En este momento tenemos una sequía que está 
devastando la región, se nos están muriendo todos los animales que ni siquiera
 se pueden comer porque muchos de ellos están enfermos", dice Villa. Mientras 
tanto el Pilcomayo acecha. “Llega cada vez más caudaloso y en cualquier momento 
comienza a desbordar en medio de esta sequía”. Es que el río, que baja por los
 cerros de Bolivia y serpentea por la frontera con Argentina y el sur de Paraguay 
está tapado en algunos sectores “por el lodo acumulado por inundaciones 
anteriores; año tras año bajan aludes y se producen inundaciones cada vez
 más frecuentes, debido al desmonte”, relata Villa con ojos de quien
 lo vio de cerca.

1 comentario:

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