Los límites de la paciencia militar. Brasileña
julio 22, 2017A través de un par de amigos me llegó esta nota de Raúl Zibechi, que han tomado la rusa Sputnik y la (contestaria) española La Haine. Como todo, tiene un sesgo, pero menciona hechos reales. Importantes para los brasileños. Y para nosotros también. Comento al final.
“La revista militar Jane’s Defence alertó el pasado 20 de junio que el Gobierno de Brasil está considerando una “suspensión prolongada de la financiación para el programa de su submarino nuclear”.
Según el portal, la combinación de dificultades financieras por la larga crisis económica y la inestabilidad política serían la causa de la nueva postergación del mayor programa militar del país.
El mismo día, la Marina brasileña se apresuró a difundir un breve comunicado en el que asegura que el Programa de Submarinos (Prosub) no sufre ninguna alteración en su cronograma. Agrega que no hubo ningún retraso en los pagos del Gobierno “entre los años 2012 y 2013”, que el primer submarino convencional será botado en 2018 y que el nuclear lo será en 2027.
En 1979, Brasil inició el Programa Nuclear de la Marina, que le permitió en 10 años dominar el ciclo completo de enriquecimiento de uranio a través de centrifugadoras elaboradas autónomamente. El programa funciona en el Centro Tecnológico de la Marina, en Aramar, a 20 kilómetros de Sao Paulo y tiene dos vertientes: el Proyecto de Propulsión Naval para el primer submarino nuclear, y el Proyecto del Ciclo de Combustible Nuclear, que incluye el enriquecimiento de uranio.
Por este motivo, el país fue colocado en una ‘lista negra’ que le impedía importar materiales para el área nuclear, entre ellos las supercomputadoras necesarias para monitorear el proceso. Uno de los creadores y principales directores del programa es el vicealmirante Othon Luiz Pinheiro da Silva, que fue “monitoreado por agentes de la CIA” cuando el país importó bajo su orientación materiales ‘prohibidos’.
Graduado en ingeniería mecánica en el MIT, Othon fue la pieza clave en el desarrollo de una tecnología nuclear nacional, lo que le valió amplio reconocimiento con la entrega de ocho medallas militares. Pero el programa tenía sus detractores. En 1997, el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, alineado con Washington, firmó el Tratado de No Proliferación, lo que significó un giro de 180 grados en la política nuclear del país.
En 2008, el viejo proyecto fue reactivado cuando se descubrieron importantes yacimientos de petróleo en el mar, la llamada ‘capa pre-sal’, que imponía Brasil la vigilancia de sus 8.000 kilómetros de litoral marítimo. También en 2008 se formuló la Estrategia Nacional de Defensa, bajo el Gobierno de Lula, que establece como ‘prioridad’ la construcción de un submarino nuclear con el objetivo de negar el uso del mar a cualquier potencia hostil y defender las plataformas petrolíferas.
En 1983, la Marina ya había firmado un acuerdo con Alemania por el que se construyeron cuatro submarinos de propulsión diésel-eléctrica en Brasil. El descubrimiento de petróleo en la plataforma marítima aceleró los panes de construir submarinos y en 2009 se firmaron acuerdos con Francia para construir un astillero, una base de operaciones, cuatro submarinos Scorpene y uno nuclear con transferencia de tecnología.
El cronograma inicial preveía que el primer sumergible nuclear estaría listo en 2011, por lo cual el retraso es ya de seis años. Seguramente será mayor, si no llega a ser definitivamente aplazado.
El proyecto comenzó con buen pie, pero pronto aparecieron dificultades. El primer obstáculo provino de Estados Unidos. Desde 2009, según los cables revelados por WikiLeaks, la Embajada de EEUU en Brasil mostró su oposición al submarino nuclear al que el embajador Clifford Sobel calificaba como “elefante blanco políticamente popular” y adelantaba el surgimiento de “agujeros negros” de carácter financiero.
El segundo problema consiste en la crisis política brasileña comenzada luego de 2014 con la operación Lava-Jato contra la corrupción. En apenas dos años, la justicia desbarató los planes estratégicos de Brasil, encarcelando a la plana mayor de Odebrecht, con lo que la empresa entró en bancarrota, y al vicealmirante Othon, presidente de Eletronuclear, con lo que asestó un golpe moral a la Marina.
Othon recibió la mayor pena entre los 144 condenados por Lava-Jato: 43 años, acusado de corrupción, lavado de dinero y evasión de divisas. Era la principal referencia del Programa Nuclear y, según las palabras del juez que lo condenó, tenía gran influencia en más de una generación de ingenieros y oficiales de la Marina.
El tercer problema es la falta de recursos por la crisis económica que vive el país, que está desmantelando el aparato productivo. Apenas un ejemplo: la pujante industria naval se vino abajo. De los 40 astilleros existentes, 12 están parados y el resto trabajan muy por debajo de su capacidad, al punto que el sector despidió a 50.000 trabajadores, la mitad de los empleados, y tiene deudas millonarias que no puede pagar.
Sergio Machado Rezende, ministro de Ciencia y Tecnología bajo el Gobierno de Lula entre 2005 y 2010, sostiene que “está todo paralizado” en relación a proyectos estratégicos tales como el programa de submarinos y los de la Fuerza Aérea. Opina que tanto la Marina como la Aeronáutica están cerca de reaccionar contra el Gobierno de Michel Temer si no se liberan fondos para esos proyectos que los militares consideran vitales para la defensa.
Rezende considera que las personas que están al frente de la Operación Lava Jato no tienen idea de lo que es importante para Brasil, porque “combatir la corrupción es muy importante, pero ¿acabar con una empresa?“, se pregunta en relación a Odebrecht, que estaba al frente de todo el programa de submarinos. Criticó la entrega de papeles sensibles de Odebrecht al departamento de Justicia de EEUU.
“¿Cuándo los EEUU entregarían una empresa importante para ellos a otro país?“, se pregunta Rezende. “Una de las razones por las cuales el PIB no crece es porque las grandes empresas están paralizadas. Con la excusa de combatir la corrupción están aniquilando el sistema empresarial brasileño“, concluye el ex ministro.
En ese sentido, el contralmirante Flavio Augusto Viana Rocha, director del Centro de Información de la Marina, dijo que el diseño del submarino de propulsión nuclear fue terminado hace tres años, pero los atrasos en otras estructuras del proyecto y la pérdida del 50% del efectivo de Odebrecht “deja incertidumbres en la expectativa de conclusión” del proyecto.
El primer submarino convencional, bautizado Riachuelo, será botado en julio de 2018, con tres años de retraso si todo marcha bien. El submarino nuclear enfrenta aún más dificultades. El reactor está aún en fase embrionaria. Por sus dimensiones, Brasil debería tener en activo por lo menos 30 submarinos, pero sólo tiene cinco convencionales. Y está a punto de perder la posibilidad de tener el primero nuclear, una pieza clave para la defensa de su petróleo”.
Se me ocurrió el título del posteo por una (muy superficial y casera) analogía con el anterior Los límites de la paciencia sindical. La numerosa y sensible progresía argentina tiene casi tantas reservas con los sindicalistas como con los militares. Y en el segundo caso, por razones que tienen que ver con la dolorosa historia argentina.
Pero las fuerzas armadas brasileñas, tan feroces en la represión como las nuestras, no han sido derrotadas en una guerra reciente. En todo caso, las reacciones argentinas no tienen mucho peso en el asunto. Más importante es saber si los brasileños encontrarán algo en común, o no, entre el viejo nacionalismo desarrollista de sus generales y almirantes, con otros afectados del partido judicial,
lula y sus amigos.
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