No sería exagerado afirmar que Cristina conserva hoy prácticamente la misma centralidad política que tenía cuando terminó su mandato, en diciembre de 2015; tanto para el gobierno, como para las oposiciones. Una centralidad que le permitió dejar la Casa Rosada como ningún presidente lo hizo desde el retorno a la democracia (en un acto público, con la Plaza de Mayo repleta de gente que fue a despedirla agradecida), y que hizo que también se le atribuyeran -con razón o sin ella- las mayores responsabilidades en el triunfo de Macri en el balotaje.
Ya con "Cambiemos" en el gobierno, lo que hiciera o dejara de hacer, dijera o dejara de decir Cristina, y su suerte en las causas judiciales armadas en su contra, se convirtieron en el tema central de la agenda política y mediática del país; incluso por encima de las propias medidas de Macri y el rumbo de su administración. Podrá decirse que justamente eso era lo que buscaban el gobierno y los medios hegemónicos, pero a juzgar por los resultados obtenidos, todo indicaría que les salió el tiro por la culata.
Con el paso de los meses y el fracaso de una tras otra promesa de segundos semestres y brotes verdes, la "lluvia de inversiones", el precio del dólar, las reformas "pendientes y necesarias" todo pasó a depender de Cristina; si se presentaba o no a elecciones, si las ganaba o no.
Cristina como fantasma a exorcizar es lo primero que aparece en las justificaciones de los empresarios que acompañan al gobierno, pero siguen sin ver la luz al final del túnel; y los operadores pseudo periodísticos de los medios nos explican que lo primero que preguntan los inversores extranjeros antes de decidir hacer negocios en el país, es que va a pasar con Cristina.
Stolbizer la eligió como mono-tema de acumulación política (al punto de criticar como se viste, en una disputa solitaria de peluquería, como diría Aníbal), y por eso Massa la busca, para ganarse el voto anti K, al punto de lanzar su canfidatura prometiendo "frenar a Cristina"; y no a Macri, su gobierno y sus políticas.
El peronismo "autocritico renovador post kirchnerista" la puso como ejemplo de los errores que no deben cometerse, creyendo que así acumulaba (aunque evitando nombrarla directamente muchas veces), y hoy con Randazzo en campaña habla más de ella, que de Macri. El dicho que se viralizó en las redes sociales no puede ser más preciso: todos los opositores hablan de Cristina, y Cristina habla de Macri.
La eligió como adversaria la mesa chica del gobierno para organizar la campaña, y ahora comprueban que el experimento se les fue de las manos, y al calor de los mocos de gestión cobró vida propia, ya no lo controlan y es casi seguro que lo padezcan en forma de derrota electoral. Los plumíferos del régimen que no hicieron otra cosa que escribir de ella mil veces (como Morales Solá) ahora están preocupados porque se le dio demasiada importancia.
Por contraste, para muchos Cristina es el nombre de la esperanza, el freno seguro a las políticas de Macri, o en todo caso el freno posible y a la mano, la única a la cual el gobierno teme, y la única derrota (la que todo indica sufrirán a manos de ella) que les dolería, sin que puedan disimularlo por más piruetas dialécticas que ensayen.
Cristina logró lo que nadie: hacerle perder la postura de hada buena a María Eugenia Vidal, y mostrar en público un rictus desencajado, como el que debe reservar en privado para mandar a reprimir trabajadores como en Pepsico o Cresta roja: en tono destemplado Vidal clama y exige que Cristina haga campaña del modo que le conviene al gobierno.
Cristina es la piedra en el zapato de los arquitectos del peronismo post kirchnerista, que dejan trascender en los medios que se juntan "para mostrarles los dientes a ella y a Macri", como si los dos gobernaran, y no uno (Macri), mientras la otra es la principal referencia opositora; y lo viene siendo desde el inicio mismo del gobierno.
La dieron por jubilada, muerta, presa y sepultada, a su ciclo por acabado, su representación en la sociedad disminuida y su influencia política desaparecida. No tiene (por decisión propia) fueros ni cargos, ni electivos ni partidarios; y sin embargo es la personalidad política más importante del país. Incluso -según se mire- más aun que Macri, porque ella no está pendiente de lo que él haga, pero a la inversa vaya si sucede; tanto que el presidente ha deslizado que sus legisladores tratarán de impedirle asumir en el Senado, si es electa, en una confesión de impotencia política difícil de superar.
En buena medida todo eso es responsabilidad de la propia Cristina (por lo que hizo cuando te tocó gobernar), tanto como de los que no la quieren nada: no fue Cristina la que definió el rumbo del gobierno de Macri, ni provocó los estropicios sociales y económicos que sus políticas están causando. Por el contrario, Macri aplica políticas que en el país se ensayaron tras enormes crisis politicas, económicas y sociales, con prescindencia de wue recibió un país en marcha.
Tampoco Cristina hizo nada ni movió un dedo para impedir que el "peronismo de Perón" o el "post kirchnerismo" se organizaran, cobraran volumen político propio y la hiciera nprescindible. Si no lo consiguieron, es exclusivamente atribuible a su propia chatura y liviandad política, no a ella.
El fenómeno Cristina -que excede la próxima elección, pero que la cubre por completo- tiene tanto que ver con sus propias condiciones de liderazgo (que algunos insisten en cuestionar y discutir, tanto como la gente insiste en ignorarlos, y seguirla a ella), como la orfandad y las precariedades de un sistema político que aun arrastra los coletazos del estallido del 2001, en las estructuras partidarias y en la falta de alumbramiento de una clase política a la altura de las circunstancias.
Y eso -por supuesto- no es responsabilidad de Cristina, que en todo caso se las compuso (al igual que Néstor) disimulándolo bastante bien cuando le tocó gestionar, y ahora que le toca ser opositora; haciendo política a la antigua (aun con cambios cosméticos, como en ésta campaña electoral); es decir haciéndose cargo de la obligación de representar, en medio de un festival de defecciones.
Razón por la cual sigue siendo Cristina, así como (salvando las distancias históricas) Perón, tras 18 años de exilio y proscripción, lejos de las herramientas del Estado y de la posibilidad de otorgar beneficios materiales a la gente, siguió siendo Perón.
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