Hoy los medios oficialistas publicaron esta noticia “BARILOCHE.- La Justicia federal de esta
ciudad evaluaba ingresar al predio que había sido ocupado por mapuches en Villa Mascardi
para levantar rastros y realizar los peritajes criminalísticos en la escena donde ayer murió
baleado Rafael Nahuel, en circunstancias que aún están siendo investigadas“.
Desde el gobierno, se disparó automáticamente, la acostumbrada batería de declaraciones:
Los disparos de los Albatros (el grupo de Prefectura) fueron “a los árboles”. El ministerio de
Patricia Bullrich afirmó que “lamenta lo sucedido” pero “en esta oportunidad, no se trató de
un grupo de protesta o de reivindicación sino de una metodología de violencia armada”.
El comunicado completo del Ministerio de Seguridad puede leerse aquí.
El diario local Río Negro -no especialmente opositor- publica el relato de Fernando Fernández
Herrero, un impulsor de la experiencia Alto Construcciones en Bariloche donde muchos jóvenes
se involucraron para aprender un oficio. Allí conoció a Rafael Nahuel. Se las copio. Y comento
después.
“Rafita NO tenía 27 años, tenía 22 recién cumplidos, nació el 15/8/95. Es más fácil construir
la imagen de “enfrentamiento” con un adulto de casi 30 armado, que con un pibe de 22 que tira piedras.Tampoco era un “delincuente”, o un “mapuche violento”, o “un indio que se la
merecía” como dicen en comentarios en las redes sociales los que hace rato perdieron su última
gota de dignidad.
A Rafita lo conocí hace más de 5 años cuando se largó la experiencia Alto Construcciones
(la foto es de esa época) en la que pibes desescolarizados de los barrios (en su caso del
Nahuel Hue) se integraron a una escuela de Don Bosco en Frutillar, a contraturno, para aprender
un oficio y hacer una práctica laboral. Mi compañero Javi Silva venía acompañanado a un grupo
de pibitos en la capilla del Nahuel Hue entre los que estaba Rafita, …flaquito, chiquito, siempre vestido de Boca, tratando de sobreponerse a una realidad familiar muy difícil, y a un barrio
que se come a los pibes.
Rápidamente se integró, aprendió a soldar, hacía cualquier trabajo pero de entrada vio que
lo que le gustaba era la herrería, siempre estaba cerca de su amigo Facundo Arias (que también perdimos), gran bromista siempre imitando a un payador, también de Coqui y Kevin Painefil,
sus otros hermanos de la vida.
Venía todos los días, no faltaba, contento se puso el mameluco cuando los pudimos comprar,
dentro de nuestro trabajo de ir integrando a los pibes en grupos con el eje puesto en la cultura del trabajo, Rafita era uno de nuestros referentes, era uno de esos que poníamos con otro al que le costaba más, que tenía menos ganas, Rafita tenía granas dobles y traccionaba.
Por diferencias con la escuela el Alto Construcciones se mudó transformándose en el San José
Obrero del Barrio Malvinas, hubo que empezar de nuevo, con muy pocos recursos y herramientas, Rafita la entendió rápido, todos los día caía al taller con algún hierro que rescataba de la basura y lo transformaba en un chulengo, una parrila, o cualquier cosa que pudiera vender.
Por esa época nos trajo un día a su hermano mayor Ale, que tanto queremos, lo trajo tímido al principio, pero decía sin decir que quería que le diéramos una mano.
Ale tan bueno como complicado cuando se intoxicaba, y ahí jugaba Rafa, se iba antes de pelearse, renunciaba a su espacio por su hermano, así era Rafita.
Dice Javi Silva “Tuve la suerte de acompañarlo. A mi me enseñó mucho. Fuimos de viaje, campamentos y muchas andanzas más . A veces no enojábamos el uno con el otro( pero siempre
nos arreglábamos) por decisiones.
Recuerdo cuando fuimos a ver a su hermano a Buenos Aires nos convocaron para dar una charla
del San José en la Universidad de Madres, el se puso la 10, habló de lo que significaba el poder
ver la vida de otro lado, el poder pensar en el otro y en si mismo.
Si un pide con toda una vida llena de dolores pero con más valores de vida que muchos de
nosotros.”
Cuando el San José se transformó en el Programa PAIS de Sedronar le dijimos, con
Omar Omar, Yanina Llancaqueo, y Javi Silva, a un grupo de pibes que ya eran mayores,
que debían empezar a transitar su propio camino, uno de los que lo entendió rápidamente
fue Rafa, igual venía seguido, empezó a noviar con una operadora, siempre nos saludaba
con cariño, a veces agradecía por su hermano, alegre, con ganas dobles, se la rebuscaba
con la herrería.
Después de eso se vinculó con otras organizaciones, últimamente su participación
en la causa Mapuche era otro importante proceso de crecimiento, porque a nuestros
pibes de los barrios empiezan por quitarles las oportunidades, y después les quitan la
capacidad de ser actores de la realidad, dejar todo lo que les hace mal, rebuscarse el trabajo y comprometerse con alguna causa que encima defienda sus raíces, es todo lo que podemos
soñar los que trabajamos en los barrios, con los pibes,… Rafita era todo lo que podíamos soñar.
Ayer lo asesinaron por la espalda“.
No tengo motivos para dudar de lo que cuenta Fernández Herrero. La historia de Rafita se parece
a la de muchísimos, demasiados, jóvenes que mueren por esa frase que ya es un lugar común
“gatillo fácil”.
Lo único que me hace ruido en lo que dice es esa expresión tan… sicológica “últimamente su
participación en la causa Mapuche era otro importante proceso de crecimiento“.
Es cierto que nadie otro que Perón dijo “No debiera nacer quien no tenga una causa noble
por la cual luchar“. Pero también es cierto que resulta fácil enganchar a los jóvenes a los que
se les niegan oportunidades futuro en delirancias. El planteo de un “estado mapuche” -si es eso
en lo que participaba- es un delirio, que sólo sirve para alejar las reivindicaciones legítimas de
los compatriotas de esa etnia. Y de pretexto para los que desean alimentar la paranoia de su
público y justificar la represión.
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