¿Por qué nos preocupa siempre?
¿por qué más que nunca hoy?
por Corina Setton
¿Por qué siempre?
La educación es un proceso de desarrollo personal, de construcción de
identidades y de formación de sujetos para la participación ciudadana.
En este sentido, implica un campo de socialización y, por ende, de
construcción de lazos y de pensamiento colectivo.
Específicamente la escuela, como primera institución educativa formal, es
el lugar de encuentro con otros. Nos posibilita abrir la mirada sesgada de una
particularidad familiar a la posibilidad del intercambio con una diversidad
imprevisible, por fuera del capricho de los padres o de su lógica singular,
hacia una racionalidad social, supuestamente más elaborada.
El Estado entonces es el encargado y responsable de organizar el sistema
educativo, en base a los saberes de profesionales e investigadores de este
ámbito, en función de ciertos objetivos planteados para la comunidad toda.
Pero, ¿qué pasa hoy?
Asistimos en este último año a un intento de reforma educativa que, al igual
que las otras reformas (laboral, previsional y de salud mental), se intenta imponer
sin la participación de los principales actores de dicho ámbito.
En este caso, tanto el cierre de profesorados, de programas de educación no
formal, los recortes de presupuestos en ciencia y cultura, los cambios
proyectados para el año en curso, como la llamada “escuela del futuro”,
indican una importante pauperización de la educación en su conjunto.
Un capítulo aparte merece el tratamiento de los docentes por parte del
gobierno actual. Empezando por la eliminación de las paritarias y continuando
por la estigmatización de los docentes vía medios de comunicación y
cadenas nacionales, tildándolos de “vagos” (que no quieren trabajar,
que se toman licencias permanentemente, que hacen paros, teniendo tres meses
de vacaciones, que carecen de capacitación), y un sinnúmero de
desvalorizaciones irreales por el estilo, se intenta mediante estas
representaciones socavar su autoridad dentro y fuera del aula, sea para
que opinen sobre la estructura curricular y los objetivos respecto de los
alumnos, como así también para realizar reclamos en base a sus propios
derechos y los de los estudiantes.
No es de extrañar entonces, que se postule como innecesaria su presencia
en el quinto año, o que puedan ser reemplazados por facilitadores, orientadores
o, por qué no, una máquina bien formateada.
Ahora bien, ¿alguno de estos hacedores del “cambio” pisó alguna vez un aula
de un quinto año? ¿Se codeó con las problemáticas de esta etapa, llámense
“vocacionales”, de “identidad sexual” o de “consumo abusivo de sustancias”, etc.?
¿O creerán que una plataforma virtual tendrá la suficiente formación para abordar
dichas temáticas?
En la Kierkegaard Buenos Aires estamos convencidos de que no, de que
los docentes son fundamentales en este proceso y cualquier reforma
seria está obligada a escucharlos.
Pero, lamentablemente, percibimos que lo que importa a nuestros
gobernantes/empresarios no es realmente el ámbito educativo, sino el laboral,
la producción de mano de obra barata de docentes, estudiantes y futuros
trabajadores y, en todo caso, una “educación para la adaptación”. Por eso,
tampoco es de extrañar que no se mencione en ningún lugar de esta reforma
la educación superior, el conocimiento como igualador social o
el pensamiento crítico.
Pero, afortunadamente, los estudiantes en primer lugar, los docentes con sus
asambleas y paros, en segundo término y diferentes espacios, como
Kierkegaard Buenos Aires, seguiremos repensando y resistiendo estas
“nuevas viejas políticas públicas”.
Ilustración: Carmen Cuervo
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