viernes, 20 de mayo de 2016

LA CRISIS DEL CONSENSO DEMOCRATICO -- del Blog de Abel

La crisis del consenso democrático

mayo 19, 2016
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el anillo de poder
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Otra vez el compañero Pepe Robles, del Instituto del Mundo del Trabajo de la UNTREF, hace llegar a nuestra agrupación un trabajo que me evita esforzarme en cualquier introducción o agregado. Estoy por completo de acuerdo en el diagnóstico. Claro, todos sabemos que encontrar la cura es mucho más difícil. Pero hay poca chance de hallarla si no tenemos diagnóstico.
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La crisis del consenso democrático en Sudamérica
El impeachment de Dilma en Brasil es la exteriorización de la crisis del consenso democrático alcanzado en Sudamérica en la década de 1980 y consolida un panorama muy negativo para toda la región y para el Mercosur.
La democracia sudamericana -sobre todo, pero también en parte la democracia latinoamericana- consolidada en las últimas tres décadas,  es la consecuencia de un fuerte consenso entre sectores sociales enfrentados, sobre la necesidad de terminar con los golpes de estado y las dictaduras cívico-militares que en el marco de la Guerra Fría arrasaron con los derechos humanos y la justicia social en nuestra región, en la segunda mitad del siglo XX.
Este consenso democrático no sucedió sólo dentro de cada país, sino que ha sido evidentemente un consenso regional, en el que también ha jugado un papel central Estados Unidos, muy vinculado al proceso de golpes de estado.
América Latina y particularmente Sudamérica tienen sus procesos políticos interconectados, en mucho mayor grado inclusive que sus procesos económicos. La era de la independencia (primera mitad del siglo XIX), la era de las repúblicas oligárquicas (segunda mitad del siglo XIX), la era de los gobiernos apoyados en el voto popular (primera mitad del siglo XX), la era de las dictaduras (segunda mitad del siglo XX) y finalmente la era del consenso democrático (desde fines del siglo XX), han seguido un claro patrón regional y sobre todo subregional. No es casual que la primera decisión que tomaron Alfonsín y Sarney, cuando Argentina y Brasil daban los primeros pasos para tratar de dejar atrás el infierno de las dictaduras en esos países, fue precisamente un acuerdo de integración que seis años después tomaría forma definitiva con la formalización del Mercosur. El consenso democrático en la región es antes que nada una cuestión regional, como también lo han expresado las sucesivas cartas democráticas del Mercosur, la Unasur y la Celac. Ese consenso es el que se ha roto y ha puesto en crisis la democracia en la región. El desplazamiento de Dilma es la demostración más clara, pero detrás de ese desplazamiento hay algo aún más grave, que es la clara tendencia de los sectores económica y mediáticamente más poderosos de la región, con evidente apoyo internacional, a dar por finalizado el tipo de consenso democrático alcanzado en los ‘80 y los ‘90.
Esto sucede luego de una década y media en la que Sudamérica redujo históricamente los niveles de pobreza y dio paso a un crecimiento explosivo de nuevas clases medias-trabajadoras, en un marco de aceptación generalizada de la democracia como nunca había visto la región. No cabe duda que ambos fenómenos (democracia e inclusión social) estuvieron relacionados.
La década y media sudamericana que va de 1999 a 2015, está íntimamente relacionada también al ascenso global de China, su fuerte presencia en Sudamérica, y la paralela autonomización de Sudamérica que se concretó en el No al Alca de 2005 y la creación de la Unasur y la CELAC. Dentro de estos cambios hay que incluir la histórica modificación que significa para la Cristiandad, la asunción en el Vaticano de la Iglesia latinoamericana con su regla madre de opción por los pobres, marcando diferencias sustanciales con los otros dos grandes ciclos centenarios que la precedieron: la iglesia oriental y la iglesia occidental.
La situación comenzó a cambiar en Sudamérica a partir de la crisis de 2008 y muy especialmente a partir de 2012 -momento en el que la crisis mundial comenzó a impactar en China y Sudamérica-. China ha iniciado un repliegue de largo aliento sobre su mercado interno con reducción de un 40% de la tasa de crecimiento que venía trayendo. Las famosas “tasas chinas” ya son cosa del pasado.
Sudamérica enfrenta ahora el desafío de responder al fin del boom de los commoditties, la persistencia endémica de los niveles de desigualdad más altos del mundo y su crónica combinación de escasa población, con bajo poder adquisitivo y alta disposición de materias primas exportables (que a su vez lleva a la constante tentación de “primarizar” la economía, con un enorme costo social por la incapacidad de la producción de materias primas de crear empleo de calidad para toda la población). Globalmente, por otra parte, el gran ganador fue el sector financiero altamente especulativo que generó la crisis y los bancos calificados de “demasiado grandes para quebrar”. El boom de los fondos buitres expresa esa nueva degradación hacia la usura de sistema económico global.
Estos nuevos hechos, a los que se suma la caída impresionante del precio del petróleo, marcan un nuevo clima muy preocupante, en el que se destacan dos fenómenos relacionados: a) la inestabilidad del consenso democrático; b) la recomposición de los sectores económicos y políticos postergados en esta última década y media, que han caracterizado la mejora en las condiciones de vida de la población sudamericana como “una fiesta” disfrutada por la población, que ahora debe ser pagada.
Entre esos sectores que buscan recuperar posiciones se encuentran las tradicionales oligarquías sudamericanas históricamente beneficiadas por las altísimas tasas de desigualdad social, los grandes grupos económicos-financieros con centro en Estados Unidos y Europa -con un alto protagonismo de los “fondos buitres”- y la llamada “derecha dura” norteamericana, también en un más que preocupante proceso de mutación hacia posiciones extremistas como lo muestra la candidatura del millonario Donald Trump.
El impeachment de Dilma amenaza seriamente el consenso democrático alcanzado en la región, consolidado en la década de 1990, luego de la finalización de la Guerra Fría. Brasil no es un país más de la región. Por el tamaño de su población y su economía, Brasil es la mitad de la región.
Por eso el hecho debe preocupar seriamente, no solo al pueblo brasileño, sino a todos los pueblos latinoamericanos, porque el fin del actual consenso democrático, reabriría las compuertas para el desborde de los conflictos sociales y políticos, en un clima de inestabilidad política en el que ganarían poder de acción los intereses extrazona, muy especialmente aquellos vinculados a la derecha relacionada con los servicios militares y de inteligencia de Estados Unidos, postergados considerablemente en la última década como lo vienen señalando escandalizados los candidatos del Partido Republicano.
Una de las herramientas que más se resentirá con el impeachment de Dilma es el MERCOSUR, organización diseñada precisamente para consolidar y retroalimentar la democracia en la región. Del mismo modo que la Unión Europea fue antes que nada una herramienta para construir la paz en una Europa devastada por las guerras, el Mercosur fue antes que nada una herramienta para construir la democracia en una América del Sur devastada por las dictaduras. La integración económica y la complementación productiva entre los países sudamericanos, fue entonces un camino que llevó no solo a generar un bloque econónómico capaz de convertirse en actor a tener en cuenta en la globalización, sino a impulsar procesos sociopolíticos que iniciaron un cambio histórico de la estructura social de las sociedades latinoamericanas, mediante la inclusión de las mayorías históricamente sumergidas.
El Mercosur a su vez se conformó como una herramienta alternativa a los llamados “tratados de libre comercio”, a los que consideró como mecanismos para acentuar las desigualdades globales, cuando es realizado entre países con muy diferente poderío económico.
Luego de quince años de mejoras en las condiciones de vida y trabajo en América Latina, y muy especialmente en los países del Mercosur que alcanzaron considerables niveles de redistribución del ingreso y desarrollo sindical -fenómenos ambos íntimamente relacionados-, cualquier retroceso considerable en esos niveles de vida e inclusión va a ser resistido. Los niveles de conciencia y participación popular alcanzados son muy altos. Es cierto que los medios de comunicación también se han lanzado abiertamente a movilizar a la población en apoyo a los grupos de poder.
Todo esto sienta las bases para un aumento considerable de la conflictividad social y política, que si no puede contar con la democracia para dirimir las diferentes posturas, se desbordará con consecuencias imprevisibles. Tanto la trágica experiencia de las dictaduras latinoamericanas en la segunda mitad del siglo pasado, como el caos humanitario en que han caído las sociedades que fueron usadas como peones de los grandes poderes globales, nos muestran el peligro que enfrenta América Latina en este momento, de la mano de la crisis del consenso democrático.
La crisis del consenso democrático en la región y el debilitamiento del Mercosur, nos pone en el peor de los mundos para enfrentar la nueva ola de globalización que impulsan la nueva generación de tratados de libre comercio, como el TPP y el TISA, al debilitar la acción en bloque (Mercosur, Unasur, CELAC) que venía sosteniendo la autonomización de nuestros países.
Esta situación daña seriamente al movimiento sindical de la región, que se ha fortalecido asombrosamente en la última década y media, y en general a todos los movimientos ligados con los procesos de inclusión que han prosperado bajo el paraguas del consenso democrático.
En síntesis: Sudamérica ha entrado a una coyuntura extremadamente riesgosa, que tiene en su centro la crisis del consenso democrático que los diferentes sectores locales y globales con acción en la región, habían alcanzado a partir de mediados de la década de 1980. Esta crisis está asociada a una reacción -a partir de la crisis de 2008- de los sectores de poder local y global más tradicionales -principales beneficiarios de la altísima desigualdad social de la región-, afectados por los avances de los sectores históricamente excluidos. La crisis del consenso democrático abre la puerta a un desborde de la conflictividad social y política de consecuencias imprevisibles, en un mundo que debido a la multipolaridad creciente, también se ha vuelto mas conflictivo y tensionado.

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