jueves, 3 de diciembre de 2015

FLORENCIA Y SU CARTA AL MINISTRO

CARTA AL FUTURO MINISTRO DE CULTURA, ESCRITA POR
 FLORENCIA BRAGA MENÉNDEZ:

Sr. Pablo Avelluto,
 futuro Ministro de Cultura de la Nación Argentina.
Uno de mis primeros recuerdos es tener junto a mi cama a mi mamá cantándome Mayombe Bombe
 Mayombe de Nicolás Guillén para dormirme.
A los cinco años descubrí la valija de óleos de mi tía y empecé a pintar. Mi papá nos hacía extraordinarios
 dibujos en la mesa de desayuno. Él nos contaba cuentos que eran un deleite y nos explicaba la historia
 del mundo.
Vivíamos en provincia e Íbamos al centro para ver películas de Prelorán y obras de teatro y títeres
 en el San Martín. En el auto papá silbaba la tonada preciosa de “un hombre y una mujer” de Lelouch.
 Mi abuela y mi tía abuela me peinaban y me ponían vestiditos lindos para ir a ver danza, zarzuela,
 flamenco, conciertos. En casa siempre se escuchaba música maravillosa de todas partes y de todos
 los tiempos. También escuchábamos en el wincofon un disco de tapa naranja en el que Cortázar leía
 sus textos. Mamá lo había conocido en Paris porque era parte de su grupo de amigos y nos encantaba
 escuchar sus relatos. Los fines de semana íbamos al Tigre y los chicos participábamos de increíbles
 debates de los grandes, todos sentados en el pasto, desparramados abajo de un sauce. Recuerdo a un
 amigo de mi padre, era abogado, Manuel Evequoz, un abogado que un día dejó de venir con su lancha a 
nuestra casa del Tigre porque defendía presos políticos y la dictadura asesina lo desapareció. Mamá
siempre creyó que en la mesa ratona del living tenía que haber instrumentos musicales para que los chicos
 jugáramos, flautas, unas raras calabazas koras que papá había traído de África, castañuelas, ocarinas,
 un mbira, quenas, xilofones, panderetas, una larga flauta rusa que hacía unos silbidos como de viento
 de estepa, tamborcitos, un cultrum precioso, armónica y cascabeles. Mamá bailaba en la cocina y mis
 amiguitas y yo aprendíamos de sus movimientos extraordinarios. Todas las noches, me venían a apagar
 la luz varias veces porque yo no podía dejar sin terminar algún libro apasionante. En las vacaciones en
 Córdoba de premio por portarme bien tenía todas las noches un librito de cuentos colorido y nuevo bajo
 la almohada que mi abuelita había ido a comprar a la Falda. Las tardes en Córdoba, después de jugar en
 la pileta y andar a caballo, yo construía un teatro de personajes de plastilina y les contaba cuentos
 inventados a los nenes del barrio. La biblioteca de mi mamá sigue siendo una isla del tesoro desafiante
y misteriosa. Mi hermanito Santi, hoy hombre de cine y el mejor lector crítico de prosa y recomendador de
 novelas del planeta, hacía funciones de teatro espontáneo en la cocina y nosotros nos hacíamos pis de la
risa con sus interpretaciones dignas del Parakultural. Jugábamos, jugábamos mucho, en el jardín de casa
 actuábamos batallas divertidísimas en las que participaban otros chicos, los perros amigos y un loro al
que no le corté las alas.
No hay un momento de mi vida en el que haya estado alejada de la poesía.
Digo esto para no tener que recurrir al currículum duro, tengo 51 años, desde los 14 años
trabajando en cultura.
Yo nunca en todos estos años escuché su nombre, eso podría no querer decir demasiado, pero he aquí
que leo su CV y entiendo el por qué, usted no es de nuestro palo, su experiencia está vinculada solamente
 a empresas culturales.
Desde luego me resulta claro y coherente que el gobierno entrante imagine que cultura y negocio de la
 cultura son la misma cosa.
Pero tengo algo que decirle. Usted tiene que saber que no es así.
Usted tiene que saber que no es idóneo.
Trabajar en política cultural argentina implica amar la cultura de este pueblo.
Y usted con su sarcasmo, su simplón humor ácido y su cinismo no la ama.
Aún no ha asumido, está usted a tiempo de confesar que no sirve para el puesto, aún si se pensara
como un administrador, ¿qué iría usted a administrar? Usted no nos ama.
Aún no ha asumido. Y ya sabemos de sus bromas en relación a su golpe de estado favorito, sus ofensas
 a la memoria de los padres del diputado Cabandié desaparecidos en la dictadura, ya habló divertidamente
 de empujar gente por la escalera y de despedir a todos los docentes.
Usted no es bien recibido. Aunque le hagan notas en los diarios poderosos que bancan a su jefe, usted
 no es bien recibido por nosotros, y nosotros existimos, somos. Así como yo le cuento de mi historia hay
legiones de enamorados de nuestra cultura, con historia propia, verdaderos, sin necesidad de impostar 
nada ni inventarse una trayectoria de última hora.
Interesa preguntarse porque el futuro presidente eligió a alguien tan poco idóneo para este cargo. Cada 
cual esbozará su propia interpretación, yo tengo la mía pero no es momento de distraernos ahora.
El PRO tuvo un Ministro de Cultura de la Ciudad que pese a no tener una profunda participación en los
 ámbitos hondos de la cultura porteña, hizo una excelente gestión como administrador de animación
 cultural. Permitió, confió, aprendió también, y sin coincidir con muchísimas de sus decisiones (nadie del
corazón del arte siente que el director del CCR entienda nada, por dar un ejemplo), creo honestamente
que Hernán se alegro cuando nos alegrábamos. Sin conocernos mucho a los actores del mundo de la
cultura, se planteó la posibilidad de respetarnos.
¿Que podría hacer usted si no sólo no entiende el entramado cultural si no que además no lo respeta?
Un ministro de la Nación tienen que ser mínimamente ejemplar y mostrar un respeto, un intachable respeto,
por aquello que va a defender, proteger y promover.
Su escéptico modo decadente, no es saludable, no es algo que queramos para formar culturalmente a
 nuestro pueblo, a nuestros hijos. Su posmodernidad cancherita es típica del resentimiento del “niño feo
 solitario y sin amigos” que se la cobra de grande cuando descubre que unos anteojos de diseño disfrazan
cualquier debilidad.
Para terminar voy a hablar de una persona de nuestra cultura, alguien que lamentablemente ya no está,
 esa clase de gente irremplazable que uno no va a dejar de necesitar jamás.
León Ferrari.
Para que usted valore la cuestión le diré que fue el artista vivo con los precios internacionales más altos
 de la Argentina. Usted debe saberlo porque parece alguien informado en aspectos trendy de la banalidad
 vernácula.
León, amigo de todos los artistas, espíritu de una calidad extraordinaria, talento y brillo intelectual absoluto,
tenía un hijo desaparecido.
Y usted lo ha ofendido.
Y aunque no esté él para defenderse, estamos todos nosotros para hacerlo de su mano.
Entonces ahórrese el papelón, no pretenda ser nuestro ministro, declárese justamente incompetente.
No se puede estar parado en todas partes, si sus cínicas ironías le han servido para hacerse el loquito, 
el indómito contestatario, el iconoclasta, el editor punk y así socializar en Palermo con sus olfas y
ambiguos cagones, vuelva a su barrio y siga divirtiéndose.
Acá no lo queremos.
Florencia Braga Menéndez

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