viernes, 4 de diciembre de 2015

NOSTALGIAS: EL RETORNO QUE NO FUE

diciembre 2, 2015,  del blog de Abel

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Hoy se cumplen 51 años del día en que Perón, que había anunciado su propósito de regresar a la Argentina, fue retenido en Río de Janeiro y lo forzaron a regresar a España.
No me intereso mucho en las efemérides, pero un compañero me hizo llegar esta crónica que hace un año publicó Clarín (Adecuada; no desperdicia operaciones en temas que no tengan que ver  con sus intereses actuales), y me pareció interesante compartirla con ustedes. Una reflexión corta al final.
A media mañana del miércoles 2 de diciembre de 1964, Juan Perón se asomó por la portezuela del avión de Iberia y comenzó a bajar la escalerilla hasta pisar la pista de aterrizaje del aeropuerto de El Galeão, en Río de Janeiro. El Boeing había aterrizado más de dos horas antes, rodeado de un impresionante operativo de seguridad, y en ese lapso el jefe de protocolo de Itamaratí, Jorge Lampreia, le había comunicado al ex presidente que no iba a poder seguir viaje. Accediendo al pedido expreso del gobierno del radical Arturo Illia, la dictadura militar brasileña había aceptado detenerlo y enviarlo de vuelta a España.
Perón intentó discutir que estar a bordo de un avión de Iberia era como estar en territorio español, hasta que advirtió que la decisión ya estaba tomada y accedió a salir. Vestía traje color crema, camisa blanca, corbata roja y un portafolio en su mano derecha. Lo acompañaba una comitiva que incluía, entre otros, al empresario Jorge Antonio, a los sindicalistas Augusto Vandor y Andrés Framini, y a la histórica dirigente de la rama femenina Delia Parodi. Todos quedaron detenidos en la base militar del aeropuerto carioca. Así, en la primera escala del vuelo quedó abortada la primera Operación Retorno, que tuvo en vilo a la Argentina durante todo ese año.
En verdad, Perón había confiado en la buena fe del presidente Illia, quien, tras asumir la presidencia en octubre de 1963 con el 25% de los votos, en elecciones en las que el peronismo estuvo proscripto, le hizo saber que era libre de volver al país aunque, eso sí, debía hacer frente a las causas judiciales que tuviera pendientes. Quizás, consciente de que su liderazgo estaba en riesgo, ya que el voto en blanco del peronismo había sacado seis puntos menos que los radicales, el líder aceptó el reto y anunció su retorno para antes del fin de 1964 y, después de muchas dudas y contramarchas, se subió al avión.
Lo cierto es que la Operación Retorno adolecía de una pésima organización. En Madrid, tuvo que tomar las riendas Jorge Antonio, quien reservó toda la primera clase del avión para la comitiva. En Buenos Aires, Antonio Cafiero, encargado de organizar las movilizaciones en todo el país, se enteró de la partida de la nave por la radio mientras cenaba en un restorán del centro la misma noche del 1° de diciembre. A esto se sumó el mazazo de la noticia de que Perón había sido frenado en Río.
“Era en vano que aquí las bases anduvieran a la pesca de algún jerarca que les diese alguna orientación. Todo indicaba una sola cosa: el pueblo no tenía nada que hacer, sino escuchar la radio y ver cómo se desarrollaban los acontecimientos”, le escribió a Perón su ex delegado personal John William Cooke, eterno crítico de la burocracia partidaria.
El movimiento obrero tampoco tomó la posta. La conducción de la CGT no alteró su orden del día a causa del viaje de Perón. De modo que la jornada estuvo bien lejos de parecerse a la epopeya del 17 de Octubre de 1945, la mayor movilización de masas hasta ese momento de la historia argentina. Entre tanto, el muy antiperonista canciller de Illia, Miguel Angel Zavala Ortiz, que había hecho todas las gestiones para conseguir la detención del ex presidente, se limitó a agradecer la decisión del gobierno brasileño, encabezado por el mariscal Humberto Castelo Branco.
El general tenía pasaje hasta Montevideo y, según las versiones más confiables, planeaba establecer allí su campamento para negociar directamente con Illia las condiciones de su vuelta. Pero, frustrados todos los planes, durante su detención en El Galeão acusó por escrito al gobierno radical de haber tramado ese desenlace junto a la dictadura militar del país vecino y con la anuencia de Estados Unidos.
Casi a media noche, todos fueron embarcados de vuelta a España en el mismo avión. Una vez en Madrid, Perón se instaló nuevamente en su casa de Puerta de Hierro -de la que había salido la noche del 1º de diciembre escondido en el baúl de un auto- y desde allí retomó el mando a distancia de su movimiento“.
Horacio González me comentó, en una charla casual, cómo se aplicaba la sarcástica pregunta de Stalin “¿Cuántas divisiones tiene…?” a Perón. No tenía divisiones, ni una estructura jerárquica que le respondiera. Sólo contaba con su palabra, y con la lealtad de su pueblo, basada en la memoria de días más felices, y en una identidad cultural que la otra Argentina negaba rencorosamente.
Ni la dirigencia sindical ni la política del peronismo -eso incluye a Cooke- se mostró capaz de construir las estructuras y los acuerdos que contuvieran y ordenaran a ese conjunto.
Tampoco lo habían logrado para el retorno definitivo, 9 años después, los dos sectores del peronismo que en junio del ´73 se enfrentaron en los bosques de Ezeiza. Los dos al grito de “Viva Perón”.
La Argentina, el mundo y la política han cambiado mucho en los 42 años siguientes. En general, para mejor. Igual, pienso que alguna lección nos puede dejar esta historia.

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