La respuesta al despegue del cohete ha sido tan intensa y afectuosa que me autoriza a compartir con ustedes algunas de las peripecias previas al lanzamiento y las sensaciones que las acompañaron. Los invito a la sala de máquinas para que vean cómo funciona.
Una de mis primeras preocupaciones fue su aspecto.
No quería que se pareciera a un diario ni a un blog,
me interesaba que tuviera una personalidad definida
y que fuera lindo.
No quería que se pareciera a un diario ni a un blog,
me interesaba que tuviera una personalidad definida
y que fuera lindo.
La nota central que propulsó el lanzamiento fue la del
blanqueo. Un artista plástico que siempre cuenta de su
exilio durante la dictadura e incendia las redes antisociales
con denuestos al gobierno interpretó en un dibujo lo
que quise decir en el texto. Sobre esa base armamos
la tapa del primer número, lo cual nos dio tranquilidad
para trabajar en el resto del material con menos presión.
Pero el sábado, este buen hombre nos pidió por mail
desembarcar antes del despegue alegando vagos
temores, que atribuyó a su esposa. De modo que
pocas horas antes del lift-off tuvimos que replantear
lo único que estaba resuelto y bien resuelto.
blanqueo. Un artista plástico que siempre cuenta de su
exilio durante la dictadura e incendia las redes antisociales
con denuestos al gobierno interpretó en un dibujo lo
que quise decir en el texto. Sobre esa base armamos
la tapa del primer número, lo cual nos dio tranquilidad
para trabajar en el resto del material con menos presión.
Pero el sábado, este buen hombre nos pidió por mail
desembarcar antes del despegue alegando vagos
temores, que atribuyó a su esposa. De modo que
pocas horas antes del lift-off tuvimos que replantear
lo único que estaba resuelto y bien resuelto.
El joven director de arte, el patagónico Carlitos De Fazio,
tuvo una idea simple y preciosa: un agujero negro en el
centro de la página en blanco. Bien Malevich. Pero eso
obligó a usar en el título el rojo del terciopelo sobre el
que se desvistió Marylin a sus veinte años, para que resaltara sobre el negro del agujero y el blanco del fondo.
tuvo una idea simple y preciosa: un agujero negro en el
centro de la página en blanco. Bien Malevich. Pero eso
obligó a usar en el título el rojo del terciopelo sobre el
que se desvistió Marylin a sus veinte años, para que resaltara sobre el negro del agujero y el blanco del fondo.
Me pareció que ese diseño expresaba el sentido de la
nota mejor que el título que llevaba, “Hood Robin ataca
otra vez”.
nota mejor que el título que llevaba, “Hood Robin ataca
otra vez”.
Recordé que ya había usado esa metáfora en el tercer
número de El Periodista, el 29 de septiembre de 1984,
cuando una parte de ustedes no había nacido y otra
parte tenía pelo y/o hablaba de corrido. Sentí el olor a
rancio de tantas repeticiones y cambié el título por el que
vieron el domingo: “El agujero negro del blanqueo”. Un
ejemplo de lo que produce el trabajo conjunto de
periodistas y diseñadores.
número de El Periodista, el 29 de septiembre de 1984,
cuando una parte de ustedes no había nacido y otra
parte tenía pelo y/o hablaba de corrido. Sentí el olor a
rancio de tantas repeticiones y cambié el título por el que
vieron el domingo: “El agujero negro del blanqueo”. Un
ejemplo de lo que produce el trabajo conjunto de
periodistas y diseñadores.
A la madrugada, cuando el cohete ya estaba en el
aire,
recordé un episodio del pasado remoto. Cuando
recibimos
la primera noticia de que Paco Urondo había caído en
Mendoza pero aún no sabíamos si vivo o muerto ni qué
había ocurrido con Alicia Raboy y Angelita que en esos
días cumplía un año, juntamos en un bolso las cosas imprescindibles y dejamos la casa, que Paco conocía.
Se me ocurrió recurrir a un viejo amigo, de Urondo y
nuestro, un poeta sofisticado que tres años antes me había
pedido un contacto con los Cámpora y con Montoneros
porque su simpatía intelectual no le alcanzaba y quería comprometerse en el proceso popular que se iniciaba.
aire,
recordé un episodio del pasado remoto. Cuando
recibimos
la primera noticia de que Paco Urondo había caído en
Mendoza pero aún no sabíamos si vivo o muerto ni qué
había ocurrido con Alicia Raboy y Angelita que en esos
días cumplía un año, juntamos en un bolso las cosas imprescindibles y dejamos la casa, que Paco conocía.
Se me ocurrió recurrir a un viejo amigo, de Urondo y
nuestro, un poeta sofisticado que tres años antes me había
pedido un contacto con los Cámpora y con Montoneros
porque su simpatía intelectual no le alcanzaba y quería comprometerse en el proceso popular que se iniciaba.
Por el portero eléctrico le dije quiénes éramos. Oímos un cuchicheo nervioso y recién un par de minutos después
nos hizo pasar.
nos hizo pasar.
Le explicamos la situación y dijo que por él estaba dispuesto
pero que ahora debía cuidar de ella, una ratita pálida que
nos presentó como su nueva pareja y que se acurrucaba
aniñada y llorosa a su lado. Luego supimos que era la
heredera de una de las grandes empresas de medicina
prepaga que por entonces empezaban a expandirse y que
las lágrimas se debían a que él nos había recibido contra su voluntad en el departamento que ella pagaba. Él quiso
hablar de tiempos y amigos pasados pero lo cortamos
en seco y volvimos a la calle desierta en la noche helada
de la ciudad hostil.
pero que ahora debía cuidar de ella, una ratita pálida que
nos presentó como su nueva pareja y que se acurrucaba
aniñada y llorosa a su lado. Luego supimos que era la
heredera de una de las grandes empresas de medicina
prepaga que por entonces empezaban a expandirse y que
las lágrimas se debían a que él nos había recibido contra su voluntad en el departamento que ella pagaba. Él quiso
hablar de tiempos y amigos pasados pero lo cortamos
en seco y volvimos a la calle desierta en la noche helada
de la ciudad hostil.
Mi compañera estaba discretamente embarazada y
llevaba un grueso tapado, lo que nos permitió refugiarnos
sin llamar la atención en un hotel alojamiento del que
salimos a media mañana para hacer otro contacto. La
familia de un militante sindical que había muerto muy
joven de leucemia nos acomodó en un departamento
del centro, donde nos quedamos hasta que pudimos
mudarnos. Sabían de nuestra militancia pero apenas nos conocían. Nos recibieron por pura solidaridad y decencia.
llevaba un grueso tapado, lo que nos permitió refugiarnos
sin llamar la atención en un hotel alojamiento del que
salimos a media mañana para hacer otro contacto. La
familia de un militante sindical que había muerto muy
joven de leucemia nos acomodó en un departamento
del centro, donde nos quedamos hasta que pudimos
mudarnos. Sabían de nuestra militancia pero apenas nos conocían. Nos recibieron por pura solidaridad y decencia.
Son episodios incomparables, pero tienen algo en común.
Con su discurso banal y su práctica feroz, el gobierno de
Macrì ha logrado instalar el miedo, que hace 40 años tenía
motivos terribles, entre personas muy diversas, sobre todo aquellas que no corren más riesgo que perder algún cliente,
ser estigmatizadas con el tremendo marbete de
populistas o imaginar que una letra K al rojo vivo les
cruza la frente.
Con su discurso banal y su práctica feroz, el gobierno de
Macrì ha logrado instalar el miedo, que hace 40 años tenía
motivos terribles, entre personas muy diversas, sobre todo aquellas que no corren más riesgo que perder algún cliente,
ser estigmatizadas con el tremendo marbete de
populistas o imaginar que una letra K al rojo vivo les
cruza la frente.
La última nota que cargamos en el cohete fue la respuesta
de Héctor Timerman al procesamiento dictado por el juez Bonadío. Antes de dormirme, ya con el primer resplandor
del domingo, recordé una frase de su padre, Jacobo
Timerman, que la pasó aún peor que Héctor. En un papel engomado amarillo escribió con su letra despatarrada:
“Pudre más el miedo que la muerte”.
de Héctor Timerman al procesamiento dictado por el juez Bonadío. Antes de dormirme, ya con el primer resplandor
del domingo, recordé una frase de su padre, Jacobo
Timerman, que la pasó aún peor que Héctor. En un papel engomado amarillo escribió con su letra despatarrada:
“Pudre más el miedo que la muerte”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario