Sergio Massa es un político joven, ambicioso y talentoso. Saltó a la arena política nacional como director de la ANSES y como jefe de gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, luego ganó las elecciones a intendente de Tigre como candidato del FPV y finalmente resultó el gran vencedor de las elecciones bonaerenses del 2013 al propinarle una dura derrota a Martín Insaurralde y, por extensión, a Cristina Fernández y a Daniel Scioli, luego de romper con el FPV. Al lograr ese gran resultado, el hoy diputado Sergio Massa decidió ir por todo: en 2013 se lanzó directamente a la competencia por la presidencia de la Nación.
Al principio, lo acompañaron las encuestas: en muchas de ellas del 2013 y 2014 apareció como el candidato con más votos, por encima de Daniel Scioli, Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Florencio Randazzo. Sin embargo, a medida que la prolongada y dura campaña se iba desplegando, un inevitable desgaste comenzó. Del 2013 al 2015 es un lapso prolongado y ni Daniel Scioli, Mauricio Macri, Florencio Randazzo o Ernesto Sanz son recién llegados. El inicio era rutilante, sí, pero llegar al final primero iba a ser difícil.
Y entonces, cuando empezó la puja en serio, comenzaron las mil y una encarnaciones del massismo. La política argentina ha tenido una dosis más que importante de súbitos virajes políticos, pero es difícil pensar en una serie de cambios más rápidos y explícitos que los del massismo (y esto lo dice alguien que recuerda el repentino cambio de Carlos Menem, que subió a la presidencia con poncho y patillas y a los pocos meses pasó al traje Versace y al status de niño mimado del establishment internacional.)
Contemos las mil y una encarnaciones de Sergio Massa.
  1. El moderado de la “ancha avenida del medio”. Este fue el tema de la exitosa elección del 2013: Sergio Massa se plantó como el moderado que rechazaba tanto la “crispación” kirchnerista y como a la oposición cerril. Sin duda, esta encarnación resultó exitosa. Massa prometía que en su presidencia iba a “continuar lo bueno y rechazar lo malo”.
  2. El “ya presidente”. En los días inmediatos a la elección varios intérpretes explicaban que Massa ya era presidente y su triunfo inevitable. Este triunfalismo era tal vez esperable y natural el intento de capitalizar su victoria.
  3. El líder natural del peronismo. En una variación del tema anterior, varios reputados analistas predecían que el ascenso de Massa sería acompañado por una lluvia de “garrochistas”: intendentes y gobernadores peronistas que, descontentos, correrían a apoyar al “ya presidente” Massa. Pero este garrochismo en masa no se produjo, por lo cual Massa pasó a …
  4. El abanderado de la lucha contra al garantismo penal. Esta encarnación fue algo sorprendente, porque iba en contra de la “ancha avenida del medio y el “continuar lo bueno y abandonar lo malo”. Dentro de esta nueva dirección Massa prometió cinco millones de firmas contra el proyecto de código penal consensuado por las demás fuerzas políticas. Hasta ahora esas firmas no se materializaron.
  5. El líder del vecinalismo. Como el reclutamiento de gobernadores peronistas fue escaso, Sergio Massa aseguró que estos no eran necesarios y que directamente él articularía una red de intendentes jóvenes y exitosos que lo apoyarían. Aquí tuvo más éxito, pero también sufrió algunas defecciones de peso.
  6. El líder de la “zona núcleo” agroproductora.  En esta encarnación Sergio Massa se lanzó a seducir a los habitantes de las zonas más opositoras del país, aquellas productoras de productos agroganaderos, sobre todo las zonas sojeras. Con este fin, Massa pronunció frases como “hay que sacarle la pata del estado del cuello a los productores” y puso como candidato a gobernador de Santa Fe a Eduardo Buzzi. Sin embargo, esta estrategia estaba limitada porque en Santa Fe es más fuerte el PRO y en Córdoba ya estaba Jose Manuel De La Sota, además del partido de Mauricio Macri.
  7. El aliado radical. Ya descartado el garrochismo masivo de gobernadores del PJ, Massa se lanzó decididamente a, como se dice en la calle, operar la interna radical de tal manera de aprovechar la insatisfacción de varios dirigentes (entre ellos Gerardo Morales, Nito Artaza y Julio Cobos) con la estrategia de Ernesto Sanz de firmar una alianza con Mauricio Macri. Sin embargo, Ernesto Sanz no tuvo inconvenientes en lograr que Convención votará por su propuesta, por lo que Massa no pudo tampoco mostrar un apoyo orgánico, aunque sí cuenta con figuras de peso en el Norte como Gerardo Morales y José Cano en Tucumán y Luis Naidenoff en Formosa.
  8. El peronista disidente. En los últimos días Sergio Massa se sacó una serie de fotos con dirigentes del llamado peronismo federal o peronismo disidente, entre ellos Guillermo Pereyra, Adolfo Rodríguez Saa y Mario Das Neves. Todos ellos son sin duda dirigentes de mucho peso en sus provincias y, a diferencias del radicalismo, aceptarían sin dudarlo ir aliados al massismo a las PASO. Sin embargo, hay aquí una dificultad: el peronismo disidente es un espacio político que no ha demostrado una gran pregnancia electoral a nivel nacional. José Manuel De la Sota nunca logró establecer el “cordobesismo”, ninguno de los Rodríguez Saá logró perforar el techo del 8% luego del 14% que obtuvo Adolfo en 2003 y Eduardo Duhalde en 2011 logró poco más del 5% de los votos. Sergio Massa, es cierto, es más joven y carga menos imagen negativa que el ex presidente Duhalde, pero este espacio se ubica decididamente en un cuadrante más a la derecha de la “ancha avenida del medio” que le resultó más eficaz a Sergio Massa. La imagen de hoy, de las barras massistas intentando impedir la entrevista pública a Roberto Carlés en el Senado, dan cuenta de esto.
Nada está cerrado en esta elección y Massa todavía tiene margen de maniobra. Sin embargo, sus súbitos, públicos y sobreexplicados virajes de estrategia contrastan con las imágenes públicas de Daniel Scioli y Mauricio Macri (sin mencionar a Cristina Fernández de Kirchner, que no es candidata pero de la que podría decirse lo mismo). Scioli, Macri y la presidenta no han variado casi en sus posicionamientos e imágenes públicas desde el 2007 o incluso antes. Cristina Fernández es confrontativa, frontal y polarizante, una “Crispasionaria”, como decía un slogan de campaña; Daniel Scioli es afable, consensualista y lleno de “familia, deporte, esperanza y optimismo”; Mauricio Macri imparte una imagen relajada que muestra su origen privilegiado sin culpa pero también sin agresividad y que hace énfasis en la gestión y en el “armado de equipos”. Scioli, Macri y CFK se muestran, para bien o para mal, cómodos en su propia piel: le dicen a “la gente” que ellos son quienes son y la invitan a seguirlos o no, según sus intereses y preferencias. Mauricio Macri, Daniel Scioli y Cristina Fernández de Kirchner no dan muchas explicaciones y son más bien reticentes en el manejo de su imagen.  Porque el peligro de cambiar de identidad y estrategia política rápidamente es tal vez no tener ninguna.