En los últimos tiempos he subido algunas veces al blog textos de mi amigoContradicto. No es que estemos muy de acuerdo en muchas cosas. En realidad, tenemos “miradas distintas”, en la jerga de moda, porque venimos de lugares y tiempos distintos. Pero me gustan, me siento identificado, ya que estamos jergosos, con sus actitudes.
Hoy he leído, a las apuradas, una cantidad de posteos en la blogosfera “nac&pop”. Inteligentes y lúcidos, pero se dedican a diagnosticar porqué los resultados del oficialismo estuvieron muy lejos de lo que se esperaba. Un paso necesario, me apuro a decir, pero ocurre que generalmente encuentran el problema principal en algo que ya venían cuestionando antes de ayer. Puede ser que acierten – alguno seguramente lo hace, necesariamente – pero, a la vez, seguro que no sirve como explicación para todos los casos: La Plata, la Tercera Sección de la PBA, Córdoba, Jujuy…
¿Qué es lo que valoro entonces de esto que publica en Cartoneros? Que tiene claro que necesariamente hubo un factor, o factores, que influyeron en los resultados electorales nacionales. Porque en la mayoría de los distritos, bah, en casi todos, los números del FpV o disminuyeron en relación a las PASO, hace dos meses, o crecieron menos que su adversario, Cambiemos. En algún caso, hasta menos que los de UNA.
Y, aunque tiene un diagnóstico – por supuesto; es inevitable tenerlo, explícito o no, para decir algo que no sea un lamento – no pone el énfasis ahí, sino en decir lo que cree es necesario para enfrentar el problema y triunfar. Esa es la actitud que valoro. Tengo mis observaciones, bah, mis desacuerdos con algunas cosas, pero eso, como de costumbre, lo planteo al final.
“Quedan 28 días hasta el próximo 22 de noviembre, fecha prevista para el próximo, medular, primer ballotage de la historia argentina.
Si restamos los usuales 2 dias de veda previos al 22, quedan 26. Si además consideramos que, a pesar de venir “ganando”, el resultado de ayer fue un uppercut directo al mentón nac&pop, es de Perogrullo decir que la situación es crítica y los tiempos apremian.
Pocos días para “diagnóstico” y no muchos más para “tratamiento”. Probemos.
La derrota del FPV fue, digámoslo, en toda la línea. Salvo bastiones muy tradicionales (Formosa, Santiago del Estero) el oficialismo perdió en los más variados distritos, en algunos casos con cifras sorprendentes. Podemos traer ejemplos, pero tuiter y los litros de tinta que se vertirán estos días indican que se perdió (no sólo en el sentido de perder el primer lugar, se perdieron muchos votos) en Quilmes (GBA), en Lincoln (PBA), en Chubut o en Jujuy. All across the board, dirían los periodistas deportivos.
De manera que flaco favor le hacemos al diagnóstico si lo convertimos en una caza de brujas.
Cuando la sociedad habla de esta manera, tan generalizada, tan homogénea, está pasando un mensaje central (que, distritalmente podrá o no venir anexado a otros mensajes de orden inferior): llegó al hastío con el actual modelo (este nacional, popular y kirchnerista) y está dispuesta a otra cosa.
Agradece los beneficios, todos forman parte de su inventario (las asignaciones, los autos comprados con el ProCreAuto, los terrenos comprados con el ProCreAr, los vestiditos comprados con el Ahora12, todo agradece), incluso reconoce la validez de algunas formas (como trompearse con los fondos buitre) y algunos fondos (como seguir sosteniendo el mercado interno cuando el mundo se contrae), pero hasta acá, mi amor, llegamos. Fueron 12 hermosos años. Pasemos a la pantalla siguiente.
Esa voluntad de cambio ya mostró las uñas en 2009 y 2013, y por desdeñarla, se ha vuelto incontrastable. Ese deseo supera hoy, incluso, los enormes riesgos implícitos que la figura de un tilingo como Macri pueda desnudar más adelante. Mayoritariamente saben que es un improvisado, que no da el piné y que prefigura señales débiles de que podría convertirse en un petit DeLaRúa. La sociedad no ignora esto y, sin embargo, le planta desafiante este benchmark gangoso e inconexo, pero que ha sabido entrar en frecuencia con la armónica de la sociedad: Cambio.
En este momento del discurso es cuando aparecen nuestros aguerridos compañeros ultra K a preguntarnos cómo pudo ocurrir esto, si nosotros dimos “todo”. Nos dicen que hay un proyecto, que hay dos modelos de país, que vivimos una lucha de clases mimetizada en los códigos de la posmodernidad, honorables argumentos que conviene tener bien claritos, pero que al señor en chancletas que ayer me vendió un choripán a la vera de un chulengo en JC Paz, no le modifican un ápice su realidad.
Si nosotros somos los inteligentes, los politizados, los referentes, pues somos también los responsables intelectuales de encontrar el significado adecuado para llenar ese significante todavía incógnito que se nos demanda. Y fundamentalmente, para que nuestro “proyecto” ilumine el recorrido de la siguiente década de nuestra sociedad, en lo posible con luces altas encendidas, que nos evite pozos, grietas y salteadores de caminos.
La sociedad demanda “Cambio” y, por extensión, un líder que lo conduzca. En eso estamos los argentinos en estas semanas.
Aprovechamos aquí para hacernos una pregunta capciosa: ¿el Cambio buscado será, necesariamente, el que los líderes de las otras facciones representan? Sagazmente, se arrogan el cambio, lo subsumen a su persona, a su partido, pero estos son los artificios del lobo que se cubre con una piel de cordero (“Macri es Menem sin yevolución productiva ni salariazo”, dijimos en tuiter)
Y otra pregunta, no menos capciosa: ¿Scioli ha demostrado que es el líder que puede conducirnos con éxito en ese Cambio?
Perversamente, no responderemos la pregunta.
Corrida la densa hojarasca de las instituciones, del marketing político, de nuestra occidentalidad, cuando elegimos a nuestro líder estamos eligiendo a nuestro cacique. Al jefe de nuestra tribu. A nuestro Macho Alfa lo queremos igual que nosotros, pero mejor que nosotros. Porque así somos de exigentes (y gregarios), los homo sapiens.
Detrás de todos los méritos que tienen la constancia, la templanza y el sentido de la oportunidad, íntimamente sabemos que no alcanzan: queremos audacia y coraje. Coraje para patear el escritorio de los poderosos. Audacia para apostar a una solución innovadora. Y ambos para dejarle claro a la antecesora y al resto de la tribu que se llevará puesto todo, incluso a ella.
Ella, la madrecita, le haría un enorme favor a todo proceso si, en un altar secreto de la Reserva, cortando el cordón umbilical, lo empoderara final y definitivamente.
Ahí, en el terreno de lo subliminal, de lo tácito, de lo inferido, es donde Daniel Osvaldo Scioli mantiene todavía una deuda con su tribu (que, naturalmente, es la argentina, no la peronista). El discurso de reconocimiento del ballotage, anoche, firme, decidido, pareció prefigurar levemente ese trayecto.
Si nos piden opinión, creemos que Scioli tiene paño para vencer, en su liderazgo ejemplar, al liderazgo carismático de Macri. Pero él mismo debe reconocerse.
Paradójicamente, al hombre que se ataba la mano al volante de la lancha para conducirla firmemente, le pedimos que legitime su liderazgo y que nos muestre el camino del cambio.
Liderazgo y cambio.
26 días.
La manada es insaciable“.
Seré franco (no macri): el “deseo de cambio” como explicación de este resultado electoral, no me convence. Creo que existe – doce años son muchos – sobre todo en el electorado joven (confundir el dato de la realidad: “el kirchnerismo es la expresión política que moviliza muchos más jóvenes que cualquier otra“, con “los jóvenes son K” es una forma de autoengaño de algunos jóvenes militantes). Pero suponer que es el decisivo… no.
A mí me parece que hay expectativas y broncas en sectores de la sociedad que la dirigencia K, y los encuestadores, no han sabido medir. Pero eso no es lo importante. Lo desarrollaré, o no, en algún otro posteo. Lo que vale es que a partir de eso el tipo plantea lo que debe hacerse, a su juicio, para ganar el 22/11.
Creo que tiene bastante razón. Scioli debe crecer. Crecer como líder. Que en estos tiempos desangelados significa crecer como candidato. Que no es gritar más fuerte o enojarse. Es conversar más, mucho más, con el pueblo, los votantes, y menos tiempo con los jetones (esos vienen con el cargo). No porque los va a convencer uno por uno – varios años de charlas para sumar un 1 % – es para escucharlos, para entender lo que quieren. Savaglio y Carville son buenos profesionales, pero parece que no alcanzan. Lo escucho a Scioli, aún en la noche del domingo, con un discurso que me gustó, pero que tenía todos los temas gratos a los militantes. No alcanza, sino alcanza a los que votan, que son más.
¿Puede Scioli hacer esto? La única respuesta a hoy es que es el único que puede hacerlo en estas cuatro semanas. Cristina no está en la boleta. Randazzo tampoco. Menem, menos. El 22 de noviembre a la noche el futuro Presidente será Scioli. O Macri.
(A la tribu de los comentaristas: Dejé un criterio muy abierto en el posteo “Hay balotaje…” para el desahogo y el bardeo (127 coments. y contando). Fue una excepción, por la circunstancia tan especial. Se los digo para que no se esfuercen demasiado en escribir si el contenido no aporta nada, según mis criterios usuales, tan arbitrarios).
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