Un grupo de profesores universitarios recogió las demandas de los indignados del 15M, combinó el asambleísmo callejero con la televisión y las redes sociales y fundó un partido. Nacido hace apenas un año y medio, Podemos llega como una tercera fuerza consolidada a las elecciones de diciembre. El Rey, Chávez y Firmenich se cruzan en esta crónica sobre una fuerza emparentada con otras experiencias latinoamericanas.
Fotos: Prensa PODEMOS
Hasta el 17 de enero de 2014 Pablo Iglesias era un profesor de pelo largo y colita de la Universidad Complutense de Madrid que se había hecho famoso por una serie de intervenciones agudas y pasionales en programas televisivos de debate político. Ese día pidió 50 mil firmas digitales para armar un partido que dispute las elecciones parlamentarias europeas y cuatro meses después obtuvo casi el 8% de los votos y 5 bancas. Al año convocó a unas 100.000 en la Puerta del Sol, el lugar donde estalló el movimiento indignado en España el 15 de mayo de 2011.
En dos meses, Podemos se medirá en los comicios generales y sus dirigentes confían en que pueden ganar. Sus detractores los tildan de “chavistas”, “populistas” y les enrostran el caso de Tsipras en Grecia.
Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores, dice que el caso de Podemos será recordado como la única experiencia en la que un grupo de intelectuales se proponen formar un partido y funciona.
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Son las diez y media de la mañana y el julio más cálido de la historia española es inclemente con las 500 personas sentadas en las sillas plásticas dispuestas en el Parque de las Ciencias de la Universidad Complutense. Una enorme carpa blanca los repara del sol. El ventilador de casi dos metros de diámetro que han colocado en el extremo opuesto al escenario apenas apacigua las espaldas de las últimas cuatro filas.
“Nosotros peleamos en su terreno. Pero mientras lo hacemos, producimos las ideas a nuestro ritmo y con nuestra forma: pensando, debatiendo, escribiendo y leyendo, como lo hemos hecho siempre. Esto no va a salir en la televisión, no le harán crónicas, y sin embargo es lo que nos hace diferentes”, dice un joven de anteojos, pelo corto y camisa afuera del pantalón. Detrás suyo una pantalla gigante de led amplifica la imagen de una porción de sandía junto a un título: “Universidad de Verano. PODEMOS”.
Casi nada de lo que se respira allí hace pensar que se está en el plenario de la segunda fuerza política en cantidad de afiliados del país, con 400 mil inscriptos. Un número que representa más del doble de los militantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la mitad de los del Partido Popular (PP), las dos plataformas que se han alternado en el gobierno desde el fin del franquismo.
“La política es esa actividad que persiguiendo objetivos hermosos se mete en un montón de actividades que no son hermosas”, reflexiona el mismo joven con cara de niño al día siguiente. Su rostro ocupa ahora toda la pantalla grande de la carpa, desde donde se retransmite lo que sucede en otro de los espacios del evento. Cita distintos autores para explicar por qué para ganar su partido debe construir mitos que reúnan a todos los españoles. Por los parlantes se escuchan aplausos que rápido son tapados por los de la carpa.
La cara de niño pertenece a Íñigo Errejón, el responsable de campaña de Podemos. Entre una y otra charla hizo dos veces los 600 kilómetros que separan las capitales de España y de Cataluña para dar una clase en la Universidad de Barcelona sobre “La nueva política”. Es viernes a las nueve de la noche y el hombre de 31 años, considerado número dos del partido, sigue concentrado. Despide a la polítologa belga Chantall Mouffe, con quien compartió la última mesa, y aparece caminando por los pasillos del tercer piso de la facultad de Matemática para su última entrevista en un mes. Lo sigue un grupo de diez personas, entre el fotógrafo, responsables de prensa y compañeros del partido. Ninguno supera los 35 años. Se hacen chistes y comentan adónde van a ir a celebrar más tarde. Se enciende el grabador y todos callan.
—La gasolina que permite hacer esto es la adrenalina —dice el doctor en Ciencias Políticas y de la Administración que reconoce vivir con insatisfacción la falta de tiempo para estudiar.
Cuenta dos anécdotas: un taxista que lo llevó de la estación de tren a la Universidad, tras reconocerlo, le dijo: “confío en vosotros”. También a la azafata que le repartió los auriculares en su regreso a Madrid y que con una sonrisa le dijo que los apoyaba.
—Vivimos uno de esos tiempos raros que se producen muy pocas veces, en la que los de arriba no son capaces de convencer, ni de ponerse siquiera de acuerdo entre ellos y articular una alternativa tibiamente reformista que incluya una parte del descontento o de la insatisfacción existente.
Las palabras de Errejón pueden traducirse en números: en las elecciones al parlamento europeo de 2009, entre el PP y el PSOE habían sumado el 81% de los votos. Cinco años después, en aquellos comicios en que Podemos hizo su debut, apenas alcanzaron el 49%. Por primera vez en la historia más de la mitad del país no eligió a ninguno de los dos.
Los reclamos en las plazas de 2011 no habían sido escuchados. Tres años después el desempleo afectaba a una de cada cuatro personas y era especialmente sentida por los menores de 25 años, entre quienes más de la mitad no encontraba trabajo. Los suicidios, registrados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), alcanzaban el número más alto en un cuarto de siglo: 3.870, un 22% más que en 2010. Los desalojos por la imposibilidad de pagar el crédito hipotecario habían dejado en la calle a más de 570 mil familias, según relevó la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), una de las organizaciones que logró mayor visibilidad tras el 15M.
—Había una ventana de oportunidad para que en un momento excepcional una fuerza política pueda jugar un papel mucho más grande que su poder organizativo, su poder económico o su anclaje en el territorio.
Así lo vieron los fundadores de Podemos. Ahí se colaron.
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Errejón conoció a Iglesias antes de que se hiciera famoso en la tele. Fue en los pasillos de la Complutense en su época de estudiante. En 2006 fundaron juntos la agrupación universitaria Contrapoder, espacio del que también participaron otros referentes de Podemos como Tania González Peñas (actual eurodiputada), Rita Maestre (actual concejala y vocera del Ayuntamiento de Madrid) y Jorge Moruno (integrante del Consejo Ciudadano de Podemos, órgano de dirección política del partido). Allí lograron cierta visibilidad con acciones de escraches a políticos.
Muchos de los miembros de Contrapoder fundaron luego La Promotora de Pensamiento Crítico, una red docente que promovía debates sobre actualidad política en la facultad. Uno de ellos, moderado por Iglesias, fue visto por el director de Tele-K, una emisora comunitaria de Vallecas, una localidad obrera y contestataria de los suburbios de Madrid. Según cuenta el periodista Jacobo Rivero en su libro “Podemos. Objetivo: asaltar los cielos”, el director le propuso replicar el formato en su canal. Así nació en noviembre de 2010 el programa La Tuerka.
“La Tuerka era un espacio que nos permitía reflexionar sobre el 15M todas las semanas. Fue como una escuela, una especie de servicio militar de entrenamiento que nos permitió llegar a los platós de televisión sabiendo cómo se juega ahí”, recordaba Iglesias el último 24 de abril en Fort Apache, el nuevo programa que conduce desde enero de 2013 en el canal estatal iraní en español HispanTV.
Tres meses después de debutar en la emisora de la República Islámica, los productores de las tertulias -como llaman en España a los debates políticos en torno a una mesa- de las emisoras privadas se convencieron de su carisma y comenzaron a invitarlo a sus programas. Primero fue presentado como “simpatizante del 15M”, luego “tertuliano” y, finalmente, “dirigente político”.
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La multitudinaria marcha del cambio del 31 de enero de 2015 cerró con la cantante Lúa Miguez y el dúo Rojo Cancionero entonando “Adagio en mi país” de Alfredo Zitarrosa y “Todo cambia”, de Julio Numhauser y popularizada por Mercedes Sosa. Iglesias, Errejón y otros cinco académicos y referentes de Podemos acompañaban el canto abrazados en el escenario, reproduciendo una postal sudamericana de los primeros años de la post dictadura.
—Esto se va a estudiar en todas las facultades del mundo como la única experiencia de unos intelectuales emancipadores que hacen algo y funciona —dice seis meses después de aquella plaza Juan Carlos Monedero, el más viejo de los siete, con 52 años. El director del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía Global de la Complutense destaca que en ese resultado mucho tuvo que ver la experiencia latinoamericana.
Monedero fue asesor del gobierno venezolano de Hugo Chávez entre 2005 y 2010, tiempo durante el cual fue responsable de formación del Centro Internacional Miranda de Caracas, cuyo objetivo es preparar cuadros técnicos y políticos para las instituciones públicas. Allí, reconoce, la experiencia regional lo ayudó a entender que para salir del modelo neoliberal había que ir a conquistar las instituciones.
En el caso de España, Podemos eligió antagonizar con “la casta”, tal como bautizó al grupo de personas que se perpetúan en el poder a través de la puerta giratoria que vincula a los gobiernos y las grandes empresas.
En Latinoamérica Monedero también admite haber identificado que “la única manera de vencer al sueño de un supermercado mundial lleno de deseables” era a través del ofrecimiento “de una sentimentalidad alternativa”. Una posibilidad que en Europa siempre había sido entendida como populismo y aprovechada por fuerzas nacionalistas de derecha y xenófobas. Un camino, a la vez, que ninguno de los otros 18 partidos aliados con los que conforma el bloque de la Izquierda Unitaria Europea, quinto en cantidad de miembros con el 7% del parlamento en el Viejo Continente, se anima a transitar. Por eso pusieron la mira del otro lado del océano.
Errejón, en cuya tesis doctoral publicada en 2012 hace un análisis discursivo de la lucha por la hegemonía durante el primer gobierno de Evo Morales en Bolivia, se detiene en las cuestiones que Podemos tuvo que adaptar de los procesos latinoamericanos.
—Por una parte en España tenemos un Estado que funciona y que por tanto no hay que inventar y por otra parte aquí somos más ciudadanos que pueblo.
Y recuerda que los manifestantes del 15M acudían a las plazas como individuos que consideraban que no habían conseguido aquello a lo que tenían derecho.
Jorge Aleman, agregado cultural de la embajada argentina en España y asiduo participante de las actividades del Círculo de Cultura de Podemos, dice que en el vértice de su planteo está la teoría de Ernesto Laclau. Más allá del antagonismo planteado entre casta y ciudadanía, el psicoanalista exiliado en 1976 hace hincapié en el anclaje del discurso del partido español en dos términos claves: cambio y patria, que operan como “significantes vacíos” sobre los que Podemos monta sus propuestas.
La primera palabra se les impuso con el 15M y la segunda, reconoce el propio Errejón, fue una de sus apuestas más audaces, ya que les permitió agrupar en un proyecto colectivo el progresismo de las distintas regiones de España con reivindicaciones nacionalistas que estaban siendo conquistadas por la derecha.
Aleman desde el campo intelectual y Facundo Firmenich -hijo del ex líder Montonero-desde lo político, configuran el enlace permanente de Podemos con la Argentina. El primero, que asimila las intenciones de la formación española “a una especie de peronismo de izquierda”, acompañó a Errejón en marzo cuando visitó Buenos Aires para el Foro Internacional por la Emancipación y la igualdad, y a Monedero en julio cuando fue a Tucumán para el Foro Nacional y Latinoamericano por una Nueva Independencia. Firmenich coordina desde Barcelona y en sus frecuentes viajes a la capital madrileña los vínculos con los sectores afines del kirchnerismo. Él organizó, por ejemplo, la visita exprés del director de campaña de Podemos a Buenos Aires en agosto. Al final de esos tres días de intensas reuniones Errejón recibió como obsequio de la agrupación kirchnerista La Oesterheld una ilustración del Íñigonauta.
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En las elecciones europeas voté a Izquierda Unida básicamente para no votar a Podemos. Les odiaba —confiesa entre risas Jazmín Beirak, flamante diputada de la comunidad de Madrid por el partido que entonces rechazaba.
Tiene 36 años y su pelo color ceniza distingue su banca en el centro de la Asamblea de la capital española.
—Nosotros llevábamos muchos años trabajando y de repente vinieron estos con una moto…— dice esta hija de exiliados argentinos cuyas primeras experiencias militantes las desarrolló en el ámbito okupa y que, desde el 15M, participó en distintos espacios que promovían la reforma constitucional. Allí conoció a varios integrantes de Podemos.
Podemos es tercera fuerza en la Asamblea por lo que Beirak cree que su tarea será fundamentalmente de denuncia y visibilización. Sus padres, cuenta, la apoyan a ella pero no al partido.
—Tienen análisis críticos respecto de su experiencia en el peronismo y les parece que a veces Podemos juega a cosas parecidas.
La diferencia, marca la hija, es que se trata de una formación nueva y, como tal, “hay muchísimos vacíos que se llenan con lo que la gente hace. Eso permite que, aunque haya una tendencia hacia la rigidización partidaria, aún haya resquicios de autonomía”. Podemos integró distintas coaliciones en las elecciones autonómicas y municipales en la que Beirak fue elegida y, a través de ellas, dos candidatas que no salieron del partido lograron quedarse con las alcaldías de Madrid y Barcelona. Se trata de la ex jueza progresista Manuela Carmena y la referente de la PAH, Ada Colau.
Según Eduardo Maura, doctor en filosofía por la Complutense e integrante del Consejo Ciudadano de Podemos y de la oficina del Secretario General, esa característica menos dogmática distingue al nuevo movimiento de los partidos tradicionales de izquierda. “Ellos no entendieron el 15M. Leyeron que era una crisis del relato neoliberal de la crisis pero no que también era una impugnación de su relato de izquierda sobre la crisis”, dice.
Monedero agrega que la izquierda española, de la que formó parte en el pasado, siempre se entendió a sí misma como una muleta del PSOE. “Pero a nosotros nos parece que eso es salir a perder el partido y nosotros salimos a ganarlo”. Paradójicamente, desde abril él ya no forma parte de la conducción del Podemos. Su renuncia se produjo después de haber criticado en una entrevista la moderación del discurso de su partido antes de los comicios.
—Lo bueno de ser fundador es que nunca eres ex fundador —dice con sarcasmo mientras toma una soda en el café “Los Ángeles” de Chamberí, el barrio en el que vive.
El dueño del café sigue la conversación desde la barra con atención y a la hora de pedir la cuenta invita al referente de Podemos.
—Siempre os veo por la calle y me alegra que hayáis venido aquí —le dice—. Yo no creo en lo que dicen en la tele.
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En noviembre de 2014, nueve meses después del pedido de apoyo para lanzar un partido y cinco después del exitoso debut electoral, Podemos convocó a sus integrantes a una asamblea para definir su estructura organizativa. La suma de voluntades les había servido para crecer rápidamente pero si tenían aspiraciones de gobierno era necesario institucionalizarse y, a la vez, reafirmar la conducción de cara a las elecciones del año siguiente.
En lo que toma la gestación de un embarazo Podemos pasó de un acto en el Teatro del Barrio, con capacidad para 130 personas, al Palacio de Vistalegre, una ex plaza de toros devenida edificio multiuso. Siete mil simpatizantes se acercaron hasta el predio de Carabanchel y otros 20 mil siguieron el encuentro por Internet.
Pablo Iglesias se paró en el estrado. “No nos conformamos con haber llegado hasta aquí, no nos conformamos con quedar segundos en las elecciones generales. Salimos a ganar y de eso tienen miedo”, provocó. Envalentonado, dijo recordar una lección fundamental de la historia. “El cielo no se toma por consenso. El cielo se toma por asalto”, afirmó parafraseando a Karl Marx.
Ese mes la revista Actualidad Económica, del mismo grupo editorial del diario El Mundo y Marca, llevaba el rostro de Iglesias en la portada. “Populismo mortal” era el título y en su editorial se señalaba a sus integrantes como “un grupúsculo de revolucionarios de verdad, que aspiran a destruir el orden político, social y económico del país”. En las páginas centrales se criticaban sus vínculos con los gobiernos latinoamericanos y con el partido griego de Alexis Tsipras, entonces cuco de la elite político-financiera europea.
—Después del 15M nos quedamos del lado de la defensa de las instituciones, porque somos reformistas, no rupturistas. Por eso también es que no comulgamos con el discurso de Podemos —dice David Alandete, director adjunto de El País.
En la redacción del diario de mayor circulación en España se brindó el día en que Iglesias confirmó el alejamiento formal de Monedero.
—Les hace falta tener la piel más gruesa.
Alandete tiene 36 años.
Quizás para engrosar esa piel es que Podemos ideó Vistalegre. Allí, tras dos días de debate y de unas elecciones internas entre dos propuestas de organización en las que se impuso con el 80% de los votos la línea de Iglesias, se definió la estructura del partido. Desde entonces todos los afiliados forman parte de la Asamblea Ciudadana que vota de manera directa al Secretario General y a 62 integrantes del Consejo Ciudadano, “el órgano de dirección política con funciones ejecutivas”, según el documento aprobado.
También integran ese Consejo los Secretarios elegidos como máximos referentes del partido por cada una de las 17 comunidades autónomas de España y un representante por los afiliados en el exterior. Tanto ellos como los miembros que ya fueron accediendo a cargos públicos (los cinco parlamentarios europeos y los casi 200 diputados que obtuvieron en las elecciones autonómicas y municipales en las que han participado este año y que les permitieron una presencia fuerte en casi todas las legislaturas del país) deben informar su patrimonio en el portal del partido y ninguno tiene permitido cobrar un sueldo mayor a tres veces el salario mínimo interprofesional, que este año es de 648 euros. El excedente se reparte entre el financiamiento de la estructura partidaria y de una serie de “emprendimientos con proyección social” elegidos por los afiliados a través de un concurso abierto en su sitio web.
Esta exaltación de la transparencia, presente desde los orígenes de la agrupación, convocó a votantes desencantados de los partidos tradicionales que coincidían más fácilmente con esos postulados que con otros no tan digeribles para la sociedad española, como el rechazo a la transición postdictatorial o la reivindicación del rol del Estado en la economía. Para quitarles ese atractivo, tras las elecciones parlamentarias europeas el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, sugirió crear un “Podemos de derechas”. Meses después, en medio de una ola de escándalos de corrupción que atacaban a las elites políticas, una pequeña agrupación liberal surgida en Barcelona que se oponía a la independencia de Cataluña, cobró relevancia nacional con un discurso inasible centrado en la disputa del “voto del cambio”. Con el respaldo de los conglomerados mediáticos que los presentaban como una centroderecha aggiornada –una suerte de PRO porteño- Ciudadanos fue ubicado en el espectro político como el alter ego de Podemos y comenzó a reagrupar a los exiliados del PP.
Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) -el órgano estadístico del Estado, cuyos estudios son valorados por casi todo el espectro político- publicada en agosto el PP lidera con el 28%, el PSOE 24,9%, Podemos 15,7% y Ciudadanos 11.1%. Estos números muestran que, aunque en cuarto lugar, un 11% de Ciudadanos alcanzaría para para bajarle el techo a las posibilidades del partido de Iglesias.
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El poste de luz de la calle Celio Villalba tiene un cartel violeta con un gran círculo blanco y una flecha que invita a adentrarse al pulmón de manzana. Un camino estrecho conduce a un parque interno rodeado de edificios cuadrados de ladrillos y sin balcones. En la planta baja de uno de ellos un toldo violeta indica que se ha llegado al Círculo Podemos de Hortaleza.
Las ventanas y la puerta están abiertas de par en par. Los dos ventiladores funcionan a máxima velocidad pero aún así la temperatura adentro del local ronda los 40 grados. Unas 30 personas sentadas en sillas plásticas dibujan el perímetro del cuarto y cada tanto alternan con las cinco que siguen la reunión desde afuera. Luego de que las ocho comisiones den sus informes, uno pide la palabra y anuncia que trajo impreso el documento organizativo aprobado en la última Asamblea Ciudadana. Allí se define al Círculo como “una agrupación voluntaria y abierta en el que convergen personas interesadas por una transformación social sustentada en el respeto por la democracia, la dignidad y los derechos humanos”. Luego aclara que estas “unidades básicas” que comparten el espíritu asambleario del 15M pueden ser territoriales o sectoriales y que no es necesario ser miembro del partido para crearlas.
Luis Luján López casi no habla durante la reunión. Solo interviene para tratar de zanjar en una pequeña discusión argumentando que los dos que pelean dicen lo mismo con otras palabras. Sus modismos son locales pero su acento sigue siendo argentino. Llegó a España con 30 años en el 2002 y nunca había participado en política hasta el año pasado, cuando vio en la tele “un tipo que decía lo que pensabas y lo decía bien”. Buscó en Internet si existía un círculo en su barrio y se sumó.
Hortaleza es un distrito de Madrid, una especie de partido del Gran Buenos Aires. Tiene casi 180 mil personas distribuidas en 2.800 hectáreas, entre zonas fastuosas y otras más modestas. “Donde nos juntamos viven muchos inmigrantes, en su mayoría gente trabajadora de clase media”, describe Luis. En toda la circunscripción Podemos tiene unas mil personas inscriptas, pero solo 200 participan del Google Group del círculo y un quinto de ellos de las asambleas. Esos son los que a principios de año emprendieron la búsqueda de un local cuando el frío hacía muy hostiles las reuniones en la plaza. Como el surgimiento del partido desbordó la estructura de la organización recién ahora están en proceso de “validación” de los Círculos, pero estiman que en todo el país rondan los 900.
Estos espacios están en el centro del discurso político de Podemos y, precisamente por eso, desde afuera suele criticarse a la conducción por no respetar en la práctica esa ubicación.
—La gran mentira de Podemos es que se presenten como un partido de abajo a arriba cuando es al contrario. Es una vanguardia intelectual haciendo un partido de arriba abajo —describe Ignacio Escolar, director de Eldiario.es y ex director de Público, periódico en cuya web se retransmiten las emisiones de La Tuerka.
—Hay dirección política en Podemos que ha tomado decisiones que en muchos momentos han sido cruciales y que si se hubiesen discutido entre la militancia que se acercaba en un primer momento no hubieran salido —reconoce Errejón.
Un ejemplo fue cuando decidieron poner el rostro de Iglesias en las boletas para las elecciones europeas en lugar del logo del partido, como hicieron los demás competidores.
—Si sometíamos eso a referéndum entre nuestra gente no salía. Y sin embargo fue una iniciativa exitosa. Las cosas que hay que hacer para gustarle a la izquierda es la opuesta que hay que hacer para construir una mayoría popular nueva.
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El longilíneo rey Felipe VI sonría en la antesala del Parlamento Europeo. Era su primera visita como monarca al órgano legislativo de Bruselas y el ceremonial demandaba un saludo a los presidentes de los distintos grupos políticos. Iglesias, de jean y camisa gris por fuera del pantalón, sobresalía entre los hombres y mujeres de traje que hacían fila para estrechar su mano. Cuando llegó su turno sacó una caja con varias temporadas de la serie Juego de Tronos. “Me salto el protocolo para hacerle un regalo. Se aprende mucho de la crisis española”, le dijo. El rey sonrió y la instantánea del momento se convirtió en la portada de todos los diarios españoles del día siguiente.
“Podíamos hacer básicamente dos cosas y nosotros, como siempre, intentamos inventar una tercera”, explicó el secretario general del partido una semana después en Fort Apache. “Qué haría la izquierda: pues metería la cabeza como una avestruz en el suelo. Le daría la espalda o no iría, colocándose en una posición de exterioridad. Qué haría una fuerza política respetable: pues asumir la institucionalidad del encuentro con normalidad. Si nosotros hacemos A o B estamos muertos. Teníamos que hacer algo que nos moviera en la tensión de ir y mostrar respeto pero a la vez usar elementos plebeyos irónicos que demuestren que no somos los mismos. Asumimos muchos riesgos, pero creo que en este caso salió bien porque recibimos críticas de la extrema derecha e izquierda”.
Mucho se ha hablado en España del éxito comunicacional de Podemos, su manejo de las redes sociales, su estética inspirada en la campaña presidencial de Obama y su habilidad para instalar agenda. Todo ello puede verse fácilmente en las cuentas de Twitter de los tres partidos: en octubre de 2015 @ahorapodemos tenía 750 mil seguidores, casi el doble de @PPopular, que cambió su logo incluyendo un sugestivo círculo alrededor de sus iniciales, y 2,5 veces más que @PSOE, que utiliza como slogan “El cambio que une”.
Jesús Gil, de 26 años, es el responsable de Comunicación. Se sumó al partido en noviembre de 2013 y apenas había ido a dos reuniones cuando Iglesias pidió las 50 mil firmas en aquel teatro del barrio inmigrante de Lavapiés. Recién llegaba de Rosario, adonde había estado estudiando y también trabajando para un sitio web vinculado al por entonces diputado del Frente para la Victoria, Agustín Rossi.
Hoy el equipo de comunicación está compuesto por cuatro jóvenes, más otros dos que se dedican exclusivamente a Pablo, como llaman todos al Secretario General de 36 años. Luego cuentan con dos coordinadores de redes sociales y algunos voluntarios, explica Gil.
Ángel Gabilondo, líder del grupo de diputados del PSOE en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, quedó sorprendido cuando fue a la sede del partido para reunirse con José Manuel López Rodrigo (el homólogo de Podemos en la legislatura) y este lo llevó a recorrer la oficina. En un momento lo interrumpió y mandó a llamar a su jefe de gabinete para que vea. “Estos 20 niños nos dieron una hostia”, le señaló.
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“Primero te ignoran. Luego se ríen de ti. Después te atacan. Entonces ganas”, es la cita de Mahatma Gandhi que eligieron Iglesias y Monedero para abrir el capítulo que habla sobre una posible solución electoral a la crisis evidenciada el 15M en el libro “¡Que no nos representan!”, editado con urgencia aquel 2011 antes de los comicios generales. Faltaban más de dos años para que surgiera Podemos.
—El día que hicimos la marcha del cambio en la Puerta del Sol no sabíamos a cuantos íbamos a convocar, pero cuando vi la gente que había ahí en lo cuantitativo y en lo cualitativo, me di cuenta de que era un hito constituyente de la posibilidad de un pueblo nuevo —dice Errejón. —Ahí te asustas, te da un cierto vértigo cuando tantas personas te dicen no nos falles. Pero tu sigues porque nunca te lo planteas del todo hasta el final.
El futuro es, precisamente, lo que pocos se atreven a aventurar. Sucede que en los hechos todo cambiará a partir de los próximos comicios generales del 20 de diciembre, después de los cuales tendrán que poner a prueba su discurso en los distintos espacios de gobierno que les toque asumir.
La diputada Jazmín Beirak sintetiza el momento que hoy vive el partido:
—Podemos está sirviendo de catalizador para cambiar ciertas cosas ahora y quizás en X años ya no va a servir y va a hacer falta que venga otra fuerza para intervenir. A lo mejor el partido se va adaptando, pero también va ir siendo conquistado por fuerzas externas. Es como que nos consumimos en el proceso.
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