Uno, que ha hablado en este blog con displicencia de las cualidades de Mauricio Macri como político y como gobernante, se ve forzado a reconocer que el tipo encabeza el fenómeno más interesante del último año en la política argentina. Más, puede llegar a ser el segundo más interesante en lo que va del siglo XXI, siendo el primero la instalación de la experiencia kirchnerista.
La construcción del PRO, un partido de derecha light, moderna (es decir, que no se asume como derecha) con base en las clases medias y medias-altas urbanas y que incorporó estructuras y militancia de las ONGs – que tan bien describió José Natanson – ya fue un logro original en Argentina, donde la derecha tradicional no supo hacerlo por muchas décadas. Pero era fuerte solamente en la Capital Federal, y se lo podía ver como otro partido de distrito, con identidad porteña. Que hubiera cooptado una parte del aparato tradicional del peronismo para hacer política en los barrios pobres, eso también lo habían hecho los conservadores en algunas provincias.
En el 2015 ha cambiado todo. Haber triunfado en la provincia de Buenos Aires, es solamente una muestra dramática, que va a cambiar, por lo menos en el corto plazo, algunos elementos básicos del poder político territorial. El hecho clave es que la candidatura presidencial de Macri consiguió un 34 % de los votos nacionales válidos y en diez días va a ir al balotaje, enfrentando a un peronismo todavía desconcertado por un escenario que nadie, ni ellos ni el PRO, habían previsto.
La última encuesta de Hugo Haime indicaría que el camino no le va a resultar tan fácil como la euforia de las primeras semanas asumía. Aunque la dirigencia del peronismo todavía no pudo armonizar las dos voces de su mensaje, y se apoya en la imaginación y el empuje de su militancia, la “campaña de miedo” conducida por Michetti, Melconian, Prat Gay, Sturzenegger parece estar dando resultados.
De todos modos, lo que digo al principio sigue siendo válido: las condiciones de la irrupción de Mauricio Macri deben ser analizadas por todos los que se interesan en la politica (los que no se interesan… no importa. La política se interesa en ellos).
Quiero aportar algunas ideas: Me parece evidente que Macri, y el PRO mismo, resultaron ser el instrumento adecuado para ocupar un espacio que no depende de ellos: el de la oposición a la experiencia kirchnerista. Por eso vale la pena examinar por separado qué es ese espacio, y porqué fueron los adecuados para expresarlo.
Dije muchas veces en el blog que el gobierno K era un frente, pensado e impulsado por Néstor Kirchner, que sumaba a los aparatos tradicionales del peronismo las clases medias progresistas que estuvieran dispuestas a acompañarlo, y acercarse al poder. Fue un experimento difícil, porque las agendas de ambos no eran las mismas, y exitoso, porque dio a nuestro país doce años de continuidad política. Pero, inevitable, sumó también enemigos: los que rechazan o desconfían del peronismo, y los que rechazan o desconfían de la izquierda.
Esos sectores (numerosos) de argentinos sólo necesitaban ocasiones propicias para manifestarse. La encontraron en 2008, en el enfrentamiento del gobierno con las patronales agrarias; en 2009, cuando la candidatura a diputado de un hasta entonces desconocido De Narváez derrota a una lista que llevaba a Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa; a fines de 2012, en el primer gran cacerolazo un año después del aplastante triunfo electoral de Cristina, y en 2013, con la irrupción de un Sergio Massa opositor.
El problema de este espacio es que no encontraba la expresión política adecuada, lo que había sido el radicalismo en la etapa fundacional del peronismo. La U.C.R., después de 1989, 1994 y 2001, quedó marcada en la memoria de los argentinos como incapaz para gobernar el país; el llamado “Peronismo Federal” o disidente, se mostró como lo viejo, y, en general, las fuerzas políticas opositoras que obtuvieron una mayoría en el Congreso después de 2009… resultó evidente que no tenían unidad, voluntad de poder, ni ideas.
En realidad, faltaba el candidato. La política es personal, o es un ejercicio intelectual sin resultados. Y en los países presidencialistas, es todavía más así. Las ideas, bueno, las usinas del establishment, que repiten los discursos hegemónicos del Hemisferio Norte, están siempre listas para proporcionarlas. Y los medios de comunicación masivos, en general opuestos al gobierno, iban a promoverlo y protegerlo.
(No es que el gobierno nacional no se preocupó por tener medios propios y/o afines. Lo hizo, sobre todo a partir de 2008. Pero no supo vencer el problema básico de todos los medios oficialistas: incapaces de autocrítica, se hacen aburridos. Y, en un plano más fundamental, el kirchnerismo repitió un error histórico del peronismo: hablar sólo para los ya convencidos. Un discurso bueno para crear épica, mística… Pero deja afuera a los que sus ideas o su experiencia concreta les impide apreciar lo maravilloso que es el gobierno :) ).
En los últimos dos años, mientras el desgaste de tres períodos de gobierno y el fastidio de los que no estaban convencidos del discurso K aumentaba, compitieron por el lugar del candidato opositor dos figuras: Macri y Massa. El triunfo del primero era previsible: Massa estaba demasiado ligado al peronismo kirchnerista, por su historia y por su estilo político, para serlo.
Igual, debe reconocerse el mérito de la estrategia de Macri. O, más exactamente, de la de Durán Barba, que merece una disculpa de todos los que lo menospreciamos por su evidente desconocimiento de la política local. Acertó en lo central: frente a la insistencia, casi histérica, del establishment, en que Macri y Massa se unieran, tuvo claro que los votos no los traen los dirigentes sino que se suman de a uno. Los aparatos sirven para hacer campaña y fiscalizar elecciones.
Hay algo más, y es lo decisivo. Porque con los votos opositores – los de aquellos que se oponen por intereses económicos, adscripción social, prejuicios culturales – no se gana. Alcanzan para ese 34 % que obtuvo. Y aún en ese grupo, a medida que les quede claro lo que significa en la práctica un gobierno de Macri, una gran parte de ellos puede preocuparse por esa víscera sensible, su bolsillo.
Esta es la etapa más interesante, desde la política como actividad ¿Cómo hace Macri para tratar de sumar los votos que en octubre fueron a Massa, para retener los (muchos) cuyos intereses chocan con el cuadro que anuncian los Melconian, los Prat Gay? Siendo más Durán Barba que nunca. Si ustedes siguen las apariciones de Macri en público, en los medios y en las redes sociales, descubrirán que el rígido y algo introvertido empresario se ha convertido en lo más parecido a una estrella de rock, o a un pastor electrónico. Desparrama buena onda y alegría, y confianza en el magnífico futuro que haremos entre todos una vez que lo elijamos Presidente.
Sus consignas son Pobreza Cero, Guerra al Narcotráfico y Unidad de los Argentinos ¿Cómo se consiguen? De eso no se habla. Literalmente. En sus discursos, en la propaganda electoral, no hay una palabra sobre medios.
¿Puede ser exitosa esta estrategia?… A los políticos veteranos nos recuerda irresistiblemente la de Carlos Menem, en 1988 y 1989. El personaje, el público, la Argentina son muy distintos… En este caso, los que están “envenenados” contra el gobierno le creerán, porque quieren creerle. A los que valoran algunas políticas de los Kirchner, el mensaje les resbala o les resulta transparentemente ridículo. ¿Qué pasa con el resto? El que viva, diez días, lo verá.
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