Calma, radicales
marzo 15, 2015
b(gracias al Blog del Ingeniero)
Un activo e influyente tuitero, racinguista además, Capitán Queruzo, preguntó ayer “¿Por qué estar tan pendientes de la convención de un partido que en 2003 fue 6° (2% de los votos); en 2007, con un candidato prestado, 3° (17%); y en 2011 otra vez 3° (11%)?“. La pregunta obliga a una respuesta. Porque dos precandidatos presidenciales, y sus equipos,estaban pendientes de esta convención. Y la otra fuerza política de alcance nacional, y el resto de los argentinos politizados, prestábamos atención, cómo no.Entonces, trataré de dar una respuesta. Y hacer una especulación sobre el futuro. Breves, les prometo; es la madrugada del domingo y estoy cansado.
La respuesta está incluida en el primer párrafo. El radicalismo es una fuerza política de alcance nacional. Esto significa mucho más que el cumplimiento de formalidades legales: Quiere decir que, distribuidos por todo el territorio de nuestro país, hay una red informal de decenas de miles de compatriotas, insertos en distintas estructuras sociales – sindicatos, cámaras empresarias, asociaciones profesionales, clubes, … la administración nacional, las de provincias y municipios – unidos (y separados) por una historia, algunos símbolos, intereses y lealtades. Todos ellos tienen por lo menos algún conocimiento de cómo se hace política. Que en algún momento los apasionó, porque si no, no serían lo que son. (¿Se dan cuenta que lo mismo puede decirse de los peronistas, verdad?).
Ahora, es necesario decir lo que esa identidad, la de una fuerza política nacional, no significa. No es una garantía de triunfo, ni siquiera de un papel digno en las elecciones. Porque no me canso de repetir esta verdad evidente: los politizados somos una minoría en la sociedad. Y los dispuestos a militar, a trabajar en política, somos muchos menos. Las fuerzas políticas tienen realidad y vigencia cuando llegan a expresar los intereses de sectores sociales, las esperanzas, temores y pasiones de muchos compatriotas. Cuando no lo hacen… hasta los militantes se desaniman. Estar rentados no alcanza; y, además, nunca hay para todos.
Pero… esos grupos de dirigentes, activistas y simpatizantes, con presencia en cada ciudad y pueblo, son una potencialidad muy importante. Digamos que son como un vehículo, que puede ser llenado e impulsado por un proyecto político. No se mueven, no al menos con vigor, por sí mismos. Pero construir desde cero esa fuerza nacional, esa identidad y sistema de lealtades,… es muy difícil.
Un elemento fundamental para entender la historia del radicalismo – como la del peronismo – es que su historia y la identidad política, ideológica, de sus militantes son factores muy importantes para saber qué van a hacer y cómo lo harán. Pero no alcanzan. Lo decisivo es el rol que las fuerzas sociales que se expresan a través de él le determinan. Como diría un filósofo español, los partidos políticos son ellos y su circunstancia.
La historia del peronismo es bastante elocuente en ese sentido. La del radicalismo, aún más. Fue, como sus contemporáneos en muchos otros países, el movimiento de las clases medias, de la pequeña burguesía, por el sufragio libre. En la década del ´40 del siglo pasado, ya en decadencia, adquirió otro rol que lo mantuvo vigente: fue el Otro del peronismo. Y, más allá del discurso progresista que ostentaba, expresó el rechazo de esas clases medias a la irrupción de nuevos grupos sociales, los obreros, los “cabecitas negras”, que asumían una ideología que no era la suya.
El período de Alfonsín representa un quiebre muy interesante. Por todo lo que significó de un cambio profundo y definitivo en la forma de hacer política en nuestro país, mi opinión personal, que no voy a fundamentar ahora, es que su fracaso, tan indiscutible como los cambios que introdujo, se debió a que sus prejuicios progres, formados en la lucha interna de décadas con Balbín, le impidieron darse cuenta que su mejor posibilidad era ser la expresión política de una centro derecha democrática en Argentina. Tenía las credenciales necesarias: era el hombre que había derrotado al peronismo en elecciones libres…
Reconozco que esta hipótesis necesita mucha discusión. Pero la menciono, porque no me parece necesariamente inviable o efímero el acuerdo al que la U.C.R. está llegando con el PRO. No son lo mismo, por cierto, ni es una integración definitiva ni mucho menos. En algunas provincias arreglarán con Massa (y en otras con Scioli). Y un sector que conserva el alfonsinismo emocional de los ’80 podrá alejarse. Pero… no descarto que esta madrugada se haya dado un paso importante en dirección a una fuerza de centro derecha, capaz de participar con coherencia en el juego democrático.
(Supongo, también debo reconocerlo, que me resulta fácil aceptar esta idea porque estoy convencido, que, salvo catástrofe, no hay chances que esa fuerza gane en el próximo turno electoral. El que viva lo verá).
No hay comentarios:
Publicar un comentario