Peleó con su marido por la independencia de Santa Catalina
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Loreley Gaffoglio
DOMINGO 30 DE NOVIEMBRE DE 2003
Pocas heroínas tuvieron una vida tan novelesca como la de la brasileña Anna Ribeiro da Silva, más conocida como Anita Garibaldi. Sobre ella y su gesta revolucionaria Alicia Dujovne Ortiz cimentó su última novela, "Anita cubierta de arena", título que evoca la prematura muerte de esta guerrera sin reposo en una playa del Adriático a los 28 años.
Dujovne Ortiz aprovechó hasta el último sudor de la aventura, romance y epopeya condensados en esta historia para hacer revivir al célebre personaje: esa mujer menuda e indómita, de cabellos retintos y mirada primitiva que a los 18 años se unió a losfarrapos , los revolucionarios secesionistas que se alzaron en armas contra el emperador Pedro I, y lucharon para que Rio Grande do Sul se erigiera en Estado independiente.
El nizardo Giuseppe Garibaldi, el héroe y adalid popular que bregaba por la unificación de Italia, se había unido a la causa secesionista en su obligado destierro sudamericano. Había sido sentenciado a muerte por el gobierno absoluto del reino del Piamonte, cuando Giuseppe Mazzini soñaba con una "giovane Italia", libre de la dominación extranjera.
En Laguna, el "Condottiero" divisó a Anita a través de un catalejos. "Debes ser mía", le dijo el marino, y a partir de allí la pareja unió sus destinos al servicio de la revolución, la propia y la ajena, la libertad y la causa popular.
Autora de una docena de libros, entre novelas, poesías y biografías (la de Eva Perón fue traducida a 20 idiomas), Dujovne Ortiz se ciñó al rigor histórico en su novela, pero se prodigó la licencia de indagar en el sentir de su personaje.
Residente en París desde 1978, donde salió su biografía sobre Dora Maar, la amante de Picasso, Dujovne Ortiz recorrió el mismo derrotero que Anita y Garibaldi emprendieron por el sur de Brasil para proclamar la República de Santa Catalina.
"Seguí al pie de la letra la ruta que él describe en sus memorias", dice la autora en una entrevista con LA NACION. "La dimensión de la hazaña de Anita -se internó sola en el Matto Groso, cruzó ríos y torrentes prendida a las crines de su caballo y trepó por abismos y montañas- fue inmensa."
- ¿El ímpetu revolucionario de Anita es la consecuencia de su pasión por Garibaldi?
-No. Anita amaba la guerra, tenía devoción por la causa popular y era capaz de matar por ella. Pero también quiere mostrarle a él quién es y de qué es capaz. Cualquiera puede seducir a Garibaldi, pero no cualquiera va a morir por él. Por eso su tragedia comienza con su maternidad en Montevideo. Las damas la desprecian y ella se queda en una pieza de conventillo viendo cómo su marido se carga de gloria en las batallas contra Rosas, en las que ella se desvive por pelear.
- "Vas a ser una carga", es lo que teme escuchar Anita. ¿La asuela la idea de que él deje de considerarla un par?
-Es la obsesión que la persigue, y su miedo al abandono. Ella cae prisionera de los soldados imperiales en Curitivano porque desobedece a Garibaldi, que le pide que no se quede atrás, pero se adelanta sola en el Matto Groso. Tiene terror de quedar rezagada. Por eso la imagen final del brazo que sale de la arena, cuando muere, es una metáfora muy fuerte de su vida. Es como si le rogase: "No me dejes, espérame".
-¿Sus celos no alimentan ese espíritu guerrero?
-Ella no sólo es una fiera celosa por la presencia de otras mujeres. De hecho le corta el pelo a él, porque intuye que esos rulos rubios atraen a las mujeres. Es como que por exceso de amor y de amor por la aventura Anita quisiera ser Garibaldi.
-¿Cómo llega una sudamericana casi analfabeta a adoptar una causa tan ajena como la italiana?
-Ella no puede entender el panorama político. Pero sabe por instinto si una causa es popular. Al llegar a Italia percibe que a Garibaldi lo siguen el pueblo, los marginados, de los que siempre el rey ha desconfiado. Entiende los juegos de poder que hay detrás porque es intuitiva e instintiva. Frente a ella, Garibaldi es un idealista cándido, un inocente.
-¿Qué significó Anita para él?
-El cuenta que "necesitaba una mujer" y cuando la ve le dice: "Tú debes ser mía". Hay una gran pasión erótica, aunque ella está casada. Se escapan juntos y él se encuentra con una compañera con la que nunca soñó. La admira porque camina derecha entre las balas mientras los hombres se esconden como ratas.
-La admira, ¿pero la ama?
-Hay mucha ternura, y un gran sentido de responsabilidad. Tienen tres hijos y se casan. No sé si el amor de él es tan intenso como el de ella. Sospecho que no porque la traiciona mucho. Pero jamás la abandona.
- ¿Lo atormenta la imagen del cadáver de Anita en la arena, que él no sepulta porque debe huir?
-Pienso que hasta sus últimos días en la isla de Caprera siente culpa. No olvida que cuando estaba a punto de ser vencido en Roma, donde pelea contra el mismo Papa, ella, embarazada de cinco meses, va a pelear y a morir por él. Todo esto Garibaldi lo exalta en sus memorias, lo cual lo enaltece. Los periodistas italianos, con un extraordinario sentido de la promoción para la causa, sólo mencionan las proezas de él. Es él el único que destaca su coraje y la real dimensión de sus hazañas.
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