Por Umberto Eco -- Historia de la Belleza
Según la mitología, Zeus habría asignado una medida
apropiada y un justo
límite a todos los seres: el gobierno del mundo coincide
así como una
así como una
armonía precisa y mesurable, expresada en las cuatro
frases escritas en los
frases escritas en los
muros del templo de Delfos: “Lo más exacto es lo
más bello”, “Respeta
más bello”, “Respeta
el límite”, “Odia la hybris (insolencia)”, “De nada
demasiado”. En estas reglas
demasiado”. En estas reglas
se basa el sentido general griego de la belleza, de
acuerdo con una visión
acuerdo con una visión
del mundo que interpreta el orden y la armonía como
aquello que pone un
aquello que pone un
límite al “bostezante Caos” de cuya garganta brotó,
según Hesíodo, el mundo.
según Hesíodo, el mundo.
Es una visión que cae bajo la protección de Apolo,
que efectivamente está
que efectivamente está
representado entre las Musas en el frontón occidental
del templo de Delfos.
del templo de Delfos.
Pero en el mismo templo (que se remonta al
siglo IV a.C.), en el
siglo IV a.C.), en el
frontón oriental opuesto, está representado Dionisios,
dios del caos y
dios del caos y
de la desenfrenda infracción de todas las reglas.
Esta presencia conjunta de dos divinidades antiéticas no es casual, aunque no ha sido tratada
Esta presencia conjunta de dos divinidades antiéticas no es casual, aunque no ha sido tratada
hasta Nietzsche, en la edad moderna. En general, expresa la posibilidad, siempre presente y
periódicamente reconocida como verdadera, de una irrupción del caos en la bella armonía. Más
concretamente, en la concepción griega de la belleza, que resultó ser mucho más compleja y
problemática de lo que indican las simplificaciones efectuadas por la tradición clásica.
Una primera antítesis es la que se produce entre belleza y percepción sensible. En efecto, si la belleza
Una primera antítesis es la que se produce entre belleza y percepción sensible. En efecto, si la belleza
es perceptible aunque no completamente, porque no toda ella se expresa de formas sensibles, se abre
una peligrosa incisión entre apariencia y belleza: incisión que los artistas intentarán mantener entreabierta,
pero que un filósofo como Heráclito descubrirá en toda su amplitud, afirmando que la belleza armónica del
mundo se manifiesta como desorden casual. La segunda antítesis enfrenta sonido y visión, las dos formas
de percepción privilegiadas por los griegos (probablemente porque, a diferencia del olor y del sabor, se
pueden reducir a medidas y órdenes numéricos): aunque se reconozca a la música el privilegio de expresar
el alma, solo a las formas visibles se aplica la definición de bello (kalón) como “lo que agrada y atrae”.
Así pues, desorden y música constituyen una especie de lado oscuro de la belleza apolínea armónica
y visible, y como tales se incluyen en la esfera de acción de Dionisios.
Esta diferencia se entiende si se tiene en cuenta que un estatua debía representar una “idea”
(y, por tanto, suponía una contemplación detenida), mientras que la música es interpretaba
como algo que suscita pasiones.”
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