martes, 29 de septiembre de 2015

LA VERDAD DE LA MUJER EN NIETZSCHE

Dayana De La Rosa Carbonell
 ¡Ah, lo que todavía se oculta en mí,
 Luchando por hallar la palabra Y la forma! F.N.

 Decir: mi tema será la mujer, siempre es rimbombante, parafraseando a Derrida, pero nada más cierto, es de los temas en Nietzsche más complejos y encontrados de todos, por la fuerza, por la negatividad con la que se le lee y la contradicción con la que la menciona en sus aforismos. Pero mi tema, no es ya la mujer como figura o influencia –como en el caso de Lou Salomé en el Zaratustra- sino que ahora es la mujer como cuestión, como pregunta, como caso, ¿Como caso? ¿Y el estilo? ¿Por qué los estilos y no el estilo? Ariadna se desdobla y se hace escritura, forma, estilo, verdad.

 1. El laberinto y la distancia: Ariadna.
 Enfrentarse al lenguaje nietzscheano, es enfrentarse a la experiencia del laberinto, sin duda, su estilo se presenta ante nuestros ojos con dificultad, con su lenguaje abstracto, literario, casi poético, Nietzsche abandona el riguroso discurso filosófico acostumbrado por la tradición filosófica. Pero este laberinto no está únicamente en la forma de escribir, su lenguaje lleno de imágenes, se representa a sí mismo como tal, atrapando y velando sus conceptos, sus mayores secretos. Este laberinto se encuentra íntimamente relacionado con la pregunta por la mujer, pero además con la pregunta por sí mismo en relación con el oído, Derrida (1981) asegura que ―todas las interrogaciones de Nietzsche, y las relativas a la mujer en particular, se encuentran alojadas en el laberinto de un oído…‖ y es así como Nietzsche nos lo deja ver en La gaya ciencia en el aforismo 60: ―Las mujeres y el efecto que producen a distancia.- ¿Tengo todavía oídos? ¿Seré yo todo oídos, nada más que oídos?... cuando un hombre se ve entregado a su propia agitación, expuesto a la resaca en que se mezclan ráfagas y proyectos, le sucede, a veces, que va pasar cerca de sí seres cuya dicha y cuyo alejamiento le encantan: son las mujeres… el hechizo y la influencia más poderosos de la mujer son, diciéndolo en lenguaje filosófico, su acción a distancia; mas para eso lo primero que se necesita es distancia. ‖ ¿Cómo podríamos entender esta distancia y su vínculo con el laberíntico oído?
 En esta interpretación Derrida no nos ayuda mucho, deja abierto/cerrado la interpretación –cual es su interés-, citando y enlazando distintos aforismos que se co-relacionan. Sin embargo, considero vital apuntalar que por estar en Nietzsche entrelazados mujer-oído-laberinto, la imagen del laberinto nos deja entrever que incluso para él no es fácil está identificación y conceptualización de la mujer, que cada lugar que recorre de ella es diferente y que no lo lleva a ninguna parte pero al mismo tiempo a todas partes, que en ese recorrido no hay minotauro que lo espere, pero sí mundos desconocidos para él, ¿será por eso que se requiere distancia? ¿Quizás para no perderse en el laberinto? Ariadna es requerida por nosotros para entrar sin riesgo a perderse y desfallecer. Derrida (1981) afirma que ―hay que mantenerse a distancia de la distancia, y no sólo, como podría suponerse, para protegerse contra esa fascinación, sino también para experimentarla‖. En este sentido Derrida recurre al lenguaje heideggeriano, específicamente al termino Entfernung que es ―a la vez separación, alejamiento y alejamiento del alejamiento, el alejamiento de la lejanía, el des-alejamiento, la destrucción (Ent-) constituyente de la lejanía como tal, el enigma velado de la proximidad.‖(Derrida, 1981). Sin embargo, a mi parecer, este recurso lingüístico se aleja precisamente del sentido y lenguaje nietzscheano, se aleja de la metáfora y hace más tedioso el recorrido por el laberinto. Para comprender esta intensión de Nietzsche de experimentar la distancia, se puede comprender bajo la relación de Dionisio y Apolo, quienes uno en relación con el otro se complementan precisamente por ser el opuesto, es decir el más distante. ¿No será que precisamente eso era lo que Nietzsche quería mostrar? ¿Qué entre más distante la mujer del hombre –y viceversa- más intrínsecamente: complemento? ―Un hombre laberíntico no busca la verdad, busca a su Ariadna.‖ (Accorinti, 2000)

2. La verdad como mujer
En repetidas ocasiones he escuchado como relamidos filósofos -y aún no tan relamidosacuden a una metáfora de Nietzsche sobre la verdad como mujer para realizar afirmaciones con sesgo de género. La frase se encuentra en El crepúsculo de los ídolos (Nietzsche, 2002) en el ensayo ―Cómo el <> terminó por convertirse en una fábula‖ que Nietzsche subtitula ―Historia de un error‖. En el primer numeral nos encontramos con la descripción del <>, el cual según Nietzsche, es alcanzable para el sabio, el virtuoso, el piadoso, dicho de otra manera ―yo, Platón, soy la verdad‖. Y continúa en el segundo numeral:
 ―El mundo verdadero, inalcanzable por ahora, pero prometido para el sabio, el piadoso, el virtuoso (para el pecador que hace penitencia). (Progreso de la idea: se hace más sutil, más capciosa, más inasible; se hace mujer, se hace cristiana…)
‖ Es decir, ―lo que se convierte en mujer es la idea. El devenir-mujer es un ‗proceso de la idea‘‖ (Derrida, 1981), aquello que en una primera instancia es la idea, pero que además es una idea que se vuelve sujeto-verdad, su progreso como idea es hacerse mujer. Pero, ¿Qué significa ese se hace mujer? Antes de adentrarnos en este nuevo laberinto, y de que Ariadna llegue a ser lo que es, vale preguntarnos o recordar qué es para Nietzsche la verdad. Para esto debemos remitirnos a Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (Nietzsche, 2008-05-27), en el que Nietzsche pregunta: 

―¿Qué es entonces la verdad? Una huested en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.‖
 Derrida vincula la verdad como mujer con el concepto de Entfernung del cual ya hemos mencionado un poco-, explicando que esta distancia da lugar a la verdad, él lo explica (1981) de la siguiente manera: ―la abertura separada de esta Entfernung da lugar a la verdad y la mujer se separa de ella misma. No hay esencia de la mujer porque la mujer se separa y se separa de ella misma… No hay verdad de la mujer porque esta separación abisal de la verdad, esta no-verdad, es la ―verdad‖. Mujer es un nombre de esta no-verdad de la verdad‖ El punto aquí no es demostrar que la mujer si tiene esencia, porque en realidad lo que se debe mostrar es que para Nietzsche tanto el hombre como la mujer no la poseen, pues, lo que él ataca es toda la metafísica occidental a partir de Platón y es en Platón donde se da la división entre esencia y apariencia, que en Nietzsche se invierte, y al ser invertida no es denigrante preocuparse por la superficie y no tener esencia porque no es un problema de género, ni de sexo, sino de comprensión del estilo. En Nietzsche no hay ya ni esencia, ni apariencia, sino simulación, máscaras, velos. Como bien lo dice Derrida, aquí la mujer es solo un nombre para la no-verdad, para la verdad, es decir, para una ilusión que se ha olvidado que lo es, y que no tiene nada que ver con la psiquis femenina ni con lo que es la mujer real, la que danza y piensa, ―pero el filósofo que cree en esta verdad que es mujer, crédulo y dogmático, tanto en la verdad como en la mujer, no ha comprendido nada. No ha comprendido ni la verdad ni la mujer.‖(Derrida, 1981) Entonces en Nietzsche la verdad entra en comillas: la ―verdad‖. Para reforzar la idea de que aquello en Nietzsche no es cuestión de género, está como ejemplo el aforismo 69 de La gaya ciencia: ―La facultad de vengarse.— El no poder defenderse ni querer hacerlo no nos avergüenza, pero despreciamos al que no tiene medios ni voluntad para vengarse, sea hombre o mujer…‖

 3. El ataque al feminismo
Se debe reconocer las múltiples contradicciones en las que Nietzsche cae, pasando de un aforismo a otro, e incluso dentro del mismo, esto ocurre no solo con respecto a la mujer, ocurre en casi toda la obra de Nietzsche y podría afirmar que con todos sus temas, donde además en apariencia se puede hallar un ―a favor‖ y un ―en contra‖. Sin embargo, con la cuestión de la mujer ocurre algo particular. En general, los patriotas del patriarcado vociferan un Nietzsche misógino, anti-feminista, incluso una contradicción en los términos nietzscheana-feminista, pero la lectura que hace Derrida es bien interesante sobre este punto, sobre el cual afirma (1981): ―Y en verdad las mujeres feministas contra las que Nietzsche multiplica los sarcasmos, son los hombres. El feminismo es la operación por la que una mujer quiere asemejarse al hombre, al filósofo dogmático, reivindicando la verdad, la ciencia, la objetividad, es decir, con toda la ilusión viril, el efecto de castración que conlleva.‖ Sin duda, hay que aclarar varias cosas, empezaré por preguntar ¿a que tipo de feminismo se está refiriendo Derrida? ¿Es ―el feminismo‖ naciente de la época de Nietzsche o ―el feminismo‖ contemporáneo de Derrida? Creo que hay de ambas, es decir, Nietzsche está en su proceso de inversión de la metafísica y en ese sentido y coherencia, también está atacando todo lo que significa cultura, occidente, filosofía, pensar, hombre, y por lo tanto también mujer, y aún, mujer feminista; pero lo que no hay que perder de vista es a que tipo de hombre se está refiriendo, ¿no es acaso ese hombre que representa Sócrates?, ¿al décadent?, y ese decadente ¿no es aquel que niega su instinto? ¿Aquel que solo es razón, por encima de todo? ¿Aquel cientifista?, sin duda, luego entonces, es el hombre y mujer que estén en esa actitud decadente del espíritu a quien Nietzsche está atacando, no en exclusividad como si desconociera facultades de la razón a la mujer, sino ese proceso de empoderamiento de la razón tan manifiesto en los hombre durante mas de 2.000 años y que se multiplicara en la mujer de la misma manera, era para él síntoma también de decadencia. Pero esto no significa que tenga algo de relación con las luchas políticas y sociales feministas, pues esos no eran precisamente los campos de acción que Nietzsche quería tener. En Derrida es un tanto parecido, ya que el lo explica desde el concepto falogocéntrico, que está relacionado con sus lecturas psicoanalíticas. En este momento, por falta de dominio e interés no voy a ahondar, pero a cambio si voy a mostrar a que feminismo se está refiriendo. En una entrevista se le pregunta por la tarea deconstruccionista y su vinculación o perspectiva feminista, a la cual responde así: ―de todos modos, tampoco existe un solo punto de vista feminista… es cierto que la deconstrucción desestabiliza, sin duda alguna, la jerarquía contra la cual se dirige la crítica feminista y creo que no hay deconstrucción consecuente del falogocentrismo que no implique un replanteamiento de la jerarquía falocéntrica, por tanto, en cierto modo, la toma en consideración de lo que ocurre en la llamada lucha feminista… ocurre con frecuencia que el feminismo no es, a su vez, más que una traducción invertida del falogocentrismo. Por todo ello, apuesto más bien por una doble estrategia. Por una parte, en nombre de una deconstrucción radical no hay que neutralizar las jerarquías y pensar que se debe abandonar el combate feminista en su forma clásica. En un cierto aspecto, hay, pues, que aceptar el feminismo en una cierta fase, en ciertas situaciones, aceptar las luchas, como usted dice, políticas, culturales y sociales del feminismo.‖ Es decir, queda claro entonces, que Derrida – como de hecho es- no concibe el feminismo como si sólo existiera un feminismo, sino ―lucha feminista‖, y a la que le reconoce aceptación dentro de la sociedad, la cultura y la política. Sin embargo, en este punto hay que mostrar un segundo análisis que hace Derrida sobre esta aparente contradicción en Nietzsche, proceso que se da en lo que él ha llamado ―operación femenina‖ y que diferencia la feminidad de la sexualidad femenina, a las que les atribuye fetiches esencialistas que como ya habíamos visto, hemos abandonado. La reflexión hecha por Derrida (1981) al respecto de la contradicción la expresa así: La mujer es contradictoriamente dos veces el modelo, se le alaba y condena al mismo tiempo… modelo de la verdad, goza de un poder de seducción que subyuga al dogmatismo, extravía y espolea a los hombres, los crédulos, los filósofos. Pero en cuanto que no cree en la verdad, a pesar de ser esta verdad que no le interesa la que la hace interesante, se convierte en el modelo, buen modelo esta vez, o mejor aún mal modelo en tanto que buen modelo: representa la disimulación, el adorno, la mentira, el arte, la filosofía artista. Es, en definitiva, un poder de afirmación. (El subrayado es mío)
 Este alabar y condenar, los desarrolla Derrida (1981) en tres proposiciones:
1. La mujer es condenada, humillada, despreciada como figura o potencia de mentira.
2. La mujer es condenada, despreciada como figura o potencia de verdad, como ser filosófico y cristiano.
3. La mujer es reconocida, más allá de esta doble negación, afirmada como potencia afirmativa, disimuladora, artista, dionisíaca, -yo agregaría Ariadna-. No es que sea afirmada por el hombre, sino que se afirma ella misma, en ella misma, en ella misma y en el hombre. Es decir, que en contradicción a como se ha utilizado el discurso nietzscheano, es en la mujer donde reside el poder de afirmación, y reside precisamente por su capacidad de disimulación, pero además por su capacidad de afirmarse, de auto-afirmarse, y en más de afirmar al otro, es decir, al hombre, como Ariadna. Entonces, afirma Derrida (1981) que ―las cuestiones del arte, del estilo, de la verdad, no pueden disociarse, como hemos visto, de la cuestión de la mujer.‖
Con respecto a la afirmación de la mujer, a mi me quedan varias dudas: ¿no es el superhombre un gran afirmador, el afirmador de la vida? Y ¿no es acaso la vida una mujer? Y ¿la verdad una mujer? ¿Por qué en la lengua española se traduce superhombre si en alemán es Übermensch? ¿no existe en español una palabra que designe ambos géneros sin sesgar a lo otro? ¿no es una deficiencia de nuestra lengua seguir en la absurda pretensión de que un término de corte masculino designe masculino/femenino? ¿no será acaso por eso que cuando en nuestro idioma se habla y se piensa en el ‗superhombre‘, se piensa es en masculino y no en que esta propuesta no es una propuesta con género, sino precisamente sin él? Como ya lo dijo Derrida, no se puede disociar los temas del arte, del estilo y de la verdad en relación permanente con la mujer, pero a partir de esta lectura, también hay que ligarla con el tema del Übermensch, de la afirmación, de la voluntad, voluntad de afirmación, voluntad de poder.
―No hay una mujer, una verdad en sí de la mujer en sí, eso dice al menos la tipología tan variada, la multitud de madres, hijas, hermanas, solteronas, esposas, gobernantas, prostitutas, vírgenes, abuelas, niñas pequeñas y grandes de su obra.
 Por la misma razón no hay una verdad de Nietzsche o del texto de Nietzsche‖(1981), Derrida lo ha dicho en las palabras más exactas, y al no poder afirmar una verdad en Nietzsche, en su obra ni en el concepto de la mujer, es posible pensar dentro de la misma lógica nietzscheana, la cual es una lógica distinta, es la lógica de lo apolíneo y lo dionisíaco, la vinculación nietzscheanafeminista y necesariamente un replanteamiento del término ‗superhombre‘ que cumpliendo con el sentido del término traducción, es una traición al sentido originario de la lengua alemana, pero también al mismo sentido de la afirmación en Nietzsche. En fin, esto termina siendo una invitación

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