La guerra bonaerense no sucederá
Supongo que varios se darán cuenta que el título de este posteo está tomado de una pieza teatral “La guerra de Troya no sucederá“. Y que muestra un poco de cobardía, porque todavía cruzo los dedos, por si la cosa se pudre.
Como saben los viejos lectores, yo soy uno de los que prefería que la candidatura presidencial del Frente para la Victoria se resolviera en las PASO. Creía, y creo, que Scioli hubiera ganado con cierta comodidad, pero el dato fundamental era que, en mi opinión, la elección representaba un paso importante en la maduración del peronismo, de lo gregario y carismático hacia lo institucional y plomo.
Por acción, la Presidente, y por omisión, los gobernadores, decidieron otra cosa (Los intendentes, en particular los bonaerenses, hace rato que estaban en contra de que se resolviera en las primarias). Y comprendo el razonamiento: perder no es peronista, y unas elecciones reñidas – todas las nuestras lo son – comportaban un riesgo.
Debo reconocer que se está manejando mucho mejor de lo que podía esperarse, dada la heterogeneidad de la coalición oficialista y del mismo peronismo. Y dada nuestra historia en las transiciones. CFK – por toda la vocación de protagonismo que un líder popular necesariamente tiene – ha trabajado cuidadosamente para fortalecer la candidatura de DOS ante el cristinismo ferviente, y ante los que desconfiaban de él. Scioli, por su lado, no se deja llevar por el triunfalismo berreta de las encuestas superficiales, y está tratando de sumar todo lo sumable. Hasta Karina colabora en eso, por Dios!
Las chances de recuperar las tradiciones peronistas, y argentinas, de internas destructoras pasan, sobre todo, por la provincia de Buenos Aires. Ironías aparte, la situación tiene preocupada a la dirigencia más experimentada del peronismo. También a CFK, que quiso que Florencio Randazzo fuera el candidato único a la gobernación, y que, me dicen, le ha expresado en términos claros a los dos candidatos, Julián Domínguez y Aníbal Fernández, la necesidad de moderar la pelea.
El problema, claro, no nace de los dos candidatos a gobernador. Ninguno de los dos es una tímida violeta, pero ambos saben que están bajo los reflectores y, también, que cualquiera sea el resultado, el perdedor tiene futuro en la política argentina, salvo incendio autoprovocado. El peligro viene por lo mismo que hace valiosa a una interna como ésta: involucra a decenas de miles de activistas, unos cientos directamente y el resto a través de sus intendentes o dirigentes locales.
Muchos de ellos juegan sus perspectivas inmediatas y, más, sus emociones en esta interna. Además, claro, hay intereses legítimos y no tanto que serán afectados según sea el resultado. Esto vale para todos los partidos y frentes, por supuesto. Pasa que los peronistas son más, y uno de sus dos candidatos es el que tiene más chances, de lejos, para ser el futuro gobernador de Buenos Aires.
La buena noticia es que sólo faltan nueve días para la elección, y – toquemos madera – en cuanto a la violencia, esta campaña ha sido hasta ahora indistinguible de una en Suiza. Con bastante menos xenofobia que ahí, además. Habla bien de la capacidad de gobernar que podrían tener una provincia conflictiva, con una policía ídem, tanto Aníbal como Julián.
Ah, y para los adictos incurables, les dejo aquí la última encuesta (que conozco) de Ricardo Rouvier. Aunque las encuestas han quedado un poquito desvalorizadas como predicciones, y de todos modos las intenciones de voto en elecciones primarias son las más difíciles de encuestar, Rouvier está entre los serios en la profesión.
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