El posporno llegó a los medios masivos de comunicación y fue trending topic en las redes sociales: la pregunta sobre quiénes habían armado la performance se convirtió en una caza de brujas del siglo XXI, pero nada se dijo del debate posterior donde se discutió sobre prácticas sexuales normativas. En este manifiesto, una de las organizadoras reconoce que fueron ingenuas, reflexiona sobre lo incómodo que resulta sexualizar el espacio público y celebra el debate: festeja que, aunque sea por un día, en los noticieros haya habido más porno que en el programa de Tinelli.
Fuimos ingenuas. Totalmente ingenuas de todo lo que podía enseñarnos la acción que realizamos la semana pasada junto a otrxs artistas/activistas del posporno en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Nunca el porno nos había revelado tantas cosas acerca de lo incómodo que resulta sexualizar el espacio público, mostrar prácticas sexuales no convencionales y complejizar la mirada sobre los cuerpos más allá del binomio femenino/masculino. Cuánto nos ha enseñado el porno en estos días sobre la lógica pornográfica de los medios de comunicación, del oportunismo mediático para enlazar temas a la coyuntura política, de la construcción del hecho noticioso a partir de la descontextualización y la insistencia en lo escandaloso, de la instalación de un tema en la agenda pública en detrimento de otros sucesos que merecerían la misma cuota de atención pero que pasan desapercibidos para los grandes medios. Y ni hablar de lo que el porno nos enseñó acerca de la discusión sobre las sexualidades en el ámbito universitario y el lugar del cuerpo en las instituciones académicas. Ahora, luego de tanta discusión mediática acerca del posporno: ¿qué nos queda para seguir reflexionando?
De qué hablamos cuando hablamos del pos en el porno
El posporno es una plataforma artístico-política que permite experimentar, visibilizar y volver deseables diversidades de cuerpos y prácticas sexuales no convencionales. Plantea la ampliación de los imaginarios construidos sobre la sexualidad y una crítica a la heterosexualidad como sistema político. Estas experiencias surgieron como crítica a la industria del porno comercial, ya no desde la censura sino desde la creatividad y el empoderamiento de cuerpos no hegemónicos que crean su propio porno, colectiva y autogestivamente. Comenzó siendo una iniciativa de mujeres vinculadas a la industria pornográfica (que hartas de ser objeto de otros, decidieron tomar ellas la producción de sus películas) y luego fue tomado por activistas sexo-disidentes que no se sentían identificados con lo que el porno comercial tenía para ofrecer. La intención de estas prácticas artístico-políticas es que aparezcan los cuerpos señalados socialmente como fuera de la norma (no diversos funcionales, trans, intersex, cuerpos racializados, gordos) de forma empoderada y positiva respecto a su sexualidad.
El posporno o la pospornografía tienen larga data: desde hace más de diez años existe una extensa cantidad y variedad de artistas que indagan sobre estas formas artístico políticas de representar sexualidades disidentes. Si bien en un comienzo se desarrolló en Europa -especialmente en la escena de España-, desde hace varios años colectivos y artistas de América Latina trabajan en la producción de una pospornografía que pueda dar cuenta de las múltiples opresiones que vivimos en nuestra región y de los imaginarios sexuales construidos desde nuestras culturas latinoamericanas.
El show mediático
Quien lo hubiera dicho: el posporno llegó a los medios masivos de comunicación y fue trending topic en las redes sociales. La velocidad en la que se viralizaron imágenes de la acción en Sociales, fue de la mano de la creatividad de quienes pusieron a circular memes por Facebook y Twitter sobre el suceso. La locura mediática fue tal que hasta Aníbal Fernández, Lousteau y Sileoni hablaron del posporno. Los programas de noticias repitieron una y otra vez las imágenes de la acción en Sociales y pusieron frente a sus cámaras a los estudiantes indignados por tal atropello a la razón y a la institución académica. Mientras tanto, algunos periodistas intentaron explicar qué es el posporno, por qué había sucedido esta acción en la Facultad de Ciencias Sociales, por qué habíamos ensuciado la mesita del PO, por qué hicimos invasión del espacio público, cuántos menores había en la performance, qué relación tenían las organizadoras de este evento con las agrupaciones kirchneristas y con Carta Abierta, quién había pagado a las performers y si se había cobrado entrada, etc.
Mientras tanto, nuestros teléfonos no pararon de sonar desde la primera hora del día hasta la madrugada por varios días. Las casillas de mails, inbox de Facebook y mensajes en el correo de voz del celular pedían que respondiéramos preguntas, que vayamos a X programa de televisión, que saliéramos al aire en los matutinos radiales explicando quiénes éramos y por qué habíamos hecho lo que habíamos hecho. Al mismo tiempo que la construcción de la noticia sobre el “show porno en Sociales” viajaba a la velocidad de la luz, la pregunta sobre quiénes habíamos armado tal escándalo cobraba el tinte de una caza de brujas, pero del siglo XXI. Tal es así que comenzaron a aparecer notas en los grandes medios contando quiénes éramos los protagonistas institucionales y no institucionales detrás de la jornada posporno, muchas veces sustentada sólo en los datos accesibles que podían extraer de nuestras cuentas en las redes sociales. El “stoqueo” como forma de hacer periodismo, hablando mal y pronto.
La construcción de la noticia “el show porno en Sociales” resultó en un recorte descontextualizado, cargado de una intencionalidad moralista y aleccionadora que colaboró más a la desinformación que a la explicación de la propuesta. Nada se dijo en la prensa acerca del debate posterior a la acción; en donde se conversó sobre sexualidades, disidencias, corporalidades, deseos, prácticas sexuales normativas, diversidad funcional, espacio público, cuerpo en la universidad, conocimiento, aprendizaje y agencia, alianzas transfeministas, medios de comunicación, cultura de masas y pornografía, géneros, entre otros temas. Tampoco se habló del ciclo cultural Miércoles de Placer (organizado por el Área de Géneros, Comunicación y Sexualidades de la Carrera de Ciencias de la Comunicación) en el que estaba enmarcada la jornada posporno y que desde 2012 lleva a la facultad propuestas ligadas a los lenguajes artísticos para reflexionar sobre los géneros y las sexualidades. Nada de eso llegó a las portadas de los diarios.
Si pensamos la comunicación mediática como una de los tantos escenarios en donde se pone en disputa los sentidos acerca de lo social, es clave pensar la cobertura mediática de la acción posporno en la facultad desde una perspectiva más analítica. En este sentido, que la exhibición de cuerpos no normativos realizando prácticas sexuales no convencionales en los pasillos de la facultad haya sido relatado desde el repudio, el señalamiento y el llamado al orden, nos habla de cómo operan los medios masivos de comunicación en la construcción hegemonía de la sexualidad y de la experiencia de los cuerpos.
Por otra parte, el llamado al orden sobre el que insistieron los medios, fue retroalimentado por centenares de comentarios en los pie de página de las noticias publicadas en los portales online de los grandes medios de comunicación y en los foros de estudiantes de la facultad que pedían a gritos sanciones sobre todos los que estuvimos implicados en la organización de la jornada. Esto nos pone de frente a la inquietud y la incomodidad que genera la sexualidad -en especial aquellas formas sexuales no convencionales- cuando se muestran en el espacio público. Pero ¿acaso la exposición permanente de lo sexual en el discurso publicitario y en los programas del prime-time generan el mismo escozor? ¿Por qué nadie se escandaliza cuando el “show porno” se transmite noche a noche frente a la pantalla en el Bailando por un sueño? La respuesta es obvia: porque esa es la exhibición de la sexualidad hegemónica, que alimenta el goce en los parámetros de lo “normal” y lo establecido. Un goce fundamentalmente construido para la mirada masculina heterosexual, en un sistema conservador y patriarcal que oprime la libre expresión de las sexualidades de los cuerpos feminizados y sexo-disidentes.
Acá sí que no se coge
Una performance de posporno en la facultad, ya aprendimos, puede muy fácilmente ser corrida por izquierda. Puede ser leída en clave de intervención artística grasa, invasión autoritaria al espacio universitario, activismo de élite que no “milita en las villas” (tal como expresó una persona durante la acción), agresión directa a las agrupaciones políticas que dirigen el Centro de Estudiantes, reiteración de la norma patriarcal por mostrar mujeres penetradas por micrófonos, snobismo inspirado en los happennigs de los años 70, delirio punk que irrumpe en un lugar donde “se viene a estudiar”, etc. Si, una performance posporno puede ser leída en todas esas claves y por suerte en muchas más.
La elección de realizar esta jornada en la facultad tiene su raíz en nuestra experiencia en con estas instituciones que transitamos como estudiantes y en las creemos que es interesante dar una discusión profunda no sólo sobre la sexualización normativa que rige a las formas de producción de conocimientos dentro de la universidad, sino también una discusión epistémica acerca de cómo se construye el conocimiento dentro de la academia ¿Qué pasa cuando el cuerpo se pone en acción para construir nuevos sentidos, en este caso respecto a las sexualidades? ¿Qué pasa cuando la experiencia real de los cuerpos llega al espacio de construcción teórica?
Pero, así como el recorte mediático colaboró a describir el posporno como un escándalo y un desborde, la lectura política que se hizo de la acción posporno al interior de la facultad no permite observar que el debate no pasa por si se usó o no se usó una mesa en particular para hacer una experiencia de porno sonoro y de squirting (porque sí, lo que sucedió allí no fue una penetración de un micrófono sin más, sino una propuesta sonora intravaginal y una eyaculación femenina), sino por la posibilidad de cuestionar la heteronormatividad tan enraizada en un ámbito que apunta a la construcción de pensamiento crítico y de lucha por la transformación social y la emancipación.
El posporno es esto, una estrategia más
El posporno que fue tema de debate mediático en estos días, no salió de la galera ni de un grupo vanguardista. Tal como afirmamos en un comunicado que redactamos quiénes participamos de la acción posporno, “esta acción se enmarca en distintos procesos colectivos dentro de la lucha feminista y el activismo sexopolítico comprometidos hace décadas con el cambio cultural que implica develar y desarmar las estructuras que sostienen al patriarcado que mata en nuestro país una mujer cada treinta horas y visibilizar la violencia que opera sobre nosotrxs y nuestros cuerpos”. Una de las lecciones más grandes que aprendí en estos días me la dio una de mis compañeras de la acción cuando me dijo que esto no tiene que quedar como algo personalizado en nosotras, ni para que nos señalen como las brujas transgresoras del orden ni como las abanderadas del posporno. Este suceso es una estrategia más de las múltiples que existen y existieron dentro del feminismo cuya finalidad abrir el debate acerca de qué hablamos cuando hablamos de sexualidad, qué experiencias de la sexualidad son socialmente permitidas según las practiquen tal o cual sujetos, cuáles son los límites de lo posible y lo imaginable en materia de uso de los cuerpos y los placeres, etc. Porque la sexualidad sigue siendo uno de los campos de mayor disputa de sentidos, como ya pudimos ver luego de esta mediatización de la acción posporno.
Por eso, “celebramos el debate que se dio en cada mesa, en cada familia, en cada oficina, en cada barrio ayer alrededor del noticiero que por un día fue más porno que Tinelli, celebramos más aún que se hable del porno, que se cuestione, se desarme, se destruya y se reinvente. Que se nombre eso que nos oprime. Celebramos cada paso que nos acerque a una sociedad en la que el placer y el goce dejen de ser un privilegio heterosexual y destinado a los hombres”.
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