NUESTROS PUEBLOS TIENEN QUE RECUPERAR PARA SI EL CONGRESO DE ORIENTE.
El 29 de junio de 1815 se celebró en el Poblado de Arroyo de la China (Concepción del Uruguay –Entre Ríos) el denominado Congreso de Oriente. Un año antes de Tucumán y presidido por José Gervasio Artigas las Provincias integrantes de la Liga de los Pueblos Libres se declararon allí independientes de todo poder extranjero y aprobaron medidas revolucionarias aun para nuestro tiempo con profundo contenido de justicia social y equidad.
Participaron representantes de las Provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Misiones, Corrientes y la Banda Oriental. Los debates se centraron en la organización política; el comercio interprovincial y con el extranjero; la política agraria, la protección de la producción y del consumo interno. También se incluyeron temas que dos siglos después siguen siendo centro de debate como la integración de las comunidades indígenas, el federalismo y la reforma de las estructuras agropecuarias.
Aquel al que Mitre llamaba “el gran desorganizador” fue el impulsor de una propuesta moderna, igualitaria, federal y conciliadora que aun hoy puede servir de ejemplo respecto al rumbo que debería tener la integración de nuestros estados balcanizados y recelosos de sus hermanos y vecinos.
Este hito invisibilizado de nuestra historia es una muestra más de lo que fue la perdida en su momento del proyecto federal y la proclamación de una historia oficial que se encargó en ambas orillas del Río Uruguay de demonizar o convertir en caricaturas de si mismos a caudillos y patriotas de la talla del propio Artigas, Oribe, Rosas, Andresito, el Chacho Peñaloza, Felipe Varela y tantos más. La posterior caída política y económica de Artigas fue también una derrota cultural ante los Rivadavia y los Mitre. Así impusieron una historiografía distorsionada que ellos concibieron, con su visión portuaria, centralista, unitaria, que respondía a sus propios intereses y no a los de la nación dividida.
Rescatar el legado de Artigas, plasmado en el Congreso de Oriente, está en las manos de estas generaciones de americanos que todavía tenemos una gran deuda con nuestros pueblos. Tomar conciencia que las dificultades particulares de nuestros países son problemas de todos y no se resolverán en tanto no asumamos los mismos como una unidad latinoamericana integrada es un camino que todavía debemos recorrer. En países periféricos y aún con economías dependientes los nacionalismos de aldea, de patria chica – como decía Wilson Ferreira Aldunate- no es que sean malos, es que no lo son.
También está en nosotros poner nuestro máximo esfuerzo para que las declaraciones de ocasión ante hechos históricos tan trascendentes se conviertan en acciones que acerquen cada vez más a nuestros pueblos y hagan resurgir el viejo sueño federal artiguista.
Participaron representantes de las Provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Misiones, Corrientes y la Banda Oriental. Los debates se centraron en la organización política; el comercio interprovincial y con el extranjero; la política agraria, la protección de la producción y del consumo interno. También se incluyeron temas que dos siglos después siguen siendo centro de debate como la integración de las comunidades indígenas, el federalismo y la reforma de las estructuras agropecuarias.
Aquel al que Mitre llamaba “el gran desorganizador” fue el impulsor de una propuesta moderna, igualitaria, federal y conciliadora que aun hoy puede servir de ejemplo respecto al rumbo que debería tener la integración de nuestros estados balcanizados y recelosos de sus hermanos y vecinos.
Este hito invisibilizado de nuestra historia es una muestra más de lo que fue la perdida en su momento del proyecto federal y la proclamación de una historia oficial que se encargó en ambas orillas del Río Uruguay de demonizar o convertir en caricaturas de si mismos a caudillos y patriotas de la talla del propio Artigas, Oribe, Rosas, Andresito, el Chacho Peñaloza, Felipe Varela y tantos más. La posterior caída política y económica de Artigas fue también una derrota cultural ante los Rivadavia y los Mitre. Así impusieron una historiografía distorsionada que ellos concibieron, con su visión portuaria, centralista, unitaria, que respondía a sus propios intereses y no a los de la nación dividida.
Rescatar el legado de Artigas, plasmado en el Congreso de Oriente, está en las manos de estas generaciones de americanos que todavía tenemos una gran deuda con nuestros pueblos. Tomar conciencia que las dificultades particulares de nuestros países son problemas de todos y no se resolverán en tanto no asumamos los mismos como una unidad latinoamericana integrada es un camino que todavía debemos recorrer. En países periféricos y aún con economías dependientes los nacionalismos de aldea, de patria chica – como decía Wilson Ferreira Aldunate- no es que sean malos, es que no lo son.
También está en nosotros poner nuestro máximo esfuerzo para que las declaraciones de ocasión ante hechos históricos tan trascendentes se conviertan en acciones que acerquen cada vez más a nuestros pueblos y hagan resurgir el viejo sueño federal artiguista.
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