A pesar de su coraje, los caudillos federales no solo fueron derrotados en los campos de batalla, por el mejor armamento y mayores recursos de sus adversarios, sino también en las páginas de nuestra historia que fue escrita por la oligarquía porteña. El 6 de diciembre de 1866 el caudillo catamarqueño su sublevo en armas contra el gobierno de Bartolomé Mitre. Esta rebelión seria el último intento de oposición del interior frente al modelo centralista porteño.
Felipe Varela nació en Huaycama (departamento de Valle Viejo, Catamarca), fue un estanciero y militar argentino que lucho contra la hegemonía política conquistada por la provincia de Buenos Aires en la batalla de Pavón.
Apodado el Quijote de los Andes por el desafío que plantó al gobierno central con un reducido ejército de menos de 5.000 hombres, hizo frente a éste en la región andina y cuyana durante varios años.
Proclama de Felipe Varela (extracto)
“¡Argentinos! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el general Mitre, gobernador de Buenos Aires.
”La más bella y perfecta Carta Constitucional democrática, republicana, federal, que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en Caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido violada y mutilada desde el año sesenta y uno hasta hoy, por Mitre y su círculo de esbirros.
”El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre —orgullosa autonomía porteña del partido rebelde—, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero-Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupaytí.
”¡Argentinos, todos! ¡Llegó el día de mejor porvenir para la Patria! A vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el pabellón de Belgrano para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas enemigos.
”Compatriotas: ¡A las armas!... ¡Es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos argentinos!
El líder del último pronunciamiento de los caudillos del interior, fue denostado y olvidado a lo largo de los tiempos hasta que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo elevó al generalato post-mortem, un homenaje y reconocimiento bien merecido por el caudillo.
“La Nación Argentina goza de una renta de diez millones de duros que producen las provincias con el sudor de su frente. Y sin embargo, desde la época en que el gobierno libre se organizó en Buenos Aires, a título de Capital, es la provincia única que ha gozado del enorme producto del país entero, mientras que a los demás pueblos, pobres y arruinados, se hacía imposible el buen quicio de las administraciones provinciales por la falta de recursos”, estas palabras del caudillo catarmarqueño demostraban su fervor defensa al federalismo.
El fiel discípulo del Chacho Peñaloza, se indignaría también cuando se desató la Guerra de la Triple Alianza: “Guerra premeditada, guerra estudiada, guerra ambiciosa de dominio, contraria a los santos principios de la Unión Americana cuya base fundamental es la conservación incólume de la soberanía de cada república”.
En ese marco, combatió a los mitristas y convocando a las montoneras residuales de otros caudillos muertos en todo el país y sumando combatientes chilenos, marchó portando la bandera “¡Federación o Muerte!”, lanzando así su proclama revolucionaria.
“¡Argentinos! El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las manos ineptas y febrinas de Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupayty (...). Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución, la paz y la amistad con el Paraguay y la Unión con las demás repúblicas americanas” dice parte de la proclama.
Finalmente es derrotado en enero de 1869 por parte de las fuerzas de Mitre, se exilia a Chile, donde muere.
El gobierno catamarqueño repatrió sus restos, pese a la oposición del Ejecutivo nacional encabezado por Domingo Faustino Sarmiento.
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